miércoles, 19 de febrero de 2025

El mandato más desafiante de Jesús

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

23 de Febrero de 2025                                             

Domingo de la Séptima Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

I Samuel 26, 2. 7-9. 12-14. 22-23 / Salmo 102, 1-4. 8. 10. 12-13 El Señor es bondadoso y compasivo / I Corintios 15, 45-49

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     6, 27-38


    Jesús dijo a sus discípulos:
    Yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian. Bendigan a los que los maldicen, rueguen por lo que los difaman. Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la otra; al que te quite el manto, no le niegues la túnica. Dale a todo el que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames.
    Hagan por lo demás lo que quieren que los hombres hagan por ustedes. Si aman a aquellos que los aman, ¿qué mérito tienen? Porque hasta los pecadores aman a aquellos que los aman. Si hacen el bien a aquellos que se lo hacen a ustedes, ¿qué mérito tienen? Eso lo hacen también los pecadores. Y si prestan a aquellos de quienes esperan recibir, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a los pecadores, para recibir de ellos lo mismo.
    Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada en cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno con los desagradecidos y los malos.
    Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes.

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Se nos ha dado la certeza de que «de la misma manera que hemos sido revestidos de la imagen del hombre terrenal, también lo seremos de la imagen del hombre celestial» (2L), es decir, que, si bien en nosotros habita mucha violencia y maldad (hombre terrenal), también existe la capacidad de construir paz y hacer el bien (hombre conectado con el cielo), aprendiendo de Dios mismo, ya que, como sabemos, «el Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia» (Sal), pero eso no solo se dirige a los supuestamente “perfectos”, sino que también «él es bueno con los desagradecidos y los malos» (Ev), porque Él es Amor y la medida de todo el amor; Él es el ideal al que somos llamados y, para los que esperan recompensas, tienen esta promesa: «El Señor le pagará a cada uno según su justicia y su lealtad» (1L).

Para acercarnos a ser como El Más Misericordioso.

Todos nos quejamos de que el mundo está violento. Sin embargo, nadie, o muy pocos, aportan su granito de arena para paliar esta situación. Los medios de comunicación, como sabemos, amplifican estas situaciones, haciéndonos sentir que hay mucha más brutalidad que la efectivamente existente. Sin embargo, a la vez, hay que reconocer que hay una criminalidad que actúa buscando amedrentar, al mostrarse con descaro. Y logra ese objetivo. Pero no sólo en Chile, como parecemos creer.

Hay un aspecto que aporta a este clima y pasa bastante inadvertido: nuestro propio aporte con las actitudes agresivas que tenemos hacia otros habitualmente, las que consideramos muy pequeñas para añadirlas como ingredientes de este clima. Pero suman. 

Hoy, a propósito de todo esto, se nos presenta uno de los textos más desafiantes para quienes buscan ser fieles a la amistad con Jesús. Él propone algo que va en contra del "sentido común" no sólo de este tiempo, sino de la historia humana. Desde el comienzo cuando Caín asesina a su hermano (Gn 4,8), y hasta... siempre, lamentablemente.

Su invitación es: «Amen a sus enemigos». ¿No será mucho?

Sí, es mucho. Pero ¿será imposible? Veamos:

Para ayudarnos a aterrizar este mandato, tengamos presente que el “amor” no hay que entenderlo en sentido afectivo (como el amor de pareja, o entre padres e hijos), sino que la bofetada aquella es una metáfora de un insulto o una ofensa. Poner la otra mejilla no implica dejarse pasar a llevar o aguantar injusticias, menos ponernos a nosotros mismos u a otros en peligro. No se trata de olvidar al poder judicial o el sistema de convivencia entre naciones. Los delitos aún deben ser procesados, y los atropellos ser condenados. Significa, más bien: «No devuelvan mal por mal, ni injuria por injuria: al contrario, retribuyan con bendiciones, porque ustedes mismos están llamados a heredar una bendición» (1 Pe 3,9).

Como hemos dicho en otras ocasiones, los textos bíblicos no deben tomarse al pie de la letra. No olvidemos que ni él mismo lo hizo cuando un soldado, durante un interrogatorio lo golpea. Su respuesta fue: «Si he hablado mal, muestra en qué ha sido; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?» (Jn 18,23). Más aún: Pablo, en una situación similar, se dirige al sumo sacerdote con palabras más duras: «A ti te golpeará Dios, hipócrita. ¡Tú te sientas allí para juzgarme según la Ley y, violando la Ley, me haces golpear!» (Hch 23,3).

¿Qué motivos habría tenido en mente el Maestro para proponer actuar de esta manera? Nos parecen que al menos los siguientes:

Primero, responder a la pregunta: ¿para qué sirven los cristianos si no hacen la diferencia con quienes no lo son? (que es una forma de cuestionar para qué sirve el cristianismo). Históricamente, los cristianos están para ser reflejo de Cristo en la sociedad, amando, haciendo el bien y hasta prestando a quienes lo necesiten, en su nombre.

En segundo lugar, si nos mueve el interés por ser premiados, Jesús promete que, para los que tienen esas actitudes, «la recompensa de ustedes será grande». Como si fuera poco, además «serán hijos del Altísimo». Y ese es el mejor título al que podemos optar…


Para concluir, tener estas actitudes es una forma de ser consecuentes con ese regalo de ser sus hijos: habría que imitar al «Padre de ustedes [que] es misericordioso», a la manera de aquel de la parábola de los dos hermanos, en la que el padre abraza y festeja al hijo que ha malgastado su fortuna, a la vez de mantener su corazón abierto al otro hijo que se molesta con él carcomido por la envidia (Lc 15,11-32). Esto último nos ayuda a reflexionar que, si bien Jesús parece pedir mucho, antes, también Dios se exige mucho a sí mismo.

Entonces, estamos de acuerdo en que en el mundo hay mucha violencia. Podemos sumarnos a los reclamos infértiles o hacer el aporte que nuestro Señor espera de nosotros: ir en contra de lo que la mayoría hace y ser buenas personas en relación con los demás.

La Madre Teresa de Calcuta decía: "A veces sentimos que lo que hacemos es tan sólo una gota en el mar; pero el mar sería menos si le faltara una gota". Por pequeño que sea nuestro aporte, todo suma a la hora de construir la paz.

 

Vuelve, Señor, nuestro corazón a los prójimos. Que sepamos amarlos como tú nos amas, siempre misericordioso, siempre paciente, siempre sirviendo y ayudando. En suma, como nos enseñas, haciendo el bien, porque ellos lo necesitan y para nuestra sociedad es imprescindible. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, acoger coherentemente el desafío de ser muy misericordiosos, como corresponde a buenos hijos del Padre,

Miguel.

 

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