PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA
DEL SEÑOR
3 de febrero de 2013
Cuarto Domingo Durante el Año
Lecturas:
Jeremías 1, 4-5.
17-19 / Salmo 70, 1-6. 15. 17 Mi
boca, Señor, anunciará tu salvación
/ I Corintios 13, 4-13
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 4, 21-30
Después de que Jesús predicó en la sinagoga de Nazaret, todos daban
testimonio a favor de Él y estaban llenos de admiración por las palabras de
gracia que salían de su boca. Y decían: «¿No es este el hijo de José?»
Pero Él les respondió: «Sin duda ustedes me citarán el refrán:
"Médico, sánate a ti mismo." Realiza también aquí, en tu patria, todo
lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaúm».
Después agregó: «Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su
tierra.
Yo
les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando
durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a
todo el país. Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una
viuda de Sarepta, en el país de Sidón. También había muchos leprosos en Israel,
en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán,
el sirio».
Al
oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y,
levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la
colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo. Pero
Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.
Palabra del Señor.
MEDITACION
Cada
cristiano ha sido consagrado antes de formarse en el vientre materno y «constituido
profeta para las naciones» (1L), por lo que es llamado a responder «Mi boca
anunciará incesantemente tus actos de justicia y salvación» (Sal), armado de «la
fe, la esperanza y el amor, pero [sin olvidar que] la más grande de todas es el
amor» (2L) y sabiendo que en esa misión y sus consecuencias no está solo, ya
que el mismo Señor vivió el rechazo, pero no por ello dejó de profetizar (Ev).
El Evangelio de este Domingo es
continuación y consecuencia del anterior: recordemos que Jesús se aplicaba a sí
mismo -nada menos que en su propia tierra- un texto de la Escritura donde decía
que había sido consagrado por el Espíritu de Dios para hacer lo que a su pueblo
(el pueblo de Dios) le correspondía y no estaba haciendo: llevar la Buena
Noticia los pobres, anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los
ciegos, dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor.
Más grave aún, para quienes le oían: se
atrevió a cortar la profecía de Isaías ahí y no leyó lo que venía inmediatamente
a continuación: que además debía proclamar «un
día de venganza para nuestro Dios» (Is 61,2), porque en su cultura,
Dios era tan nacionalista que debía castigar a los enemigos de los hebreos. Pero
eso no calzaba con la imagen que el Maestro tenía del Señor como un Padre
bueno.
O sea, iban a ver a un milagrero famoso y
se encontraron con alguien que les hablaba como maestro y profeta.
Como si fuera poco, después les recuerda
historias donde los profetas Elías y Eliseo, debido al rechazo de Israel, hicieron
signos poderosos de parte de Dios a extranjeros y no a judíos.
Sumando a lo anterior, sonaba
peligrosamente a anti-patriotismo.
Pero, ¿qué es un profeta?
No es un adivino, sino una persona que
tiene por misión hacer presente la verdad de Dios, poniendo al descubierto
nuestros desvíos, mentiras y cobardías, y llamando a todos a un cambio de vida.
Puede no ser agradable, entonces, escuchar
su mensaje.
Y, peor aún nos parece cuando creemos
conocer bastante al personaje; como que nos sale más fácil encontrar excusas
para no oírlo: “sabemos de dónde viene”, “lo hemos visto pasar normalmente entre
nosotros”, “¿quién se cree para hablarnos así?”
Les caería mucho mejor si realizara sus
curaciones y milagros; que hiciera algo “útil” en vez de decir cosas incómodas.
Por eso «ningún profeta es bien recibido
en su tierra».
Y, como no deja de “pisar callos”, recurren
al argumento de los cobardes: la violencia.
También hoy los profetas de Dios son
rechazados de distintas maneras: en nuestros encuentros, abandonando el lugar
donde hablan; intentando desprestigiarlos con acusaciones falsas; o, cuando se
tiene poder, prohibiéndoles enseñar y hasta hablar.
Por otro lado, los demás cristianos podemos
decir cosas muy lindas de Jesús: que es “Hijo de Dios”; que es “Salvador del
mundo”; y hasta que es un amigo y hermano, creyendo, la mayoría honestamente, que
al repetir todo esto, que es muy cierto, ya lo estamos acogiendo.
Pero no es así.
A Jesús, el “Profeta de Dios”, y a
quienes nos hablan de su parte, le dejamos entrar en nuestra vida sólo cuando
escuchamos sus palabras hasta el fondo, dejándonos trasformar por su verdad y
siguiendo su estilo de vida. Esto es, llamando a las cosas por su nombre, pero,
sobre todo, poniendo en acción sus enseñanzas, sin dejarnos vencer por el temor
a las consecuencias que esto pueda traernos.
Padre bueno, que en Jesús nos has dado
un ejemplo de coherencia y entrega a la verdad sin miedo a las represalias ni
al conflicto, ayúdanos a ser, como Él, coherentes con nuestra misión de
anunciar la Buena Noticia a los pobres y servir a la Verdad. Así sea.
Acogiendo a
quienes nos transmiten su mensaje de Paz, Amor y Alegría,
Miguel.
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