martes, 15 de enero de 2013

Unos se asombran y le admiran; otros intentarán provocarle



15 de enero de 2013
Martes de la Primera Semana Durante el Año

Lecturas:
Hebreos 2, 5-12 / Salmo 8, 2. 5-9 ¡Pusiste a tu Hijo sobre la obra de tus manos!

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos    1, 21-28
    Jesús entró a Cafarnaún, y cuando llegó el sábado, Jesús fue a la sinagoga y comenzó a enseñar. Todos estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.
    Y había en la sinagoga un hombre poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios.»
    Pero Jesús lo increpó, diciendo: «Cállate y sal de este hombre.» El espíritu impuro lo sacudió violentamente y, dando un gran alarido, salió de ese hombre.
    Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: «¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y estos le obedecen!» Y su fama se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea.
Palabra del Señor.

MEDITACION
En el lugar del culto religioso Jesús provoca reacciones contradictorias: unos se asombran y le admiran; otros intentarán provocarle.
Nadie escapa de esto, ni siquiera quien «enseñaba como quien tiene autoridad». Por eso, una enseñanza de vida es mantenerse consecuente, sin frenarse por los obstáculos que puedan ponerle a uno los que, por distintos motivos “impuros” se opongan a la acción desarrollada; pero tampoco caer en la trampa de la adulación, porque la voz de la multitud es esencialmente volátil (muchos de estos que lo reconocieron tuvieron que ser parte de los que pedían crucificarle después). Pidamos y busquemos orientación para intentar hacer siempre lo correcto.
Como cada quien es responsable de sus propios actos, más que criticar las actitudes de otros, tengamos presente  que tratándose de Jesús, nuestro Maestro, nosotros, porque sabemos que «si Dios le ha sometido todas las cosas [y]  nada ha quedado fuera de su dominio» (1L), y le reconocemos al Padre bondadoso: «pusiste a tu Hijo sobre la obra de tus manos» (Sal), por todo ello, lo aceptamos como nuestro Señor, buscando obedecerle.

El Santo de Dios ha venido para acabar con la rebeldía ante lo que es de Dios y, por tanto, sólo puede ser bueno. Y también para regalarnos el vino nuevo de la alegría de compartir la felicidad con los demás (ver Domingo siguiente). Gracias, Señor.

Motivados a responder al regalo de tu bautismo con Paz, Amor y Alegría para los hermanos,
Miguel.

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