miércoles, 26 de febrero de 2025

Saber dar frutos que hacen bien

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

2 de Marzo de 2025                                                  

Domingo de la Octava Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Eclesiástico 27, 4-7 / Salmo 91, 2-3. 13-16 Es bueno darte gracias, Señor / I Corintios 15, 51. 54-58

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     6, 39-45


    Jesús les hizo también esta comparación: «¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un pozo?
    El discípulo no es superior al maestro; cuando el discípulo llegue a ser perfecto, será como su maestro.
    ¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: “Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo”, tú, que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano.
    No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos: cada árbol se reconoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas.
    El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla la boca».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

La fe en el Dios de Jesús sólo tiene sentido si se manifiesta en buenas obras que sirvan a sus hijos, es decir, en desplegar toda la bondad con la que nos creó, ya que «el hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón» (Ev). De hecho, ya la sabiduría antigua de la Biblia, como el Señor, había usado esta metáfora acerca de quienes de esta manera viven «progresando constantemente en la obra del Señor» (2L), comparándolos con «el árbol bien cultivado [que] se manifiesta en sus frutos» (1L) y, si la persona es consecuente «en la vejez seguirá dando frutos, se mantendrá fresco y frondoso» (Sal): será una persona de la que se podrá decir que vivió como creyente en el Dios Padre Bueno y de todos.

Evitando las hipocresías.

En ambientes cristianos de fuerte compromiso con la Iglesia suele surgir el comentario sobre la dificultad actual para hablar de Dios. Hoy basta mencionarlo para que dejen de prestarle atención a uno.

¿Cómo entender esto?

Tal vez haya muchas explicaciones desde las ciencias sociales para esto, pero tal vez la respuesta más adecuada esté en la sabia frase del Maestro: «cada árbol se reconoce por su fruto», porque, como sabemos, no son las palabras las que convencen, sino las acciones que las respaldan.

Recordemos actitudes habituales de grupos cristianos:

Tal vez la más importante resalte en contraste con las palabras del propio Señor. Él oró pidiendo al Padre: «Que todos sean uno […] para que el mundo crea que tú me enviaste» (Jn 17,21). Pero hay multitud de iglesias, cada una excluyendo a las demás…

Esto, tristemente, no ocurre sólo entre instituciones, al interior de ellas se encuentran críticas nada fraternas entre distintos movimientos y, por cierto, entre los que deberían considerarse hermanos de la misma congregación.

Otro punto evidente: en las celebraciones católicas, más que las evangélicas, las personas que llegan por primera vez no se sienten acogidas. Y esto, mientras más grande es el templo, más notorio es.

En lo que es transversal a toda denominación inspirada en el Nazareno está el que parecen ocuparse más de lo que ocurre bajo las sábanas de otros que de los innumerables padecimientos reales de los demás.

Tampoco es privativo de una organización en particular -aunque mediáticamente ha sido preferencialmente apuntada la Iglesia católica- en lo respectivo a los delitos y pecados de abusos y el poco compasivo manejo de la relación con las víctimas.

(Es importante destacar algo un tanto positivo entre lo muy grave que es lo anterior: el hecho de que llame más la atención lo sucedido en el catolicismo que en otras denominaciones significa que se espera más de nosotros, lo que desafía a corregir pronto y mejor la situación).

Reconozcamos que hay, por cierto, junto a los mencionados, muchos otros frutos más luminosos, pero la condición humana suele poner la atención en lo negativo y estos quedan opacados. Además de que no sirve de nada vanagloriarnos en los aplausos, pero sí es muy necesario corregir lo que nos desvía de los caminos fraternales y caritativos que hemos aprendido de nuestro Maestro.

Entonces, para lo que importa, es decir, para tener la oportunidad de cumplir con el mandato final de Jesús: «Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación» (Mc 16,15), constatamos que tenemos la dificultad de que no nos quieren escuchar.


Esto ocurre porque nos viene muy bien (o muy mal) la reconvención: «¿Cómo puedes decir a tu hermano: “Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo”, tú, que no ves la viga que tienes en el tuyo?».

La tarea sería, por lo tanto, dejar de intentar ser guías ciegos al ejemplo de misericordia activa de nuestro Maestro, además de no ser sordos a su invitación a ser servidores de todos, sacando «el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón».

Esos son las buenas acciones que se esperaría de nosotros, las que nos harían creíbles y, por lo tanto, nuestro mensaje “escuchable”, debido a que vendría de personas a los que se nos reconocería por buenos y coherentes frutos (Mt 3,8).

 

Te pedimos, Señor, la gracia de acercarnos, cada vez más y cada vez mejor, a ser tierra adecuada, para que podamos dar buenos frutos de fraternidad, generosidad, servicio, cariño, compasión, perdón y tantas actitudes que son tan humanas y tan necesarias en nuestro tiempo y en nuestro mundo. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, ser reconocidos por los buenos frutos que aportamos a hacer crecer en nuestro ambiente,

Miguel.

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