viernes, 8 de febrero de 2013

La respuesta que importa no es la de la teoría, sino la de los efectos que produce en nuestra vida



8 de febrero de 2013
Viernes de la Cuarta Semana Durante el Año

Lecturas:
Hebreos 13, 1-9 / Salmo 26, 1. 3. 5. 8-9 ¡El Señor es mi luz y mi salvación!

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos    6, 14-29
    El rey Herodes oyó hablar de Jesús, porque su fama se había extendido por todas partes. Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos» Otros afirmaban: «Es Elías.» Y otros: «Es un profeta como los antiguos.» Pero Herodes, al oír todo esto, decía: «Este hombre es Juan, a quien yo mandé decapitar y que ha resucitado.»
    Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado. Porque Juan decía a Herodes: «No te es lícito tener a la mujer de tu hermano.» Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía, porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía, quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto.
    Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea. La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras y te lo daré.» Y le aseguró bajo juramento: «Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino.» Ella fue a preguntar a su madre: «¿Qué debo pedirle?» «La cabeza de Juan el Bautista», respondió esta.
    La joven volvió rápidamente adonde estaba el rey y le hizo este pedido: «Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.»
    El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla. En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan. El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y esta se la dio a su madre.
    Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.
Palabra del Señor.

MEDITACION
«Jesucristo [que] es el mismo ayer y hoy, y lo será para siempre» (1L), igual de permanentemente es objeto de la duda sobre su identidad (Ev). Dependiendo de esas respuestas han surgido distintas corrientes religiosas, culturales y hasta ideológicas.
Muchos, o casi todos, hemos estado, por nuestra parte, en la situación de decir: «yo busco tu rostro, Señor, no lo apartes de mí» (Sal); porque es normal la búsqueda del Señor, querer conocerlo mejor, saber más de Él, preguntarnos más de una vez ¿quién es realmente?
Pero la respuesta que importa no es la de la teoría, sino la de los efectos que produce en nuestra vida personal la convicción que nos hagamos al respecto.
La Madre Teresa de Calcuta escribió en una oración: “Para mí, Jesús es / El Verbo hecho carne / El Pan de la vida / La Palabra, para ser dicha / El Camino, para ser recorrido / El Hambriento, para ser alimentado / El Sediento, para ser saciado / El Desnudo, para ser vestido / El Desamparado, para ser recogido / El Enfermo, para ser curado / El Solitario, para ser amado / El Indeseado, para ser querido / El Leproso, para lavar sus heridas / El Mendigo, para darle una sonrisa / El Alcoholizado, para escucharlo / El Deficiente Mental, para protegerlo / El Pequeñín, para abrazarlo / El Ciego, para guiarlo / El Mudo, para hablar por él / El Tullido, para caminar con él / El Drogadicto, para ser comprendido en amistad / La Prostituta, para alejarla del peligro y ser su amiga / El Preso, para ser visitado / El Anciano, para ser atendido / Para mí, Jesús es mi Dios / Jesús es mi Esposo / Jesús es mi Vida / Jesús es mi único amor / Jesús es mi Todo”. Y esto lo demostró con sus acciones…
¿Cuál es tu respuesta vivida?

Porque te confesamos con los labios, pero no con el corazón, perdón, Señor. Para que guíes mis pasos por el sendero de la caridad, te pido, Señor. Por hacerte presente una y otra vez en el necesitado, para que, reconociéndote, encontremos el gozo de servirte, gracias, Señor.

Acogiendo a quienes nos transmiten su mensaje de Paz, Amor y Alegría,
Miguel.

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