jueves, 16 de mayo de 2013

Unidad para que el mundo crea


16 de mayo de 2013
Jueves de la Séptima Semana de Pascua

Lecturas:
Hechos 22, 30; 23, 6-11 / Salmo 15, 1-2. 5. 7-11 Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan    17, 20-26
Jesús levantó los ojos al cielo y oró diciendo:
«Padre santo, no ruego solamente por ellos, sino también por los que, gracias a su palabra, creerán en mí. Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.
Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno -yo en ellos y tú en mí- para que sean perfectamente uno y el mundo conozca que tú me has enviado, y que yo los amé cómo tú me amaste.
Padre, quiero que los que tú me diste estén conmigo donde yo esté, para que contemplen la gloria que me has dado, porque ya me amabas antes de la creación del mundo.
Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te conocí, y ellos reconocieron que tú me enviaste. Les di a conocer tu Nombre, y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me amaste esté en ellos, y yo también esté en ellos.»
Palabra del Señor.

MEDITACION
No es poca la responsabilidad que tenemos, quienes aspiramos a ser llamados cristianos, ya que Jesús, nuestro maestro, oró así: «como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste».
Es que, ¿cómo podría creer alguien que no lo conociera, si quienes dicen ser creyentes no tienen una vida acorde con las enseñanzas de quien da origen a nuestra fe?.
Si los católicos, por ejemplo, viviésemos la Misa en un ambiente de unidad y no de la misma manera en que asistimos a cualquier actividad masiva, absolutamente aislados de los demás o, como mucho, sólo cerca de nuestros conocidos, seríamos un signo de algo distinto a las realidades del mundo, uno que atraería la atención –y la vida- hacia esa fe comunitaria.
Y lo mismo vale, por cierto, para toda práctica relacionada con la religión cristiana. Resalto la Eucaristía porque es el momento cúlmine de ésta. Y si no es ahí, menos se puede esperar unidad en otras instancias.

Anhelamos poder decir «Tengo siempre presente al Señor» (Sal), pero somos conscientes de lo mucho que nos falta para ser coherentes en esto. Auxílianos para convertirnos a la unidad también, Señor. Así sea.

Revestidos con la fuerza que viene de lo alto para convertirnos al Reino de la Paz, el Amor y la Alegría,
Miguel.

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