miércoles, 16 de marzo de 2022

En búsqueda de la paciencia misericordiosa

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

20 de Marzo de 2022                                                

Domingo de la Tercera Semana de Cuaresma

 

Lecturas de la Misa:

Éxodo 3, 1-8.13-15 / Salmo 102, 1-4. 6-8. 11 El Señor es bondadoso y compasivo / I Corintios 10, 1-6. 10-12

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     13, 1-9


    En ese momento se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. Él les respondió:
    «¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera.»
    Les dijo también esta parábola: «Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: "Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?"
    Pero él respondió: "Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás."»

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

El Dios de la Biblia es uno que afirma: «he visto la opresión de mi pueblo […] y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos. Por eso he bajado a librarlo» (1L) y es así que, durante la historia, vemos que «El Señor hace obras de justicia y otorga el derecho a los oprimidos» (Sal). Por lo que, si nos consideramos creyentes, «No nos rebelemos contra Dios» (2L), convirtámonos (Ev) del egoísmo y la indiferencia y contribuyamos a evitar las injusticias, solidarizando con los que sufren.

Abraham y la higuera

Un breve cuento:

Un día Abraham invitó a un mendigo a comer en su tienda. Cuando Abraham estaba dando gracias, el otro empezó a maldecir a Dios y a decir que no soportaba oír Su Santo Nombre.

Presa de indignación, Abraham echó al blasfemo de su tienda.

Aquella noche, cuando estaba haciendo sus oraciones, le dijo Dios a Abraham: "Ese hombre ha blasfemado de mí y me ha injuriado durante cincuenta años y, sin embargo, yo le he dado de comer todos los días. ¿No podrías haberlo soportado tú durante un solo almuerzo?”

Esta historia, que no proviene de la Biblia, sino de la imaginación del genial escritor espiritual Anthony de Mello, refleja el Dios en quien él creía y nos suena muy semejante al Dios de las parábolas de Jesús, quien «no hace acepción de personas» (Hch 10,34), por lo que «hace salir su sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos» (Mt 5,45).

Podemos constatar que el tipo de sociedad que hemos construido no valora, sino más bien desprecia la paciencia. Y, como es imposible conseguirlo todo rápidamente, somos una sociedad llena de frustrados, por lo tanto, no somos felices.

¿Quién no ha escuchado en ambientes laborales que alguna tarea es “para ayer”? Los delivery de compras a distancia corren para ser entregados el mismo día. Ni qué decir los bocinazos y gritos en un embotellamiento de tránsito. Y la ultra masificación de medios digitales exige comunicación y respuestas inmediatas, sin importar las ocupaciones legítimas que tenga el interlocutor. Entre tantos otros ejemplos.

Y los cristianos no nos diferenciamos mucho de esto, realmente.

¿De dónde viene esta impaciencia, en lo que respecta al trato con los demás, al menos?

De nuestra deficiencia en la “vitamina de la misericordia” que hay en nuestro organismo espiritual: no nos alcanza la compasión para darle el tiempo suficiente a los demás, de manera que puedan realizar sus propios procesos, a su propio paso, sino que queremos que respondan en los nuestros y a nuestro estilo, olvidando que cada uno, cada una, vive sus propios trayectos, a sus propios ritmos.

¿Cómo se manifiesta esto?

A nuestras comunidades se acercan personas con sencillo interés en conocer más al Señor; muchas se van frustradas, porque se sienten exigidos a creer de la misma manera y que sus actitudes sean exactamente las mismas de quienes llevan décadas en la institución.

Pero también ocurre que se han alejado hermanos que pueden haber cometido un error y no encontraron la comprensión y la aceptación mínima, como si todos fuésemos perfectos. Y no lo somos.


Y si todo esto ya está mal (porque suponemos que estaremos de acuerdo en eso: que nos comportemos como el Abraham del cuento y no encuentren misericordia en la comunidad de los seguidores del Profeta de la Misericordia y la compasión activa y efectiva), lo empeora el hecho de que, si somos honestos con nosotros mismos, nos asemejamos también a esa higuera de la parábola, ya que, gracias a que el Señor dijo: «yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante», hemos tenido muchas oportunidades de enderezar los pasos hacia la Vida en abundancia, por lo que, como muestra de coherencia (y de agradecimiento), sería más correcto acoger este consejo, respecto a los tiempos y ritmos de los demás: «Sopórtense los unos a los otros, y perdónense mutuamente siempre que alguien tenga motivo de queja contra otro. El Señor los ha perdonado: hagan ustedes lo mismo» (Col 3,13). Pero, ojo, que no se entienda esto como “aguántense lo inaguantable”, sino como hacernos el soporte físico y anímico de aquellos que más lo necesitan, es decir: unos de otros, cada uno en el momento que lo necesite.

 

Nos has dicho, Señor, que quieres que seamos misericordiosos como el Padre. Y el desafío nos queda grande. Pero, como sabemos que nos conoces, y si creemos en ti, necesitamos intentarlo, porque tú confías en nosotros y dar pasos hacia eso sólo puede traer buenos resultados para nosotros mismos y para todos. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, aprender a mirar a los demás con la paciencia misericordiosa con que Dios los mira. Y con la misma que nos mira a nosotros,

Miguel.

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