miércoles, 1 de junio de 2022

Tratando de comprender la acción del Espíritu de Dios

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

5 de Junio de 2022                                                   

Pentecostés

 

Lecturas de la Misa:

Hechos 2, 1-11 / Salmo 103, 1. 24. 29-31. 34 Señor, envía tu Espíritu y renueva la superficie de la tierra / I Corintios 12, 3-7. 12-13 / Ev Juan 20, 19-23

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     7, 37-39

(Evangelio de la Vigilia de Pentecostés)


   
El último día de la fiesta de las Chozas, que era el más solemne, Jesús, poniéndose de pie, exclamó:

    «El que tenga sed, venga a mí; y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura: "De su seno brotarán manantiales de agua viva"».

    Él se refería al Espíritu que debían recibir los que creyeran en él. Porque el Espíritu no había sido dado todavía, ya que Jesús aún no había sido glorificado.

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Con fe podemos expresarle: «Si envías tu aliento, son creados» (Sal), no sólo los seres vivos, sino también los buenos gestos para una mejor convivencia humana. Por eso, después no se escatima, sino que «todos quedaron llenos del Espíritu Santo» (1L). Todos llenos. Para estar listos para la misión de hacerlo posible: «yo también los envío a ustedes» (Ev), sumando nuestra debilidad a Su poder, para hacer posible el que «en cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común» (2L). Es que, si Dios se involucra no será a medias, sino con todos y para todos, para el bien de todos.

Espíritu de Vida Plena.

Para presentar al Espíritu Santo, Espíritu del mismo Dios, las escrituras recurren a variados símbolos: «también fue bautizado Jesús. Y mientras estaba orando, se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como una paloma» (Lc 3,21-22).

¿Por qué esa ave en particular? Porque en la Biblia representa el amor: «oigo a mi amado que golpea. “¡Ábreme, […] paloma mía, mi preciosa”» (Cant 5,2); y la paz: «volvió a soltar la paloma fuera del arca. Esta regresó al atardecer, trayendo en su pico una rama verde de olivo» (Gn 8,10-11); y la ternura: «Todos nosotros […] gemimos sin cesar como palomas» (Is 59,11).

Las más bellas características asociadas a nuestro Dios.

Otro símbolo con el que se representa al Santo Espíritu: «Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo» (Hch 2,3-4), porque esta es una forma poderosa y serena que tiene Dios para comunicarse: «se le apareció el Ángel del Señor en una llama de fuego, que salía de en medio de la zarza. […] Moisés pensó: “[…] ¿Por qué será que la zarza no se consume?”. Cuando el Señor vio que él se apartaba del camino para mirar, lo llamó desde la zarza, diciendo: “¡Moisés, Moisés! […] Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob» (Ex 3,2-6).

Y, a la vez, es purificador para la vida de sus criaturas: «Yo los bautizo con agua para que se conviertan; pero aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. Él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego» (Mt 3,11).

Un símbolo más: la brisa que guía el camino de los hijos de Dios: «El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu» (Jn 3,8); elemento este que, además, se siente fuerte en la comunidad: «Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban» (Hch 2,1-2).

Y así, los escritores sagrados buscaron diversas formas para explicar esta realidad divina tan compleja, que, como todo lo referente a Dios, no se ve, pero se siente, la cual es que el propio Espíritu de Dios se manifiesta en medio nuestro.


Este día se nos ofrece un símbolo más: el agua, elemento que es tan importante para un pueblo que habita un territorio muy desértico, como es el que protagoniza gran parte de las Escrituras: «El que tenga sed, venga a mí; y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura: "De su seno brotarán manantiales de agua viva". Él se refería al Espíritu que debían recibir los que creyeran en él».

El Espíritu (Dios) es así: fecundante y refrescante «como lluvia que cae sobre el césped y como chaparrones que riegan la tierra» (Sal 72,6).

Y da plenitud de vida: «El agua que yo le daré se convertirá en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna» (Jn 4,14).

El agua para ellos, por las razones que mencionamos, y para todos, por los motivos que experimentamos en nuestro tiempo, es un bien preciado, como es para nosotros el amor misericordioso de Dios, por medio de su Espíritu que actúa en y entre nosotros.

 

Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles. Y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía tu Espíritu y serán creadas todas las cosas. Y renovarás la faz de la tierra. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, acoger como corresponde a hijos de Dios y discípulos de Jesús al Espíritu Santo santificador en nuestras vidas,

Miguel.

 

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