miércoles, 18 de enero de 2023

La forma también es parte del contenido en el mensaje de Jesús

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

22 de Enero de 2023                                                

Tercer Domingo Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Isaías 8, 23—9, 3 / Salmo 26, 1. 4. 13-14 El Señor es mi luz y mi salvación / I Corintios 1, 10-14. 16-17

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     4, 12-23

 


  Cuando Jesús se enteró de que Juan Bautista había sido arrestado, se retiró a Galilea. Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaúm, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías:
        «¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí,
        camino del mar, país de la Transjordania,
        Galilea de las naciones!
        El pueblo que se hallaba en tinieblas
        vio una gran luz;
        sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte,
        se levantó una luz».
    A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: «Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca».
    Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores. Entonces les dijo: «Síganme, y yo los haré pescadores de hombres».
    Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron.
    Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó.
    Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.
    Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y sanando todas las enfermedades y dolencias de la gente.

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Jesús, sabiamente, se retira al «otro lado del Jordán, el distrito de los paganos» (1L), al conocer lo que le sucede a Juan, porque se da cuenta que es tiempo de replegarse para realizar una «espera en el Señor» haciéndose fuerte (Sal). Para eso comenzará creando una comunidad con los pescadores de la periférica Galilea, quienes no están contaminados con la forma de vivir la religión de las grandes autoridades de la capital: ellos tienen la disposición humilde de dejarlo todo por seguir su caminar en pos del «Reino de los Cielos [que] está cerca» (Ev). El Maestro sigue llamado hoy a «anunciar la Buena Noticia, y esto sin recurrir a la elocuencia humana» (2L), sino, más bien, haciendo carne sus enseñanzas en la vida cotidiana.

No mejor ni peor: distinto.

Juan, el profeta de la conversión hacia los caminos de Dios ha sido encarcelado por el poder político, entonces Jesús decide continuar la misión que él tenía, por lo que también «comenzó a proclamar: “Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca”», como le había oído anunciar (Mt 3,1-2).

Sin embargo, como se puede esperar de personas inteligentes, aplicó su propio criterio para buscar llegar al mismo objetivo, haciendo algunos cambios respecto a las formas de Juan, fruto de su propia reflexión y oración al respecto.

Mientras el Bautista se estableció en las orillas del río Jordán, él se haría un rabí (maestro) itinerante: «Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido» (Mc 1,38).

Mientras el Bautista escogió como locación la zona de Judea (sur del país y donde se encontraba el centro político y religioso de su Nación), él se dedicaría «a las ovejas perdidas del pueblo de Israel» (Mt 15,24): las del alejado Norte, donde se encontraba Galilea.

Mientras el Bautista, como suelen hacer los Maestros en general, fijó un lugar al cual acudían quienes querían seguir su camino, él iría a la búsqueda de formar su comunidad de amigos (Jn 15,15), como vemos en el evangelio de hoy; unos pocos, en los que se apoyaría, hasta fijarlos en Doce.

Mientras el Bautista quiere reunir en torno a Sí sólo a los "puros", que se someten a su lavado espiritual, él quiere que su mensaje alcance a todo el mundo y en cualquier situación que cada cual se encuentre, sin requisitos previos.

Y, por cierto, todas estas diferencias no se quedan en lo externo: reflejan y son consecuencias de lo que interiormente se cree y se piensa sobre la inminente cercanía del reinado de Dios entre los hombres y mujeres de su tiempo.

Mientras para el Bautista el Reino se trataba de «la ira de Dios que se acerca» (Mt 3,7), para él es, más bien la misericordia del Padre, gratuita y generosamente desplegada, la que quiere reinar entre nosotros y desde nosotros para todos, mostrando con palabras y acciones propias cómo actúa Dios (Lc 15,11-32): «sanando todas las enfermedades y dolencias de la gente».

Y descubriendo cómo sería el mundo si hubiera gente que actuara como él: «Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso» (Lc 6,36).

En esa tarea solicitará a algunos, como los hermanos Andrés y Simón, Juan y Santiago, a quienes conoció, precisamente, en la comunidad de Juan (Jn 1,35-42) que le ayuden a desarrollar su misión, invitándolos a ser «pescadores de hombres».

Esta frase enigmática puede entenderse desde dos perspectivas complementarias:

Una: “necesitaré de las mismas habilidades que utilizan para pescar peces (experiencia, habilidad, paciencia, constancia y conocimiento de las condiciones y los tiempos) para acercar a las personas la Buena Noticia;


Dos: un profeta relata la visión que tuvo, donde brotaba agua desde debajo de la Casa de Dios y cuenta que se le indicó: «Hasta donde llegue el torrente, tendrán vida todos los seres vivientes que se mueven por el suelo y habrá peces en abundancia […] Los pescadores se apostarán a su orilla […] para tender las redes. Allí habrá tantas clases de peces como en el Mar Grande, y serán muy numerosos» (Ez 47,9-10).

Esos “peces” serán las personas que atraiga el agua bendita de la gracia compasiva de Dios, los que necesitarán que les guíen hacia la Vida buena que esta conlleva, para que ese pueblo que camina en tinieblas pueda recibir la maravillosa luz de conocer el amor del Padre Dios.

Esta es la misión que se les da a aquellos hermanos que nos cuenta el texto de este día y a todo aquel que quiera decirse cristiano.

 

Guíanos, Señor, en el camino a ser pescadores, costureras, profesores, albañiles, secretarias o cualquiera sea nuestra ocupación u oficio, orientados a servir a las mujeres y hombres que se encuentran en los ambientes en los que nos desenvolvemos, utilizando las habilidades y capacidades con las que el Padre nos dotó para el bien de todos. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, acercar la esplendorosa luz de la Buena Noticia a tantos y tantas que necesitan conocer cómo les ama el Padre Dios,

Miguel.

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