PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo
15 de Enero de 2023
Segundo Domingo Durante el Año
Lecturas de la Misa:
Isaías 49, 3-6 / Salmo 39, 2. 4. 7-10 Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad / I Corintios 1, 1-3
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 1, 29-34
Juan Bautista vio acercarse a Jesús y dijo: «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A Él me refería, cuando dije:
Después de mí viene un hombre que me precede,
porque existía antes que yo.
Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que Él fuera manifestado a Israel».
Y Juan dio este testimonio: «He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre Él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: "Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre Él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo".
Yo lo he visto y doy testimonio de que Él es el Hijo de Dios».
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
Ya no existen –gracias a Dios y al progreso de la conciencia humana- sacrificios de animales para “agradar a los dioses”, pero Jesús sigue siendo «Cordero de Dios», en el sentido de la humildad con que entendió que «Tú no quisiste víctima ni oblación; pero me diste un oído atento; no pediste holocaustos ni sacrificios, entonces dije: “Aquí estoy”» (Sal), por lo que se entregó a la misión de ser «la luz de las naciones, para que llegue mi salvación hasta los confines de la tierra» (1L), de manera de permitir que llegásemos a estar entre los que «han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser santos» (2L). Cuando, quienes hemos sido bautizados «en el Espíritu Santo» (Ev), como respuesta a todo esto, buscamos ser, desde nuestras capacidades y venciendo nuestras limitaciones, fieles al llamado de Dios, seguimos ayudando a quitar el pecado del mundo junto a Jesús.
Que el hacer sea la mejor forma de decir.
Dar testimonio es decir, por cierto, pero, sobre todo es hacer, de tal manera de poder convencer de que realmente se cree, porque eso es parte del encargo recibido de parte de Jesús: «Hagan que todos los pueblos sean mis discípulos […] enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado» (Mt 28,19-20).
Viene al caso recordar aquella acertada frase que circula por ahí: “Tu vida puede llegar a ser la única Biblia que algunos leerán”, para tener presente que el llamarnos creyentes conlleva la responsabilidad de ser considerados representantes de la fe que decimos tener.
Pues bien, los cristianos solemos tener cierta distancia rencorosa con aquellos que se dicen no creyentes, los que se resisten a acogernos en esta misión que tenemos. Sin embargo, hay que reconocer que muchos de ellos llegaron a esa postura por el testimonio (o la falta de él) que vieron en la vida de los creyentes que conocieron.
Relevaremos, de entre muchísimos más, unos ejemplos de frases muy conocidas, que nos parecen muy decidoras para argumentar esta afirmación que hemos hecho.
Cuando Carlos Marx dijo que “la religión es el opio del pueblo”, constataba lo que conoció en la protestante Renania (actual Alemania) de la segunda mitad de 1800, donde los pobres eran explotados con el soporte espiritual de la Iglesia.
Cuando John Lennon dijo que con su grupo The Beatles eran “más populares que Jesucristo” estaba reconociendo un hecho que era evidente para todos. La culpa no era de ellos, sino de quienes relegaron a ese puesto al Señor, por debajo de esos genios musicales, pero no más trascendentes que él para la vida de todos.
Y, tal vez históricamente la persona cuyos valores más se identificaron con el Señor, a quien admiraba, sin hacerse seguidor suyo, fue el líder indio Gandhi, quien alguna vez lo explicó así: “yo sería cristiano de no ser por los cristianos”, si recordamos que la discriminación brutal que le tocó vivir a su país era dirigida por autoridades bautizadas.
Viendo las muchas barbaridades que se han cometido “en su nombre”, que no hemos detallado, pero que se encuentra fácilmente en libros e internet, con mucha razón el francés Jean Renard expresó: “Desconozco si Dios existe, pero sería mejor para su reputación si no existiera”.
Por lo tanto, la reacción nuestra, en vez de molestarnos con quienes lamentablemente tienen muy buenas razones para ser críticos e incrédulos, debiese ser esforzarnos por dar (y sobre todo ser) mejor testimonio del Profeta de la misericordia y ternura de Dios.
Debido a ello, debiésemos hacer lo posible para no permitir que la religiosidad adormezca la búsqueda de dignidad y equidad en la sociedad, ya que se nos enseñó que son «Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados» (Mt 5,6).
También debiésemos hacer lo posible para que se comprenda que el mensaje de Jesús es muchísimo más valioso que la fama o la fortuna del mundo, con la certeza de Pedro: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna» (Jn 6,68).
Y hacer lo posible, además, para que nuestras palabras y acciones sean muy coherentes con el mensaje de nuestro Maestro, rompiendo divisiones y distancias vacías: «Que todos sean uno
[…] para que el mundo crea que tú me enviaste» (Jn 17,21).
Todo lo anterior, teniendo presente que, pese a lo que hemos hecho por siglos, en la práctica de Jesús no encontramos una intención de crear una organización ni, menos, hacer que la gente se le una para eso. De hecho, muchas veces parece que prefiere poner obstáculos a los que quieren unírsele (Lc 9,57-62).
Lo que aprendemos de él, en cambio, es que invita a descubrir que el mundo puede ser mucho mejor, con gestos más humanos (no tanto con palabras), haciendo lo posible para portarnos como si Dios reinase entre nosotros y en nosotros, esperando de los que creen en él (los que le creen a él) que den un testimonio de esto, no tanto verbalmente, sino tal como aprendimos del Maestro: desplegando solidaridad fraterna y servicio generoso hacia los necesitados.
Es importante notar que cuando envía a misionar, lo hace para que sus discípulos sirvan y lleven cercanía compasiva a las personas: «los envió a proclamar el Reino de Dios y a sanar a los enfermos» (Lc 9,2).
En ninguna parte de su instructivo menciona que atraigan gente a su grupo, como solemos entender aquel encargo de misionar que recordamos un poco más arriba.
Más aún, hay una escena que refuerza nuestro argumento: «Juan, dirigiéndose a Jesús, le dijo: “Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre y tratamos de impedírselo, porque no es de los nuestros”. Pero Jesús le dijo: “No se lo impidan, porque el que no está contra ustedes, está con ustedes”» (Lc 9,49-50). Es decir, no importa que no pertenezca a nuestra Iglesia, ni siquiera si cree o no; lo que importa es que haga el bien.
Y, por cierto, tú que crees, con mayor razón da testimonio de tu fe, siendo testimonio del servicio y la preocupación por los demás que has descubierto en las enseñanzas del Maestro.
Señor, tú nos invitas a ser testimonio de la Buena Noticia del Reino del Amor que el Padre quiere que construyamos entre todos y para todos. Danos la claridad, la audacia, la alegría y el valor necesarios para encontrar la forma de ser fieles a esa misión en las distintas circunstancias que nos van tocando. Así sea.
Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, las formas para dar testimonio, siendo testimonio, de las obras que Dios ha realizado en nuestras vidas,
Miguel.
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