miércoles, 4 de enero de 2023

Buscar cumplir humildemente la voluntad de Dios

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

8 de Enero de 2023                                                  

El Bautismo del Señor

 

Lecturas de la Misa:

Isaías 42, 1-4. 6-7 / Salmo 28, 1-4. 9-10 El Señor tenga piedad y nos bendiga / Hechos 10, 34-38

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     3, 13-17


Jesús fue desde Galilea hasta el Jordán y se presentó a Juan para ser bautizado por él. Juan se resistía, diciéndole: «Soy yo el que tiene necesidad de ser bautizado por ti, ¡y eres tú el que viene a mi encuentro!»
Pero Jesús le respondió: «Ahora déjame hacer esto, porque conviene que así cumplamos todo lo que es justo». Y Juan se lo permitió.
Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia Él. Y se oyó una voz del cielo que decía: «Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Jesús es el «Hijo muy querido» del Padre Dios, el que cuenta con toda su predilección, debido a que cumplió mejor que nadie lo que es justo (Ev): él fue destinado «a ser la alianza del pueblo, la luz de las naciones, para abrir los ojos de los ciegos, para hacer salir de la prisión a los cautivos y de la cárcel a los que habitan en las tinieblas» (1L), como un medio que usó el Creador para que todos pudiesen sentir que «El Señor bendice a su pueblo con la paz» (Sal). Y a eso dedicó sus energías y su actuar, obediente y fielmente, tanto que Pedro asertivamente pudo resumir su vida con la frase «El pasó haciendo el bien» (2L). Todos somos hijos y todos somos invitados a ser predilectos asemejándonos de esa manera al Hijo.

Un camino para toda la vida.

En un evangelio que se ha leído estos días recientes, se nos enseñaba que «a todos los que la recibieron (a la Palabra de Dios hecha carne), a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios» (Jn 1,12).

¿Qué hace, cómo se comporta, qué dice, alguien que ha recibido ese bello e inmerecido poder?

Bueno, en primer lugar, se nos hace imperativo señalar al respecto que nadie está forzado a nada, porque creemos que Dios no obliga; que Él quiere amor no sumisión. Y amor por imposición no es amor…

La pregunta va más bien en el sentido de descubrir en qué dirección debiese movernos esta gracia sobre gracia que hemos recibido de su amor compasivo (Jn 1,16).

El ejemplo, el modelo, como siempre, para quien se diga cristiano (los que creen en su Nombre) es y siempre será el Maestro nazareno.

Un párrafo antes del texto que se nos presenta hoy, encontramos palabras de Juan refiriéndose (ahora lo sabemos) a Jesús: «Yo los bautizo con agua para que se conviertan; pero aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. Él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla y limpiará su era: recogerá su trigo en el granero y quemará la paja en un fuego inextinguible» (Mt 3,11-12)

Y resulta que este gran personaje que acaba de anunciar ahora se presenta humildemente ante él para ser bautizado, como uno más. Por eso el Bautista exclama un tanto agobiado: «Soy yo el que tiene necesidad de ser bautizado por ti, ¡y eres tú el que viene a mi encuentro!».

Se resalta, entonces, la tremenda sencillez del Señor.

Y esa será una característica que lo acompañará en todo su ministerio.

Nunca está de más recordarlo, teniendo en cuenta que normalmente no hace mucha mella en la forma cómo vivimos el cristianismo muchos: él enseñó que no había venido «para ser servido, sino para servir» (Mc 10,45).

El motivo que da Jesús para hacerlo de esta manera que sorprende tanto al testigo de la luz (Jn 1,8) es que «conviene que así cumplamos todo lo que es justo», lo cual en su cultura se entendía, ni más ni menos, como hacer la voluntad de Dios (Is 42,6; 1 Jn 3,7).

Esa es otra motivación permanente para realizar su misión: «lo que yo busco no es hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió» (Jn 5,30), llegando a enseñarlo como oración: «que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo» (Mt 6,10).


La respuesta del Padre a esa humildad y deseo de ponerse a disposición de su querer para el bien de los demás es: «Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección».

En base a lo que el Señor nos enseñó, confiamos en que todos somos hijos de Dios, por eso nos invitó a llamarle familiarmente: «Cuando oren, digan: Padre» (Lc 11,2). Sin embargo, ha habido y sigue habiendo hermanos que se destacan por su entrega humilde a hacer las cosas según lo que entienden es la voluntad del Altísimo. Ellos, para nosotros, son sus hijos predilectos.Algunos les llaman santos...

Pero la lista no está cerrada: cada uno y cada una es invitado a hacer lo que se encuentre en sus manos para que el mundo sea un lugar más amable para todos, como hizo el hijo predilecto del Padre, como sienten que deben hacer quienes se sienten hijos amados por Dios, tratando de vivir según lo que es justo.

 

Es tarea de toda nuestra existencia ir descubriendo la voluntad de amor del Padre ante cada situación que se nos presente. Auxílianos, Señor, para comprenderla cada vez y para luego buscar llevarla a cabo, desde la sencillez de quienes se saben instrumentos suyos, para mejorar el mundo para todos. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, hacer que nuestra vida refleje lo que somos: hijos predilectos del Padre,

Miguel.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Aunque el cielo y la tierra se terminen

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo 17 de Noviembre de 2024                           ...