PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo
1 de Enero de 2023
Santa María, Madre de Dios
Lecturas de la Misa:
Números 6, 22-27 / Salmo 66, 2-3. 5-6. 8 El Señor tenga piedad y nos bendiga / Gálatas 4, 4-7
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 2, 16-21
Los pastores fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño, y todos los que los escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores.
Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón. Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, conforme al anuncio que habían recibido.
Ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño y se le puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el Ángel antes de su concepción.
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
Hacerle honor.
Jesús significa Dios salva. Era un nombre bastante común en la cultura judía, así como Josué, que es el mismo nombre escrito de otra manera.
También era una tradición de aquel pueblo escoger nombres con significado para sus hijos. A eso se debe que muchos padres utilizaran este que tiene ese sentido tan importante, porque en su cultura entendían que el nombre le imprimía un carácter a la persona que lo llevaba.
Por eso encontramos muchas ocasiones en la Biblia en que se indica que se pone o se cambia un nombre a alguna persona.
Un ejemplo: a Abram (“el padre es elevado”, cuyo significado es alguien que está sobre los demás) le es cambiado el nombre por el mismo Dios para señalar cuál sería su misión en adelante: «en adelante tu nombre será Abraham, para indicar que yo te he constituido padre de una multitud de naciones. Te haré extraordinariamente fecundo: de ti suscitaré naciones, y de ti nacerán reyes. Estableceré mi alianza contigo y con tu descendencia a través de las generaciones. Mi alianza será una alianza eterna, y así yo seré tu Dios y el de tus descendientes» (Gn 17,5-7).
Y uno que conocemos mejor: cuando Jesús se dirige a Simón, hijo de Jonás, y le anuncia: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo» (Mt 16,18-19).
Dejemos constancia, ya que hablamos de esto, y tomando en cuenta que en el calendario católico este día es una fiesta en honor a la madre de Jesús, que sobre el nombre de María no hay concordancia en su significado, pero los cristianos le han dado muchos otros nombres para señalar lo que significa ella en sus vidas y en su fe, como el de este día: “Madre de Dios”.
Hoy se nos cuenta que, a la semana de vida «llegó el tiempo de circuncidar al niño y se le puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el Ángel antes de su concepción», lo que encontramos en el episodio de la visita en sueños a José, en la que, hablando de María, le dice: «Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados» (Mt 1,21).
Para entender mejor cómo hizo honor a su nombre nos serviría que, para comenzar, tuviésemos una comprensión más o menos común de lo que se debiese considerar pecado.
Pongámonos de acuerdo, en primer lugar, en que cuando hablemos de pecado nos referiremos a toda acción que provoque el alejamiento de la persona de la voluntad de Dios.
¿Qué podemos aprender de la práctica de Jesús sobre esto?
Sus contemporáneos tenían una concepción un tanto estrecha de esto (no tan distinta de la de muchos hermanos nuestros hoy): lo identificaban como un catálogo de mandatos y prohibiciones escritas, en su caso, en lo que llamaban “la Ley”, que se encontraba en lo que para nosotros son los cinco primeros libros de la Biblia, de tal manera que «la Ley escrita sometió todo al pecado» (Gal 3,22).
Pues bien, tal vez su conflicto más grande con los hombres de la religión era lo que entendían como su “no respeto” al Día Sagrado, cuyo mandamiento era muy claro: «Acuérdate del día sábado para santificarlo […] el séptimo es día de descanso en honor del Señor, tu Dios. En él no harán ningún trabajo» (Ex 20,8-10)
Podemos entender de lo que hemos conocido de él que para el Maestro la voluntad de Dios era que la persona pueda llegar a la plenitud, de tal manera de que logremos recuperar lo mejor de lo humano que Él puso en nosotros. De ninguna manera pretende que le demos prioridad a las normas, aunque parezcan hechas para dar gloria a Dios: «si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda» (Mt 5,23-24).
Un ejemplo concreto lo vemos en aquella ocasión en que, pese a ser el día santo, el del descanso, sus discípulos hicieron algo tan natural como arrancar espigas al ir pasando por unos sembrados, para alimentarse. La reacción fundamentalista de los fariseos fue acusarlos con su Maestro: «¡Mira! ¿Por qué hacen en sábado lo que no está permitido?». Es ahí que Jesús aclara que es necesario ampliar la perspectiva, recordándoles un episodio histórico protagonizado por el más grande rey de su pueblo, el cual era por todos conocido: «¿Ustedes no han leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus compañeros se vieron obligados por el hambre, cómo entró en la Casa de Dios, en el tiempo del Sumo Sacerdote Abiatar, y comió y dio a sus compañeros los panes de la ofrenda, que sólo pueden comer los sacerdotes?». Su conclusión es que «El sábado (y lo que consideremos parte de las normas, que indicarían la voluntad de Dios) ha sido hecho para el hombre (para su bienestar), y no el hombre para el sábado» (Mc 2,23-27).
Por todo lo anterior, comprendemos que nos haría mucho bien salvarnos/liberarnos de las listas interminables de supuestas trasgresiones, a las que se llama genéricamente pecados (leves, graves, mortales… etc).
Incluso hay una tradición de llamar así a algo tan involuntario, como lo es el pensamiento… con eso se le agrega aún más innecesaria angustia a la relación con el Señor.
Entonces, podemos concluir que nuestro Maestro fue quien llevó a cabo, de la manera más fiel que se conozca, el hacer que Dios pueda salvar a muchos por intermedio suyo, siendo guía nuestro en la salvación/liberación de trabas y cadenas que impiden que tengamos una vida bella y buena, que fue para la que nos creó el Padre Bueno.
Tengamos presente que «Esta es la libertad que nos ha dado Cristo. Manténganse firmes para no caer de nuevo bajo el yugo de la esclavitud» (Gal 5,1).
Que podamos hacer lo que esté en nuestras manos para honrar el nombre que nos han dado: cristianos, es decir, seguidores tuyos, Señor, aportando desde nuestros espacios, a la salvación/liberación que nuestros hermanos necesitan para vivir como dignos hijos de Dios. Así sea.
Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, acercarnos lo más posible a honrar el nombre de cristianos, seguidores del Profeta de la Tierna Misericordia de Dios,
Miguel.
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