miércoles, 21 de diciembre de 2022

Buena noticia para los últimos, buenas noticias para todos

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

25 de Diciembre de 2022                                         

Natividad del Señor

 

Lecturas de la Misa:

Isaías 9, 1-6 / Salmo 95, 1-3. 11-13 Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor / Tito 2, 11-14

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     1, 18-24

(Lectura de la noche)


Jesucristo fue engendrado así:
María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados».
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: «Dios con nosotros».
Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa.

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Hace muchos siglos ya que se anunció lo siguiente: «les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor» (Ev), en aquel entonces ocurrió que «el pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz» (1L), una que iluminó y sigue haciéndolo, ahora con la vista puesta en su retorno, ya que los cristianos «aguardamos la feliz esperanza y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador, Cristo Jesús» (2L) con la confianza en que «él gobernará al mundo con justicia y a los pueblos con su verdad» (Sal). La espera de esto, para tenga sentido no debiese encontrarnos de brazos cruzados, sino con las manos abiertas para dar.

Los primeros en el corazón misericordioso de Dios

Los evangelios no buscan dejar bien parados a los primeros discípulos. Lejos de eso: los muestran más bien lentos de entendimiento acerca del trascendental mensaje que Jesús trataba de transmitirles. Ni siquiera el fundamental grupo de los Doce se salvaba de esto. Ejemplos:

En una ocasión Jesús les reprocha: «¿Todavía no comprenden ni entienden? Ustedes tienen la mente enceguecida. Tienen ojos y no ven, oídos y no oyen» (Mc 8,17-18).

Un poco más adelante, el mismo evangelista nos informa acerca de las dificultades que tenían estos al respecto: «Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas» (Mc 9,32).

Hasta el buen Pedro recibe esta dura reprimenda de su Maestro: «¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres» (Mt 16,23).

Nosotros, reconozcámoslo, no lo hacemos mucho mejor, ya que no logramos comprender muchas cosas de las enseñanzas de Jesús. Por tomar sólo una: la prioridad de los últimos en la práctica de nuestro Señor y Maestro.

Los últimos son los pequeños, aquellos que poco o nada se toma en cuenta, los que son despreciados y marginados. Y, entre nosotros, si nos damos cuenta, no dejan de ser últimos nunca…

Hay un capítulo del evangelio de Marcos que resalta estas ideas: «Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron. Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: “Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos”» (Mc 10,13-14). Esto ocurrió porque, como nos señalan los estudiosos, los niños no eran personas aún, no tenían relevancia en su tiempo. Sin embargo, el Maestro pone a estos “últimos” en un lugar prominente.

Inmediatamente avanzando en el mismo capítulo, nos encontramos con un rico, uno de los “primeros” en toda sociedad, entonces y ahora. Él pide la receta para heredar la vida eterna. Pero la respuesta de Jesús no fue de su agrado: «ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres» (Mc 10,21). Es decir, le indica que para alcanzar ese bello objetivo necesitaba deshacerse de sus privilegios y hacerse último.

Esto es tan importante que lo reafirma y resalta con la desconcertante alegoría (para casi todo discípulo de aquel tiempo, de después y de ahora) acerca del camello y el ojo de la aguja (Mt 10, 23-27).

En ese contexto, el vocero de los Apóstoles, Pedro, le recuerda a Jesús que han sacrificado mucho (desde el punto de vista material) por seguirlo. Y es ahí que el Maestro resalta que esa es la forma y concluye: «Muchos de los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros» (Mc 10,31).

Entonces, demostrando una vez más que no logran comprender, dos discípulos le piden quedar en los puestos principales y los demás se enojan con ellos, probablemente, porque ellos los querían para sí. La reacción de Jesús fue enseñarles una vez más que quien quiera estar en sintonía con él debía aprender el arte de ser últimos: «el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud» (Mc 10,35-45).

Y, así, la orientación es clara. Y viene del propio Dios. Ya había dicho el Maestro: «lo que hace el Padre, lo hace igualmente el Hijo» (Jn 5,19).

Una muestra de dónde aprendió estas cosas la tenemos en el evangelio para este día…

Al mismo Ángel que ha tenido la misión de anunciar a todos los involucrados el papel que debían jugar para que se cumpliesen los planes salvadores de Dios, hoy lo vemos informando el gran acontecimiento. Pero notemos que no se lo informa a reyes o autoridades, sino a sencillos pastores…

¿Cuál es la buena noticia que anuncian? «les ha nacido (a ustedes, los que viven en los márgenes) un Salvador, que es el Mesías, el Señor».

¿Cómo lo reconocerían? Nada estrambótico, nada de los “primeros” del mundo: «esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre».

El Buen Dios, nuestro Padre, parece querer decirnos que, si seguimos dejando a los últimos de lado, nuestras sociedades se mantienen en la barbarie y, por lo tanto, Él no está ahí con nosotros.


En cambio, si aprendemos del gran signo de que su Grandeza se hizo un vulnerable bebé en un refugio de animales -último de los últimos- y buscamos poner a los más débiles en primer lugar, demostramos que avanzamos todos en signos de que lo mejor de lo humano crece entre nosotros, acogiendo Su Presencia Sanadora y Liberadora.

La Navidad, entre otras cosas, debiese producir en quienes «nos gloriamos en Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo» (Rm 5,11) que nazca y renazca en nosotros el estilo de ser hijos del Padre como hemos aprendido del ejemplo y el mensaje del mismo a quien celebramos en este día.

 

Que nuestra vida (nuestros hechos y nuestras palabras) puedan cantar permanentemente: «¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!», realizando acciones que hagan glorificar a nuestro Padre también en la tierra, y contribuyendo a que reine la paz, fruto de la justicia, en toda la humanidad tan amada por Él. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, descubrir la forma más fiel de dar gloria al Buen Padre Eterno, cuidando, respetando y sirviendo a sus hijos amados, con especial atención a sus predilectos: los últimos entre nosotros,

Miguel.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Aunque el cielo y la tierra se terminen

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo 17 de Noviembre de 2024                           ...