miércoles, 22 de febrero de 2023

Para no perderse en el camino de la plenitud

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

26 de Febrero de 2023                                             

Primer Domingo de Cuaresma

 

Lecturas de la Misa:

Génesis 2, 7-9; 3, 1-7 / Salmo 50, 3-6. 12-14. 17 ¡Ten piedad, Señor, pecamos contra ti! / Romanos 5, 12-19

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     4, 1-11



    Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio. Después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, sintió hambre. Y el tentador, acercándose, le dijo: «Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes.»
    Jesús le respondió: «Está escrito:
    "El hombre no vive solamente de pan,
    sino de toda palabra que sale de la boca de Dios"».
    Luego el demonio llevó a Jesús a la Ciudad santa y lo puso en la parte más alta del Templo, diciéndole: «Si tú eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito:
    "Dios dará órdenes a sus ángeles,
    y ellos te llevarán en sus manos
    para que tu pie no tropiece con ninguna piedra"».
    Jesús le respondió: «También está escrito:
    "No tentarás al Señor, tu Dios"».
    El demonio lo llevó luego a una montaña muy alta; desde allí le hizo ver todos los reinos del mundo con todo su esplendor, y le dijo: «Te daré todo esto, si te postras para adorarme.»
    Jesús le respondió: «Retírate, Satanás, porque está escrito:
    "Adorarás al Señor, Dios,
    y a Él solo rendirás culto"».
    Entonces el demonio lo dejó, y unos ángeles se acercaron para servirlo.

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Siempre hemos sido, somos y seremos tentados (1L y Ev), pero no por algo o alguien externo a nosotros, sino por nuestro egoísmo en lo personal y por su manifestación social que es el individualismo, a los cuales podemos darle el nombre de “diablo”, que significa el que divide: a nosotros de Dios y de nuestros hermanos. Ante eso, necesitamos una actitud de oración permanentemente: «Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu» (Sal), de tal manera que nos sea más posible que sigamos recibiendo los frutos del hecho que «la gracia de Dios y el don conferido por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, fueron derramados mucho más abundantemente sobre todos» (2L) y su compañía nos salva y nos libera del mal.

¿Tentaciones? ¿Qué es eso?

Creemos que la Palabra del Señor tiene Vida eterna (Jn 6,68), que le sirve a todas las personas, toda la vida. Pero no siempre sabemos cómo acercársela a nuestros hermanos. Lo peor, y es la causa de lo anterior, ni nosotros tenemos claro cómo traerla a nuestro presente.

¿Cómo aterrizar a nuestro siglo, a nuestra madurez y a nuestra inteligencia este relato que se nos presenta en este día?

Porque hay que tomar en cuenta, como todo lo que encontramos en nuestro Libro Sagrado, que este texto fue elaborado para personas que vivieron hace dos milenios, con imágenes y conceptos que ellos entendían muy bien, pero que, obviamente, no tienen mucha relación con las concepciones y comprensiones de nuestro tiempo y nuestra cultura.

Para lograr lo anterior, nos sería muy útil despejar las siguientes cuestiones: ¿qué son las tentaciones? ¿quién o quiénes tientan? ¿con qué situaciones concretas de nuestro presente podemos asemejar todo esto?

Como una forma de ayudarnos a responder estas preguntas nos apoyaremos en fragmentos de una reflexión sobre este evangelio realizada por Julián Riquelme, op (www.adorarenespiritu.org). Él dice:

“Según la Biblia, la tentación es ‘poner a prueba’ a una persona para que se desoriente, se salga de su camino, no acierte con el objetivo de su maduración, no crezca desde dentro. Las tentaciones son inherentes a nuestra condición humana y, por tanto, son normales; emergen de nuestra condición de creatura con capacidad de elegir, de optar, de construirnos como personas, de ser libres para...”

Concordando con aquello, concluimos que no hay un ser o un ente externo a nosotros mismos que nos tiente: son nuestra soberbia, nuestro egoísmo y todo lo que provoca en nosotros el estilo consumista y adorador de lo material en que vivimos los que permanentemente nos ponen a prueba, los que nos alejan de la plenitud de lo humano que nuestro Padre Bueno quiso y quiere para nosotros.

En cuanto a ver en lo concreto de lo que nos toca como personas y comunidades ejemplos de tentaciones, continúa Riquelme:

“Si el consumo, que incluye necesidades básicas y superfluas, se acepta en forma total como un ídolo, vuelve a las personas egoístas, oprimidas y antisolidarias. El Nazareno elige el camino, que humaniza: «El hombre no vive solamente de pan»”, también de buscar “el bien común de la familia y de la ciudadanía”.


Por otro lado “El Maestro no siente necesidad de arrojarse desde el alero del templo para probar que Dios es Amor: sobra el espectáculo para probar su mesianismo, porque el Dios Liberador es el mismo Dios Creador, que sigue trabajando por el bien de todos”, mientras que nosotros optamos por la comodidad, porque “cuando estamos en problemas, a veces somos “milagristas”, vale decir, buscamos soluciones fáciles, esperamos que Dios lo arregle todo, sin nuestra participación ni concurrencia”.

Por último, adorar al demonio “es, pactar con el ídolo del poder (cfr. Ex 23,24ss; Dt 34,1-4). Jesús elige ir por el camino del servicio” con la certeza de que “vivir mandando y sin hermandad, no da felicidad. Dios se comunica solo en el servicio, en la entrega a los demás, en el amor”.

Materialismo, egocentrismo facilista y búsqueda del poder, todas pasando por sobre el bienestar de los demás, son tentaciones que entendemos claramente y a las que estamos invitados a vencer, cada vez más y cada vez mejor.

 

Hemos rezado tantas veces: “No nos dejes caer en tentación”… Para eso precisamos que el Señor nos ayude a tener la fuerza y la coherencia necesarias para no desorientarnos, de tal manera que no nos salgamos del camino de plenitud, belleza y bondad que propone para nosotros y los que nos rodean. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, intentar seguir coherentemente y sin desviarnos el camino que nos señala el que es Misericordioso y Compasivo, para enseñarnos a serlo nosotros también,

Miguel.

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