PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo
5 de Marzo de 2023
Segundo Domingo de Cuaresma
Lecturas de la Misa:
Génesis 12, 1-4 / Salmo 32, 4-5. 18-20. 22 Señor, que descienda tu amor sobre nosotros / II Timoteo 1, 8-10
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 17, 1-9
Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz. De pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús.
Pedro dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: «Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo».
Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor. Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: «Levántense, no tengan miedo».
Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo. Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No hablen a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos».
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
Después de siglos de caminar lejos de la voluntad de Dios, conociendo que nuestra alma clamaba diciéndole: «que tu amor descienda sobre nosotros, conforme a la esperanza que tenemos en ti» (Sal), «Él nos salvó y nos eligió con su santo llamado, no por nuestras obras, sino por su propia iniciativa» (2L). Y el primero en ser llamado en esta historia fue Abraham, a quien le prometió: «Yo haré de ti una gran nación» (1L): que es el Pueblo de Dios a través de los siglos, el que llegará a ser encabezado por Aquel al que identificó como su «Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección» y a quien hay que escuchar con el corazón (Ev). Nos toca hacer honor a este privilegio comportándonos, cada vez más y cada vez mejor, como hijos de Quien es El Amor.
Porque hay razones todopoderosas para confiar.
Nuestra naturaleza egoísta intuye que debe temer la cercanía con el Todopoderoso.
Pero intuye mal, porque olvida que, además, Él es Todomisericordioso.
Así le sucedió a Adán, ya que, una vez que comete su acto de desobediencia, sintiéndose despojado de su amistad: «el Señor Dios llamó al hombre y le dijo: “¿Dónde estás?”. “Oí tus pasos por el jardín, respondió él, y tuve miedo porque estaba desnudo. Por eso me escondí”» (Gn 3,10)
Un escritor sagrado, por otra parte, pone en boca de Moisés este recuerdo histórico: «Desde el día en que salieron de Egipto hasta que llegaron a este lugar, ustedes han sido rebeldes al Señor. Ya en el Horeb lo irritaron, y él se indignó tanto que estuvo a punto de destruirlos» (Deut 9,7-8)
Y un profeta le da voz al mismo Dios advirtiendo: «¡Se acerca el fin para ti, ya es inminente! […] Ahora, en seguida, derramaré mi furor sobre ti, desahogaré mi ira contra ti, […] No te miraré con piedad y no me compadeceré, […] así ustedes sabrán que yo, el Señor, soy el que golpeo» (Ez 7,6-9)
«Ahí llega el Día del Señor, día cruel, de furor y de ira ardiente, para hacer de la tierra una devastación y exterminar de ella a los pecadores» (Is 13,9), cosa que también creía Juan Bautista (Mt 3,7)
Este Dios (o la versión de Él que nos presentan los escritores de estos textos) es realmente terrorífico. Y, como sabemos, muchas corrientes cristianas (y dentro de todas ellas hay quienes) fomentan el temor/terror a Dios, basados, probablemente, en los escritos como los previos.
Sin embargo, Jesús parece haber guiado su vida por otros textos, tan inspirados como los anteriores, pero mucho más esperanzadores, como este: «Si tienes en cuenta las culpas, Señor, ¿quién podrá subsistir? Pero en ti se encuentra el perdón» (Sal 130,3-4)
De hecho, es muy significativo que, en el acto que se considera el comienzo de su ministerio, cuando va la sinagoga de Nazaret y se aplica a sí mismo el pasaje del profeta Isaías que leyó: «El espíritu del Señor está sobre mí […] Él me envió a llevar la buena noticia a los pobres, a vendar los corazones heridos…», etc. Pero lo interrumpe justo antes del versículo que indica que también es enviado a proclamar «un día de venganza para nuestro Dios» (Is 61,1-2). Llamativo, ¿verdad?
En este momento es necesario recordar que es a Él (es decir sus criterios), y no a otros, a quien debemos dejar que nos guíe. Incluso, eso mismo podríamos entender de lo que dice la voz del cielo: «Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo», a él más que a los grandes representantes de lo que es nuestro Antiguo Testamento, los muy respetables Moisés y Elías.
Porque, según lo que hemos podido aprender de lo que nos cuentan los evangelios, en su sentir profundo, Dios no es un ser aterrador, sino «bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; no nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas» (Sal 103,8-10)
Además, él nos cuenta: «lo que hace el Padre, lo hace igualmente el Hijo» (Jn 5,19), por lo que todo lo hace con ternura, misericordia y compasión. En el caso del relato de este día, se acerca con cariño a sus discípulos y, «tocándolos, les dijo: “Levántense, no tengan miedo”».
El Dios en quien cree Jesús declara: «No temas, porque yo estoy contigo, no te inquietes, porque yo soy tu Dios» (Is 41,10); por eso, uno de sus discípulos escribirá: «En el amor no hay lugar para el temor […] el que teme no ha llegado a la plenitud del amor. Nosotros amamos porque Dios nos amó primero» (1 Jn 4,18-19). Consecuentemente, el más fiel enviado de su Amor, nos conforta frente al temor, de esta manera: «¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre que está en el cielo […] No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros» (Mt 10,29-31)
Por tanto, si creemos en él -si le creemos a él-, tenemos más argumentos para confiar que para temer. A ver si nos atrevemos más a vivir poniendo en acción nuestra fe con mayor audacia y creatividad en favor de los demás.
Que siempre nos sintamos capaces de echar fuera o combatir con fuerza el miedo que frena y esclaviza, buscando avanzar por los caminos de la vida y del amor-servicio a los demás, confiando en ti, Señor y en nuestro Dios (Jn 14,1). Así sea.
Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, impedirle al natural temor que detenga nuestra determinación de caminar lo más fielmente posible por los caminos fraternos y solidarios que nos indicó el Señor,
Miguel.
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