miércoles, 8 de mayo de 2024

La alegre noticia de que todos, sin distinción, tenemos acceso al Padre

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

12 de Mayo de 2024                                                 

La Ascensión del Señor

 

Lecturas de la Misa:

Hechos 1, 1-11 / Salmo 46, 2-3. 6-9 El Señor asciende entre aclamaciones / Efesios 1, 17-23

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos     16, 15-20


Jesús resucitado se apareció a los Once y les dijo:
    «Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará.
    Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán».
    Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios.
    Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban.

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Creemos que «El Señor es el Rey de toda la tierra» (Sal) y que el encargo de este soberano para sus “súbditos” es: «anuncien la Buena Noticia a toda la creación» (Ev). Pero para esto contamos con su ayuda: «recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos […] hasta los confines de la tierra» (1L). Con ese auxilio podremos atrevernos a realizar la misión sin temor, para luego poder valorar «la extraordinaria grandeza del poder con que él obra en nosotros, los creyentes, por la eficacia de su fuerza» (2L). Hay que atreverse.

Anunciar la Buena Noticia dando buenas noticias.

Nuestro envío, el que nos ha encargado Jesús, es claro y permanente: «anuncien la Buena Noticia a toda la creación». Y esto para el bien de todos.

Pero… ¿cómo llevarlo a cabo si parece que el mundo no nos quiere escuchar? Peor aún: muchos tienen muy mala opinión de nosotros, por lo que están dispuestos a creer lo que le podamos decir… ¿qué hacer, entonces?

Está claro que no es opción darse por vencidos… ¿verdad?... O, ¿no será que ya nos resignamos a la idea de que esto no sea posible y este sea parte del problema?

Asumiendo que sí nos preocupa el tema y, por ello, queremos ocuparnos de esta tarea que se nos ha dado, habría que revisar qué estamos haciendo para ser fieles al encargo que nos ha hecho nuestro Señor.

Una secretaria parroquial, por ejemplo, comentaba, a propósito del uso del velatorio para un suicida, que en estos casos la familia es muy ambigua al dar esa información por temor a que se les impida honrar ahí a su ser querido. Esto porque aún existe entre nosotros la idea de que quien comete un acto así es aborrecido por Dios, lo que no lo hace merecedor del uso de nuestras instalaciones, ni el servicio de nuestros ministros.

Lo anterior olvida o demuestra ignorancia respecto a que los estudios científicos enseñan que nadie llega a ese acto completamente libre; habitualmente, hay un forzamiento sicológico imposible de combatir.

Otro caso: es posible que cada uno de nosotros conozcamos personas que viven su fe con culpa y no plenamente, debido a que se sienten en falta frente a Dios, porque su relación matrimonial fracasó. Pero ¿alguien puede ser apuntado por esto, teniendo en cuenta que, como todos sabemos, las relaciones interpersonales son siempre muy complejas y las matrimoniales no escapan a eso? Además de no saber cuánto esfuerzo hizo la persona para evitar llegar al rompimiento.

Y está también lo que han vivido muchas personas a las que se les niega algún beneficio por no tener algún sacramento, como si no tuviésemos suficientes experiencias que demuestran que haber pasado por ese rito no es ninguna garantía de que alguien será un buen elemento.

(Y sólo mencionaremos a la pasada, por lo conocido que es, el tremendo antitestimonio de los colegios que se dicen católicos, pero que excluyen a muchos por sus altos costos, siendo en la práctica lugares exclusivos para los ricos, pese a que Jesús enseña que los pobres van primero).

Nos hemos referido, hasta ahora, sólo al catolicismo. Pero sabemos que todas las otras denominaciones cristianas (por lo tanto, con el mismo mandato) tienen también sus propias obligaciones y prohibiciones para considerar a la gente parte de los “buenos”.

La pregunta que uno puede hacerse respecto a lo reseñado (y más) es: ¿qué necesidad tiene el dios de todos ellos de complicarle la vida a los humanos?

Porque los suicidas no son rebeldes contra Dios, ni los separados lo hacen porque conscientemente quieren dividir lo que Él ha unido, tampoco, ningún niño es “culpable” de no haber sido bautizado.

Es más: el Dios de Jesús no anda poniendo trabas, sino acogiendo a sus hijos.

Así descubrimos que tal vez el más grave problema para poder llevar el evangelio a “toda la creación” quizás sea que nos dedicamos, al revés de las palabras de Jesús, a anunciar “malas noticias” para los demás. Y eso no es atractivo para nadie.


¿Qué debiésemos anunciar, entonces? Lo mismo que Jesús, quien, en palabras de Pablo: «vino a proclamar la Buena Noticia de la paz, paz para ustedes, que estaban lejos, paz también para aquellos que estaban cerca. Porque por medio de Cristo, todos, sin distinción, tenemos acceso al Padre, en un mismo Espíritu. Por lo tanto, ustedes ya no son extranjeros ni huéspedes, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios» (Ef 2,17-19).

Es decir que las restricciones, las culpas, las prohibiciones, todo lo que no sea abrirle el acceso a “todos, sin distinción” al corazón generosamente misericordioso de Dios está lejos (y, por eso, aleja) de la Buena Noticia que debe ser anunciada para que quien crea en ella se salve.

Tremenda responsabilidad tenemos en lo que hacemos y decimos, si nos decimos cristianos, y a la que no le hemos tomado suficientemente el peso que corresponde.

 

Tu corazón misericordioso, Señor, no busca agobiarnos, sino inspirarnos para que podamos dar frutos que pongan tu gozo en nosotros. Hoy recordamos tu encargo de llevar la Buena Noticia del amor del Padre Bueno a todos. Guíanos, ayúdanos a vencer los obstáculos que nosotros mismos nos creamos y a ser creativamente coherentes en esta tarea. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, acercarnos cada vez más y cada vez mejor al logro de hacer llegar la Buena Noticia del generoso cuidado de Dios por todos a toda la creación,

Miguel.

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