PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo
La Sagrada Familia de Jesús, María y José
Lecturas de la Misa:
Eclesiástico 3, 3-7. 14-17 / Salmo 127, 1-5 ¡Felices los que temen al Señor y siguen sus caminos! / Colosenses 3, 12-21
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 2, 13-15. 19-23
Después de la partida de los magos, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo».
José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto.
Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del Profeta: Desde Egipto llamé a mi hijo.
Cuando murió Herodes, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José, que estaba en Egipto, y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, y regresa a la tierra de Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño».
José se levantó, tomó al niño y a su madre, y entró en la tierra de Israel. Pero al saber que Arquelao reinaba en Judea, en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí y, advertido en sueños, se retiró a la región de Galilea, donde se estableció en una ciudad llamada Nazaret. Así se cumplió lo que había sido anunciado por los profetas:
«Será llamado Nazareno».
Palabra del Señor.
MEDITACION
La Biblia, en su antigua sabiduría, invita a ser familias felices, utilizando imágenes fácilmente comprensibles cuando se escribieron estos textos: «El que honra a su padre expía sus pecados y el que respeta a su madre es como quien acumula un tesoro» (1L), si se hace así «Comerás del fruto de tu trabajo, serás feliz y todo te irá bien» (Sal). Para todo lo anterior, «Sobre todo, revístanse del amor, que es el vínculo de la perfección» (2L). Pero el Evangelio pone una cuota de realismo en este ideal: las familias también tenemos dificultades y, con la ayuda de Dios, sabremos superarlas y tener relaciones más plenas en ellas.
Un padre, una madre y un niño que viven según Dios.
Sería miope entender que lo se celebra este día, la Sagrada Familia, busca resaltar una composición exactamente igual a la de la de Nazaret: padre, madre, hijo. Aunque algunos efectivamente lo hacen así.
Conociendo las enseñanzas de Jesús, podemos comprenderla de otra manera.
Recordemos, por ejemplo: «El que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre» (Mc 3,35). Esto significa que para él su familia no se define por la biología, sino por las conductas que se acercan a realizar lo que Dios quiere. Y eso hacían sus padres.
Veamos a José, por ejemplo. Él «era un hombre justo» (Mt 1,19). ¿Qué se entiende en la Biblia por esto? Es quien «no oprime a nadie […] devuelve la prenda al deudor y no quita nada por la fuerza; […] da su pan al hambriento y viste al desnudo; […] no presta con usura ni cobra intereses…» (Ez 18,7-8).
A la vez, porque se lo pide Dios, es alguien capaz de cambiar de planes y de opinión, al no rechazar a María, como había decidido, debido al embarazo de ella previo a comenzar su vida marital (Mt 1,24). También aceptó ser guiado por «el Ángel del Señor» para tomar decisiones radicales respecto al lugar de residencia de su familia, como se nos cuenta hoy.
Por su parte, la madre es una persona que sabe reconocer la presencia de Dios en su vida: «Mi alma canta la grandeza del Señor […] el Todopoderoso he hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo!» (Lc 1,46-49).
Pero también es capaz de agradecer su intervención en la historia humana: «dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías» (Lc 1,51-53).
Su actitud ante esto es tener disposición, actitud de oración, para poder escuchar lo que Dios tiene que decirle (Lc 1,26-38), «conservaba estas cosas en su corazón» (Lc 2,51) y termina exhortando: «Hagan todo lo que él les diga» (Jn 2,5), refiriéndose, por cierto, a Jesús.
¿Y del Niño, qué aprendemos? A dejarnos cuidar y a depender. Él, que era Dios, se deja atender, por dos criaturas y «vivía sujeto a ellos» (Lc 2,51). Además de todo lo que aprendemos de su vida adulta y sus palabras, que es el contenido de nuestras meditaciones durante todo el año.
Concluimos, por lo tanto, en que por cuidar de los suyos, José estuvo dispuesto a cambiar sus ideas, a ser dócil a lo que escuchó de Dios, por conducto del ángel, a abandonarse en el fondo en las manos de Dios.
En que María es modelo de humildad, de aceptar las cosas como vienen, quien no se queja por la incomodidad de un viaje, por tener que dar a luz en un sitio inapropiado, no le reclama a José, ni le echa la culpa por unas contrariedades que sabe que no dependen de él.
Y que Jesús, quien es un apasionado de que se realice la voluntad del Padre (Jn 4,34), durante toda su vida la hizo carne de tal manera que se dice de él que «pasó haciendo el bien» (Hch 2,5), mostrando que «no vino para ser servido, sino para servir» (Mt 20,28).
La Sagrada Familia, entonces, es un modelo no por su conformación, sino por lo que es más importante para Dios: el amor entre ellos y hacia los demás, como reflejo al amor al Padre. Ellos se amaban entre sí, pero claramente amaban al Señor y eso lo manifestaban buscando y amando su voluntad.
Señor, que el ejemplo perfecto de unidad, amor y fe de la Sagrada Familia nos inspire y nos impulse a darle más contenido fraterno y solidario a nuestra vida, como reflejo de que somos parte de quienes consideras parte de tu familia, porque tratamos de hacer la voluntad del Padre. Así sea.
Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, tener como modelo de amor a Dios y los demás el de la familia de Nazaret, de todos juntos y el de cada uno por su parte,
Miguel.

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