miércoles, 19 de noviembre de 2025

¿Reina Cristo hoy?

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

23 de Noviembre de 2025                                              

Jesucristo, Rey del Universo

 

Lecturas de la Misa:

II Samuel 5, 1-3 / Salmo 121, 1-2. 4-5 ¡Vamos con alegría a la Casa del Señor! / Colosenses 1, 12-20

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     23, 35-43

    Después de que Jesús fue crucificado, el pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían: «Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!»

    También los soldados se burlaban de Él y, acercándose para ofrecerle vinagre, le decían: «Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!»

    Sobre su cabeza había una inscripción: «Éste es el rey de los judíos».

    Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros».

    Pero el otro lo increpaba, diciéndole: «¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que Él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero Él no ha hecho nada malo».

    Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino».

    Él le respondió: «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso».
Palabra del Señor.

 

MEDITACION

Donde «está el trono de la justicia» (Sal) se encuentra «el Mesías de Dios, el Elegido» (Ev), nuestro Señor y Hermano, que es quien recibió este encargo: «Tú apacentarás a mi pueblo» (1L), porque sólo él, su actuar y su decir, es «Imagen del Dios invisible» (2L) hecho hombre para hacer posible que el Reino de la Paz, el Amor y la Alegría para todos comience a hacerse presente desde ese momento hasta la Vida eterna.

Aportar a que su espíritu reine.

Es claro para todos que en nuestro tiempo no es Cristo quien reina en nuestro mundo.

Reina el dinero, la indiferencia egoísta, el abuso de la dignidad de las personas… el menosprecio y la ridiculización de las actitudes que nos identifican con lo mejor de lo humano, a la vez de la exaltación de lo que nos bestializa: la discordia, el fomento del conflicto, la ley del más fuerte, la guerra…

Lo peor es que aquello que está reinando en el mundo es lo que lleva a nuestro planeta a un punto crítico donde está en riesgo la propia supervivencia de nuestra especie. El cambio climático y la negación de este hecho nos están llevando a un “derretimiento” de las condiciones necesarias para la existencia de toda forma de vida.

Eso en un plazo más largo, pero no hay que olvidar que en el presente esta deshumanización que nos reina se manifiesta en gente que muere de hambre, al mismo tiempo que otros botan alimentos a la basura. También, como sabemos, es posible que una persona fallezca y haya vecinos y familiares que no se den cuenta hasta pasados varios días…

El mundo necesita que reinen actitudes muy diferentes a las mencionadas. El mundo necesita los valores cristianos. Necesita a los cristianos viviendo coherentemente estos valores. ¿Cuáles?

Si lo somos, entonces, esos valores son los que Jesús enseñó. Una buena y detallada lista se encuentra en el Sermón del Monte, en el evangelio de Mateo, y en muchas otras secciones de todos los evangelios.

Pues bien, como sabemos, él no andaba proclamándose rey, probablemente porque entendía que hay sólo uno: Dios. También conocemos que el contenido principal de su anuncio era el Reino de Él, no el suyo. De hecho, la primera predicación del Maestro comienza así: «El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca» (Mc 1,15). Eso, que aprendió, probablemente, cuando fue parte del movimiento de Juan Bautista (Mt 3,2), el cual, tal como todos sus compatriotas contemporáneos creían que sería una intervención violenta contra el imperio “ateo” romano que los subyugaba, porque «el Día del Señor es grande y terrible: ¿quién podrá soportarlo?» (Jl 2,11), sería «un año de gracia del Señor, un día de venganza para nuestro Dios» (Is 61,2).

Sin embargo, esto lo fue madurando en la medida en que fue transcurriendo su misión, de tal manera que, más al final de su vida afirma: «el Reino de Dios está entre ustedes» (Lc 17,21), tal vez porque se convenció de que Él no tiene que esperar ninguno de nuestros plazos ni acontecimientos humanos, por lo que, pese a todo, reina siempre desde el corazón de quien le permita reinar dentro suyo, «quien escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto…» (Mt 13,23).

Algunas (de las muchas) obras del Reino que los creyentes podemos ser capaces de mostrar, si dejamos al Espíritu de Dios actuar en nosotros:

En un mundo que es, fue y será conflictivo, ser constructores de paz (Mt 5,9), teniendo un espíritu de reconciliación (Mt 5,23-24; Mt 18,21-22).

Eso en lo personal, pero en lo comunitario, ser de aquellos que «tienen hambre y sed de justicia» (Mt 5,6) porque la experiencia demuestra que para que haya una paz sana no debe haber inequidades y «los que trabajan por la paz […] serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,6), ni más ni menos.


La justicia, para ser perfectos como el Padre Celestial (Mt 5,48), debe ir más allá de lo que entendemos por esa palabra (Mt 5,20) e impulsar a ser compasivos y solidarios con quien lo requiera sin hacer distinciones (Lc 10,25-37), auxiliar a los necesitados (Mt 25,34ss), tener una actitud de servicio permanente (Mt 20,27-28)… es decir, amarnos unos a otros, como aprendimos del Profeta del Reino de Dios (Jn 13,34).

Los valores del Reino, podríamos resumir, son todos los que nos hagan más y mejores humanos, porque fuimos creados buenos (Gn 1,31). El aporte de los cristianos a nuestro mundo sería corregir las desviaciones que ha tomado en ese camino y que reseñamos al comienzo.

Solo cuando esto se logre podremos decir que Cristo (su espíritu, el sentido de su vida, su mensaje) reina en el mundo. De tal forma que los demás, como hicieron cuando él caminó por nuestra tierra, «vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo» (Mt 5,16).

 

Queremos que reines en nosotros y desde nosotros a este mundo que tanto necesita corregir su rumbo. Impúlsanos a ser coherentes con esa intención, haciendo que las capacidades que el Buen Padre Dios puso en cada uno den todas juntas el fruto de hacer presente su Reino en la tierra como ya es en el cielo. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, que nuestras acciones puedan llegar a ser semillas y frutos del Reino entre nosotros y en el mundo,

Miguel.

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