miércoles, 24 de abril de 2024

Buscar permanecer en el espíritu de Jesús

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

28 de Abril de 2024                                                  

Domingo de la Quinta Semana de Pascua

 

Lecturas de la Misa:

Hechos 9, 26-31 / Salmo 21, 26-28. 30-32 Te alabaré, Señor, en la gran asamblea / I Juan 3, 18-24

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     15, 1-8


Jesús dijo a sus discípulos:
«Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. El corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía. Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié. Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí.
Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde.
Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán.
La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Se nos cuenta que la Iglesia de los comienzos «crecía en número, asistida por el Espíritu Santo» (1L); eso sucedía cuando la gente veía que ellos alababan a Dios sirviendo a los hermanos, como anunciaba la Palabra: «cumpliré mis votos delante de los fieles: los pobres comerán hasta saciarse» (Sal), y como anunció el mismo Señor: «El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto» (Ev); es que no hay forma de ser de Cristo (ser cristiano), de permanecer en él y ser infértil. Por eso, «no amemos solamente con la lengua y de palabra, sino con obras y de verdad» (2L). Amén.

Producir uvas con sabor a Reino.

Jesús, con una imagen muy querida para su pueblo, (y la que porfiadamente intenta mantenerse vigente en el arrasador gris de nuestras ciudades actuales), una viña, busca graficarnos una realidad importante para quienes quieran decirse seguidores suyos.

Es tan importante para la Biblia que fue la primera planta después de la renovación de la tierra por el Diluvio: «Noé se dedicó a la agricultura y fue el primero que plantó una viña» (Gn 9,20).

Es señal de reconstrucción después de una catástrofe: «Yo cambiaré la suerte de mi pueblo Israel; ellos reconstruirán las ciudades devastadas y las habitarán, plantarán viñedos y beberán su vino» (Am 9,14).

Es un signo de sabiduría que destaca a una mujer invaluable, la que «Tiene en vista un campo, y lo adquiere, con el fruto de sus manos planta una viña» (Prov 31,16).

Y, así, la encontramos en las Escrituras y en su cultura de manera relevantemente querida. Por eso el Señor la resalta como símbolo de su amado pueblo.

Su profeta, por ejemplo, indica que le cantará, en nombre de Él, graficando sus múltiples cuidados detallando que «La cavó, la limpió de piedras y la plantó con cepas escogidas; edificó una torre en medio de ella y también excavó un lagar» (Is 5,2a), porque «Yo, el Señor, soy su guardián, la riego constantemente; para que nadie le haga daño, la cuido día y noche» (Is 27,3). Sin embargo, ese inmenso amor no fue correspondido: «Él esperaba que diera uvas, pero dio frutos agrios» (5,2b).

Y, para no dejar lugar a la duda, aclara: «la viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel, y los hombres de Judá son su plantación predilecta» (5,7).

También estaba en la memoria histórica de Jesús y sus contemporáneos lo que proclamó por voz de otro profeta, dirigiéndose a los que volvían del destierro: «Yo te amé con un amor eterno, por eso te atraje con fidelidad […] de nuevo plantarás viñas sobre los montes de Samaría: los que las planten tendrán los primeros frutos» (Jr 31,3.5).

Todo esto teniendo muy claro que el suyo es un amor de elección, no de retribución por algo que esa gente haya hecho: «El Señor se prendó de ustedes y los eligió, no porque sean el más numeroso de todos los pueblos. Al contrario, tú eres el más insignificante de todos», pasando a recordarles, inmediatamente después, uno de los mayores actos de amor por ellos que realizó en su historia: liberarlos de la esclavitud de Egipto (Dt 7,7-8).


Es a esas imágenes a las que alude el Maestro, cuando se señala a sí mismo como alguien que recoge esa tradición, llegando a afirmar: «Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador» y que, así como sólo es posible que surja el fruto de las uvas si éstas se encuentran unidas a las ramas, «tampoco ustedes, si no permanecen en mí».

De esa manera nos recuerda que sólo se puede ser cristianos/as conectados con sus palabras, enseñanzas y ejemplos, es decir, con su espíritu al hacer las cosas. Nadie está obligado a hacerlo, pero si no quieren esa unión, que se llamen de otra manera, para no confundir a otros.

Es tan necesario esto que, ni más ni menos, según señala Jesús: «La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos». Es decir que, unidos a él tenemos posibilidades de generar vida, servir y amar como hizo y enseñó nuestro Maestro.

 

Sabes bien. Señor, que quisiéramos ser tan coherentes como para intentar ser fieles discípulos tuyos, demostrando que estamos tan unidos a tu esencia que damos buenos frutos de bondad, fraternidad y solidaridad. Ayúdanos a suplir lo que nos hace falta para lograr esto. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, encontrar la mejor forma de unirnos a la forma en que Jesús hizo y hace todo para bien de los demás,

Miguel.

miércoles, 17 de abril de 2024

Una fe y una religión acogedora y sin exclusiones

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

21 de Abril de 2024                                                  

Domingo de la Cuarta Semana de Pascua

 

Lecturas de la Misa:

Hechos 4, 8-12 / Salmo 117, 1. 8-9. 21-23. 26. 28-29 Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor / I Juan 3, 1-2

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     10, 11-18


En aquel tiempo, Jesús dijo:
    «Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas.
    Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí -como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre- y doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo Pastor.
    El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Es increíble que aún no haya llegado a toda la humanidad esta Buena Noticia, este maravilloso anuncio: «¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente» (2L). Si eso algunos lo hemos aprendido y comprendido ha sido porque «el que viene en nombre del Señor» (Sal) nos lo mostró y demostró «dando su vida por las ovejas» (Ev), que somos nosotros, sus hermanos, hijos del Padre del cielo, y, a la vez, otorgándonos la misión de hacer el anuncio de esto, realizando algo muy semejante a aquello quienes estamos convencidos de que «no existe bajo el cielo otro Nombre dado a los hombres, por el cual podamos salvarnos» (1L) y de que el mundo tanto necesita a este Buen Pastor.

No somos sus únicas ovejas.

A los cristianos, en general, se nos ha criado en la creencia de que estamos en “la única religión correcta”. Más aún, dentro del catolicismo se ha dicho históricamente: “fuera de la Iglesia no hay salvación”.

Con el paso de los siglos, especialmente después de la mitad del anterior, cuando la razonabilidad exigía una aclaración al respecto, fueron saliendo voces que trataron de morigerar lo brutales, por lo sectarias e intolerantes, que suenan estas afirmaciones. Así nos encontramos con que el Vaticano II morigera lo anterior asegurando que la Iglesia “es necesaria para la salvación” (LG, 14), mientras el Catecismo de la Iglesia afirma que ésta “es, en este mundo, el sacramento de la salvación, [es decir:] el signo y el instrumento de la comunión con Dios y entre los hombres” (N° 780)”.

Saltándonos el razonamiento lógico (al que tan poco afecto le tenemos los cristianos), que indica que la nuestra es una de cientos y miles de creencias que se ha dado la humanidad, las que bien cada una podría exigir ser la correcta, lo que es, obviamente, tan subjetivo como decir que “mi mamá es la mejor”. Una percepción que en ese y en todos los casos, de pretender ser absoluta, es objetivamente soberbia, al despreciar la de todos los demás…

Desde el lado de los creyentes, eso hablaría muy mal de nuestro Dios, ya que excluiría a millones de humanos que han existido, existen y existirán, los que, por distintos motivos no tuvieron ni tienen acceso a esta Iglesia. Eso, sin mencionar a los que, debido a las razones ya conocidas, legítimamente, tienen motivos para no querer acercarse a esta institución.

Hasta ahí una somera crítica a ese exclusivismo que mencionamos al comienzo, pero, además, es necesario fijarnos en las actitudes de nuestro propio Maestro de vida, quien está en el origen de nuestra fe.

Un episodio del evangelio nos ilustra esto. Cierta vez, uno de sus apóstoles le señala: «“Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros”. Pero Jesús les dijo: “No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí. Y el que no está contra nosotros, está con nosotros”» (Mc 9,38-40).

Ocurre que él no era una persona excluyente, sino todo lo contrario, era entrañablemente acogedor y cercano a toda persona; no estaba en su forma de vivir la relación con Dios el poner la suya por sobre la de los demás.

En una ocasión, más aún, les dijo a sus hermanos de creencias: «no se contenten con decir: “Tenemos por padre a Abraham”. Porque yo les digo que de estas piedras Dios puede hacer surgir hijos de Abraham» (Mt 3,9).

En otra: «Créeme, mujer, llega la hora en que ni en esta montaña ni en Jerusalén se adorará al Padre. […] Pero la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque esos son los adoradores que quiere el Padre» (Jn 4,21-23).

Recordando que una de las cosas que une a los judíos es declararse hijo del Patriarca Abraham y que una actividad muy importante de su religión, en el tiempo en que él vivió, era adorar a Dios en el Templo, localizado en la “ciudad santa” de Jerusalén…

Es más, no tiene inconveniente en armar una de sus parábolas alabando las buenas acciones de una persona de otra religión, anteponiéndolas al cumplimiento de los religiosos de la suya (Lc 10, 30-37).

Y eso no da una pista de lo que es importante para él, más allá de lo que cada cual crea.


En palabra de un discípulo de los primeros tiempos: «La religiosidad pura y sin mancha delante de Dios, nuestro Padre, consiste en ocuparse de los huérfanos y de las viudas cuando están necesitados, y en no contaminarse con el mundo [egoísta]» (Stg 1,27), lo que puede ser muy bien remachado con esta sentencia: «la fe: si no va acompañada de las obras, está completamente muerta» (Stg 2,17), si reconocemos que nuestra fe debe basarse en las enseñanzas de Jesús, resumidas en un gran mandamiento, de tal manera que «en aquel que cumple su palabra, el amor de Dios ha llegado verdaderamente a su plenitud» (1 Jn 2,5).

Debido a todo esto, hoy encontramos esta importante frase para la meditación que estamos desarrollando: «Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo Pastor».

Es que nuestro Buen Pastor es amoroso con todas las “ovejas” (criaturas) de Dios, sin discriminaciones ni exclusivismos, debido a que ha entendido que «habrá gloria, honor y paz para todos los que obran el bien: para los judíos, en primer lugar, y también para los que no lo son, porque Dios no hace acepción de personas» (Rm 2,10-11).

 

Ayúdanos a liberarnos de los fanatismos, sectarismos y exclusivismos que vamos creando y nos impiden vivir nuestra fe de la manera amplia y acogedora que tú, Señor, enseñaste y esperas de quienes nos digamos seguidores tuyos. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, crecer en el necesario convencimiento de que nuestras pequeñas mentes pueden acceder solo a una parte de la verdad y que, mientras más escuchemos y acojamos distintos puntos de vista, más cerca nos encontraremos de la Verdad,

Miguel.

miércoles, 10 de abril de 2024

En comunidad hay más posibilidades de ver al Resucitado

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

14 de Abril de 2024                                                  

Domingo de la Tercera Semana de Pascua

 

Lecturas de la Misa:

Hechos 3, 13-15. 17-19 / Salmo 4, 2. 4. 7. 9 Muéstranos, Señor, la luz de tu rostro / I Juan 2, 1-5

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     24, 35-48

 


   Los discípulos contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

    Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: «La paz esté con ustedes».

    Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: «¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo».

    Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies. Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: «¿Tienen aquí algo para comer?» Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; él lo tomó y lo comió delante de todos.

    Después les dijo: «Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos».

    Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: «Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Confiados en que, como ocurre al salmista, «Él me escucha siempre que lo invoco» (Sal), pidámosle que, igual que hizo con sus discípulos, a quienes «les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras» (Ev), nos ilumine qué significa que «El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, glorificó a su servidor Jesús» (1L), de tal manera que, pudiendo comprender sus enseñanza y su ejemplo, vivamos de esta manera nuestra fe, porque «La señal de que lo conocemos, es que cumplimos sus mandamientos» (2L), que se resumen en amar, sirviendo, a los demás.

La fe es personal, pero se vive con otros.

Nuestras sociedades se caracterizan por fomentar el individualismo exacerbado; se nos dice -y se nos transmite al inconsciente- que “cada quien se rasca con sus propias uñas”, que “solos vinimos al mundo y solos nos iremos” …

Lo anterior es técnicamente cierto, pero pasa por alto que, en el momento que se abren nuestros ojos a este mundo, normalmente, hay un grupo de personas que preparó el acontecimiento; y otro -al que llamamos familia- que nos acogió inmediatamente después y nos cuidó por mucho tiempo más. Tan solitario no fue, por lo tanto.

Algo semejante ocurre en la otra punta del camino: cuando nuestros ojos se van a cerrar definitivamente -normalmente, insistimos-, habrá varios que estarán física y espiritualmente acompañándonos en este trascendental paso. Tan solitario no debiese ser, por lo tanto.

Y es que es parte de lo mejor que tenemos como seres humanos el ser gregarios: buscar unirnos a otros en los distintos tramos de nuestra vida. De hecho, Jesús lo practicó y enseñó a practicarlo de esta manera. Más aún: las apariciones del Resucitado permanentemente fomentan esta situación: «No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán» (Mt 28,10).

Hoy, por ejemplo, vemos que donde hay una comunidad que rememora a Jesús, ahí está él, porque, como había ya dicho: «donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos» (Mt 18,20). Por eso cuando sus discípulos estaban reunidos compartiendo los últimos acontecimientos, como hacemos todos en nuestros grupos, al menos una vez a la semana, «se apareció en medio de ellos».

Incluso, otro relato nos cuenta el caso de la comunidad reunida un día, «el primero de la semana», es decir, nuestro Domingo, que recibe al Señor, pero que quien no estuvo (Tomás) queda fuera de esa experiencia, hasta que está con ellos nuevamente una semana después (Jn 20,19-29).

De hecho, podemos recordar que sus últimas palabras, en la versión del evangelista Mateo fueron: «yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo» (Mt 28,20).

Además, tenemos la perenne invitación a unirnos libremente a él, para que pueda quedarse en nosotros: «Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes» (Jn 15,4).

Pero, como era y sigue siendo tan comunitario, no anda solo, por eso afirma: «El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él» (Jn 14,23).

Todo esto suena bello, pero toma mayor sentido si entendemos que, más que Jesús de Nazaret, una


persona con límites físicos como todos («Cuando todavía estaba con ustedes…»), el que dice -y puede cumplir- estas palabras, es el definitivo vencedor de la muerte, quien «debía […] resucitar de entre los muertos», para, encontrándose ya liberado de las restricciones de nuestro cuerpo mortal, le sea posible estar con todos y en todos a la vez, de tal manera que pueda ser, como se prometió, el «Dios con nosotros» (Mt 1,23).

Esta compañía le da fuerzas y sentido a nuestro existir, personal y comunitario, permitiendo que podamos superar la chatura y agregarle contenido a nuestra vida; nos hace mejores personas.

¿Cómo aportar a hacerle presente a aquellos que no creen? Intentando que sus enseñanzas se transformen en estilo de vida por aquellos que nos decimos creyentes en él, de tal manera que sepamos vencer el gris individualismo para ir aportando a construir sociedades más luminosas, por medio de comunidades fraternas y solidarias, inspiradas en nuestro Maestro.

 

Señor, tú que nos otorgas la dinámica paz de tu presencia para impulsarnos a compartir la Buena Noticia de que el amor no puede morir, si habemos quienes no nos dejamos vencer por el egoísmo y la indiferencia, haznos coherentes constructores del Reino de la manera que aprendimos de ti. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, permitir que la fuerza del Resucitado estremezca y remueva nuestra tendencia al egoísmo, para intentar llenar nuestra vida de amor activo hacia los demás,

Miguel.

 

miércoles, 3 de abril de 2024

Esta es la felicidad que Jesús nos quiere transmitir

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

7 de Abril de 2024                                                    

Domingo de la Segunda Semana de Pascua

 

Lecturas de la Misa:

Hechos 4, 32-35 / Salmo 117, 2-4. 16-18. 22-24 ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor! / I Juan 5, 1-6

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     20, 19-31


    Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!»
    Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
    Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes». Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: «Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan».
    Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: «¡Hemos visto al Señor!»
    Él les respondió: «Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré».
    Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!»
    Luego dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe».
    Tomás respondió: «¡Señor mío y Dios mío!»
    Jesús le dijo: «Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!»
    Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Después de la Resurrección, «los que creen sin haber visto» (Ev) verifican en que en el mundo y en sí mismos «La mano del Señor es sublime, la mano del Señor hace proezas» (Sal). Una de ellas es vencer la terrible tendencia al egoísmo, produciendo un hecho como el que «la multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma» (1L). Es que «el que ha nacido de Dios, vence al mundo» (2L), con sus prédicas individualistas y alienantes, superadas plenamente por el mensaje del Resucitado.

Esta es la felicidad que los creyentes debiésemos transmitir.

Texto a continuación de Pedro Olalde (www.feadulta.com)

¿Qué era la paz, el shalom para un judío? Era el buen saludo, el buen deseo. La paz que Jesús da no es ausencia de riñas. Es bienestar general. Es anchura de espíritu. Es una situación plena. Es poder decir desde dentro: Soy feliz.

Esta es la comunicación de Jesús, a la que le da la máxima importancia, porque quiere que acojamos en nuestra vida esta paz profunda, para que estemos a gusto con nosotros y con los demás y demos gloria a Dios. Esta es la felicidad que Jesús nos quiere transmitir, felicidad que abarca la hondura de nuestro ser.

El que acepta la paz, la felicidad interior que da Jesús, se siente impulsado a transmitir eso mismo a otros. Es algo que no se puede poseer en exclusiva. Como se contagia la tristeza y el pesimismo, así también se transmite la alegría y la dicha profunda.

No podemos reducir el perdón a la función sacramental. Todos nosotros estamos llamados a vivir en el perdón y a darlo en nuestro vivir diario.

Jesús nos invita a comunicar vida y libertad. Y esto está dirigido a todos. Todos somos ahora la presencia viva de Jesús. Él quiere llegar por medio de nosotros a nuestros hijos, familiares, amigos y desconocidos.

El texto aborda también las dificultades. Tomás era uno de los Doce. No creía. No estaba con los demás en la Comunidad. Los otros le decían: “Hemos visto al Señor”, pero él seguía sin creer.

Y ¿dónde estaba la dificultad? Hoy mismo, si alguien de otra cultura nos pregunta: “Vosotros, ¿de quién sois seguidores? Y si le contestáis: “De un crucificado”, él os puede contestar: “Qué insensatez”.                                                               

Nosotros, a 2000 años de distancia, lo vemos todo normal; pero los primeros cristianos se preguntaban: ¿Se puede mostrar Dios en un condenado a muerte?

Dios estaba con Jesús cuando su compromiso por los marginados de este mundo lo llevó a morir ajusticiado. Dios está en la debilidad, en la pobreza. Esta es la lógica de Dios. Y parece que tiene que ser así.

“Al anochecer, el primer día de la semana”, es decir, en domingo, cuando están reunidos para la Fracción del Pan, tiene lugar el encuentro con Jesús Resucitado. Como nosotros, que podemos tener experiencia de Jesús en nuestra Eucaristía, a través de la Palabra y del Sacramento… Y así sentimos la presencia de Jesús, su paz, su alegría.

Tomás supera las dificultades en la Comunidad, por el testimonio de los demás, porque se pone a tiro de recibir el don del Espíritu. También a él se le calienta el corazón en contacto con Jesús y siente su paz y su alegría. Al final se rinde: ¡Señor mío y Dios mío!

 

Señor, que prodigaste tu paz a los apóstoles, concédenos ser constructores de unidad. Tú que provocaste la alegría de ellos, enséñanos a vivir con gozo la fe. Tú que les impulsaste a perdonar, inspíranos a ser creativos impulsores de reconciliación. En fin, permite que tu resurrección transforme nuestra forma de existir. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, encontrar al Resucitado en la comunidad que vive la paz, el perdón y el gozo,

Miguel.

 

miércoles, 27 de marzo de 2024

¿Qué significa para nosotros y en nosotros que Jesús resucitó?

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

31 de Marzo de 2024                                                

Domingo de Pascua de Resurrección

 

Lecturas de la Misa:

Hechos 10, 34. 37-43 / Salmo 117, 1-2. 16-17. 22-23 Este es el día que hizo el Señor / Colosenses 3, 1-4

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     20, 1-9


    El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
    Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que habí cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Este es el gran día de la victoria final contra lo que parecía definitivo: la muerte. «Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos» (Sal). Y la “prueba” que tenemos de esto es el sepulcro vacío, sabiendo que «según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos» (Ev). La otra prueba es el testimonio de los creyentes: «Dios lo resucitó al tercer día y le concedió que se manifestara […] a nosotros, que comimos y bebimos con él, después de su resurrección. […] Y nos envió a predicar al pueblo» (1L). Este es, además, un gran día para nosotros, porque conlleva una promesa: «Ya que ustedes han resucitado con Cristo […] ustedes también aparecerán con él, llenos de gloria» (2 L). ¿Mostraremos nuestra alegría o permitiremos que quienes nos rodean vean en nosotros que es sólo un día más?

Ver (lo que produce en los creyentes) para creer.

A lo largo de los siglos ha existido una polémica no muy visible, pero bastante persistente en el tiempo. Y muy delicada, a la vez, se trata de las respuestas a: ¿qué es creer? ¿qué hay que creer? ¿debemos ser guiados en lo que creer?

La respuesta oficial de las distintas confesiones es que «la fe es […] la plena certeza de las realidades que no se ven» (Hb 11,1), basados en lo que nos dicen las autoridades religiosas: «Obedezcan con docilidad a quienes los dirigen» (Hb 13,17).

El texto de este día va en esta línea, al resaltar que quien está jerárquicamente arriba de la mayoría, el «discípulo al que Jesús amaba», probablemente apóstol como Pedro, cuando se encuentra ante el sepulcro vacío, «vio y creyó». Así no más.

Pero ¿qué hacemos los que tenemos la convicción de que si Dios nos creó con capacidad intelectual fue para que la usásemos, pensando y cuestionando hasta llegar a nuestras propias conclusiones?

Recordemos que la suspicaz frase de que “hay que ver para creer”, se origina en el pasaje en que el apóstol Tomás exige pruebas para convencerse de que Jesús resucitó (Jn 20,25).

Hoy nos encontramos que ante la misma evidencia la actitud racional es la de María Magdalena: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».

No olvidemos que estas lógicas dudas no impidieron que ellos llegasen a ser notables creyentes en que Jesús realmente venció a la muerte y resucitó. Probablemente fue un proceso normalmente gradual. ¿Cómo pudo haber sido este?

Primero, tengamos presente que un hecho muy relevante acerca de los relatos de la resurrección es que no coinciden entre sí: según Mateo (28,1) fueron 2 mujeres las que descubrieron que Jesús no estaba en la tumba; para Marcos (16,1-2) fueron 3; para Lucas (24,1.10) eran más de 3; para Juan sólo una: «cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada»

Hay más: para Mateo (28,10) el Resucitado se aparecerá a los discípulos en Galilea, mientras que para los demás esto ocurre en Jerusalén.

Como si fuera poco, tampoco están de acuerdo en el día en que ocurre la resurrección: para Lucas (23,42-43) es el mismo Viernes Santo; para Mateo (28,1), según la forma judía de contar los días (que comienzan al atardecer) habría sido a más tardar el sábado; Lucas (24,46) afirma que el domingo, igual que Juan: «El primer día de la semana, de madrugada», recordemos que para ellos la semana terminaba el sábado (que significa “descanso” en hebreo) : «Dios bendijo el séptimo día y lo consagró, porque en él cesó de hacer la obra que había creado» (Gn 2,3).

No hay concordancia porque los evangelios (lo mismo que toda la Biblia), no son, ni pretenden ser, libros de historia, sino relatos de fe.

Pues bien, cuando los primeros discípulos, después de los terribles hechos que culminaron el viernes (en lo que todos los evangelistas están de acuerdo), se dieron cuenta de que quienes lo habían negado y habían huido ahora eran capaces de proclamar su mensaje de cara a todos (Hch 2,12-36); cuando vieron que podían vencer sus naturales egoísmos (Hch 2,44-45); cuando se descubrieron, al contrario de cómo hacían antes, orando y compartiendo comunitariamente con alegría (Hch 2,46); ante todo esto, comprendieron que algo había cambiado profundamente en el mundo.


Meditando sobre lo acontecido llegaron a la conclusión de que, si su Maestro había sido tan bueno, Dios que era la Bondad perfecta misma, no podía permitir que los malos prevalecieran, resucitándolo (Hch 2,22-24).

La forma cómo entiende esto cada cual va a variar dependiendo de sus circunstancias y de su capacidad de raciocinio, pero lo que todo cristiano sabe y afirma es que «Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí (en la tumba)» (Mc 16,6).

Lo que realmente importa de esta conclusión es qué hace esta fe con nuestra forma de vivir nuestros días, de qué manera manifestamos que creemos que está vivo en nosotros quien «pasó haciendo el bien […] porque Dios estaba con él» (Hch 10,38).

 

De tus discípulos aprendimos, Señor, que, si somos capaces de vencer temores para anunciar tu mensaje de misericordia fraterna y solidaria con todos, vives en nosotros resucitado; que, si nos relacionamos de forma más generosa y unida con los hermanos de fe, vives en nosotros resucitado. Gracias, Señor.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, encontrar la forma de que nuestra fe en el fundamental hecho de la resurrección de Jesús se manifieste en nuestra forma de vivir,

Miguel.

Buscar permanecer en el espíritu de Jesús

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo 28 de Abril de 2024                               ...