miércoles, 24 de abril de 2024

Buscar permanecer en el espíritu de Jesús

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

28 de Abril de 2024                                                  

Domingo de la Quinta Semana de Pascua

 

Lecturas de la Misa:

Hechos 9, 26-31 / Salmo 21, 26-28. 30-32 Te alabaré, Señor, en la gran asamblea / I Juan 3, 18-24

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     15, 1-8


Jesús dijo a sus discípulos:
«Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. El corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía. Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié. Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí.
Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde.
Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán.
La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Se nos cuenta que la Iglesia de los comienzos «crecía en número, asistida por el Espíritu Santo» (1L); eso sucedía cuando la gente veía que ellos alababan a Dios sirviendo a los hermanos, como anunciaba la Palabra: «cumpliré mis votos delante de los fieles: los pobres comerán hasta saciarse» (Sal), y como anunció el mismo Señor: «El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto» (Ev); es que no hay forma de ser de Cristo (ser cristiano), de permanecer en él y ser infértil. Por eso, «no amemos solamente con la lengua y de palabra, sino con obras y de verdad» (2L). Amén.

Producir uvas con sabor a Reino.

Jesús, con una imagen muy querida para su pueblo, (y la que porfiadamente intenta mantenerse vigente en el arrasador gris de nuestras ciudades actuales), una viña, busca graficarnos una realidad importante para quienes quieran decirse seguidores suyos.

Es tan importante para la Biblia que fue la primera planta después de la renovación de la tierra por el Diluvio: «Noé se dedicó a la agricultura y fue el primero que plantó una viña» (Gn 9,20).

Es señal de reconstrucción después de una catástrofe: «Yo cambiaré la suerte de mi pueblo Israel; ellos reconstruirán las ciudades devastadas y las habitarán, plantarán viñedos y beberán su vino» (Am 9,14).

Es un signo de sabiduría que destaca a una mujer invaluable, la que «Tiene en vista un campo, y lo adquiere, con el fruto de sus manos planta una viña» (Prov 31,16).

Y, así, la encontramos en las Escrituras y en su cultura de manera relevantemente querida. Por eso el Señor la resalta como símbolo de su amado pueblo.

Su profeta, por ejemplo, indica que le cantará, en nombre de Él, graficando sus múltiples cuidados detallando que «La cavó, la limpió de piedras y la plantó con cepas escogidas; edificó una torre en medio de ella y también excavó un lagar» (Is 5,2a), porque «Yo, el Señor, soy su guardián, la riego constantemente; para que nadie le haga daño, la cuido día y noche» (Is 27,3). Sin embargo, ese inmenso amor no fue correspondido: «Él esperaba que diera uvas, pero dio frutos agrios» (5,2b).

Y, para no dejar lugar a la duda, aclara: «la viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel, y los hombres de Judá son su plantación predilecta» (5,7).

También estaba en la memoria histórica de Jesús y sus contemporáneos lo que proclamó por voz de otro profeta, dirigiéndose a los que volvían del destierro: «Yo te amé con un amor eterno, por eso te atraje con fidelidad […] de nuevo plantarás viñas sobre los montes de Samaría: los que las planten tendrán los primeros frutos» (Jr 31,3.5).

Todo esto teniendo muy claro que el suyo es un amor de elección, no de retribución por algo que esa gente haya hecho: «El Señor se prendó de ustedes y los eligió, no porque sean el más numeroso de todos los pueblos. Al contrario, tú eres el más insignificante de todos», pasando a recordarles, inmediatamente después, uno de los mayores actos de amor por ellos que realizó en su historia: liberarlos de la esclavitud de Egipto (Dt 7,7-8).


Es a esas imágenes a las que alude el Maestro, cuando se señala a sí mismo como alguien que recoge esa tradición, llegando a afirmar: «Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador» y que, así como sólo es posible que surja el fruto de las uvas si éstas se encuentran unidas a las ramas, «tampoco ustedes, si no permanecen en mí».

De esa manera nos recuerda que sólo se puede ser cristianos/as conectados con sus palabras, enseñanzas y ejemplos, es decir, con su espíritu al hacer las cosas. Nadie está obligado a hacerlo, pero si no quieren esa unión, que se llamen de otra manera, para no confundir a otros.

Es tan necesario esto que, ni más ni menos, según señala Jesús: «La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos». Es decir que, unidos a él tenemos posibilidades de generar vida, servir y amar como hizo y enseñó nuestro Maestro.

 

Sabes bien. Señor, que quisiéramos ser tan coherentes como para intentar ser fieles discípulos tuyos, demostrando que estamos tan unidos a tu esencia que damos buenos frutos de bondad, fraternidad y solidaridad. Ayúdanos a suplir lo que nos hace falta para lograr esto. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, encontrar la mejor forma de unirnos a la forma en que Jesús hizo y hace todo para bien de los demás,

Miguel.

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