PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
5 de enero de 2014
Epifanía del Señor
Lecturas:
Isaías 60, 1-6
/ Salmo 71, 1-2. 7-8. 10-13 ¡Pueblos de la tierra alaben al Señor! /
Efesios 3, 2-6
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
2, 1-12
Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo
el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y
preguntaron: «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos
su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo.»
Al enterarse, el rey Herodes quedó
desconcertado y con él toda Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos
sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía
nacer el Mesías. «En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito
por el Profeta:
"Y tú, Belén, tierra de Judá,
ciertamente no eres la menor
entre las principales ciudades de Judá,
porque de ti surgirá un jefe
que será el Pastor de mi pueblo,
Israel".»
Herodes mandó llamar secretamente a los magos
y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la
estrella, los envió a Belén, diciéndoles: «Vayan e infórmense cuidadosamente
acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también
vaya a rendirle homenaje.»
Después de oír al rey, ellos partieron. La
estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el
lugar donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y
al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose,
le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro,
incienso y mirra. Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al
palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.
Palabra del Señor.
MEDITACION
El «misterio de Cristo […] que ahora ha sido
revelado por medio del Espíritu» (2L), como todo lo que
viene de Dios, fue manifestado en lo más humilde: de la pequeña Belén «surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo,
Israel» (Ev), él será el mismo que «Tendrá compasión del débil y del pobre, y salvará la vida de los
indigentes» (Sal), y que antes será reconocido en un frágil recién nacido
junto a su madre. Si logras captar lo profundo de esto «estarás radiante, palpitará y se ensanchará tu corazón» (1L) que
habrá sido tocado por Dios.
El
relato evangélico no dice que los magos fuesen reyes, tampoco menciona la
cantidad de ellos. Hay mucho de tradición en lo que nos ha llegado de esta
fiesta.
Pero,
más allá del mito, lo realmente interesante, dado que es una enseñanza, es la
pregunta y el lugar donde la hacen los extranjeros. Ellos llegan a la capital donde
gobierna un soberano ilegítimo, y ahí preguntan por «el rey de los judíos que acaba de nacer». Es una pregunta
subversiva. Es una pregunta valiente, porque es la que corresponde hacer y en
el lugar que corresponde. Como cuando el Bautista osó –porque era necesario-
hacerle ver al gobernante su conducta inapropiada. Y ya sabemos cómo le fue.
Sin
embargo, a los cristianos de hoy en general –a veces con la excusa de la paz-
normalmente todo lo que suene a “subversivo” nos paralogiza. Y así nos hacemos
cómplices –por omisión- de las injusticias.
Uno
que recientemente ha denunciado con claridad profética uno de los grandes males
de nuestro tiempo ha sido Papa Francisco, al decir: “hasta que no se reviertan
la exclusión y la inequidad dentro de una sociedad y entre los distintos
pueblos será imposible erradicar la violencia. Se acusa de la violencia a los
pobres y a los pueblos pobres pero, sin igualdad de oportunidades, las diversas
formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o
temprano provocará su explosión. Cuando la sociedad –local, nacional o mundial–
abandona en la periferia una parte de sí misma, no habrá programas políticos ni
recursos policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la
tranquilidad. Esto no sucede solamente porque la inequidad provoca la reacción
violenta de los excluidos del sistema, sino porque el sistema social y
económico es injusto en su raíz. Así como el bien tiende a comunicarse, el mal
consentido, que es la injusticia, tiende a expandir su potencia dañina y a
socavar silenciosamente las bases de cualquier sistema político y social por
más sólido que parezca. Si cada acción tiene consecuencias, un mal enquistado
en las estructuras de una sociedad tiene siempre un potencial de disolución y
de muerte. Es el mal cristalizado en
estructuras sociales injustas, a partir
del cual no puede esperarse un futuro mejor.” (Evangelii
Gaudium Nº 59).
Por cosas como estas se lo ha llamado “marxista”, “populista” y otros epítetos
que pretenden descalificar la claridad de su diagnóstico, el cual es plenamente
concordante con el mensaje de Cristo.
Es
que el seguidor de Jesús se parece más a estos magos (entiéndase sabios, no
hechiceros) con la mirada puesta en el cielo, para buscar una señal que lo guíe
hacia la verdad, y luego adoptando actitudes concretas una vez que la encuentran.
Moleste a quien moleste.
En
sentido contrario, el seguidor de Jesús no se parece a los “religiosos”,
capaces de responder correctamente lo que dice la Biblia, pero incapaces de
hacer algo al respecto con sus vidas. Menos aún se parece un discípulo de Jesús
a un tirano sanguinario y tramposo como Herodes, ni, por extensión, cualquiera
que abusa del poder, sin importar la cantidad y el tipo que se tenga.
Danos,
Señor, el espíritu de los visitantes de Oriente, inquietos buscadores de tus
señales, capaces de reconocerlas en signos simples como una estrella o el
nacimiento de un niño y de cambiar la vida (“no volver por donde habíamos
llegado”) una vez que te encontramos. Así sea.
Tratando de
ayudar a descubrir al Dios de la Paz, el Amor y la Alegría que se manifiesta en
lo pequeño,
Miguel.
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