27 de mayo de 2013
Lunes de la Octava Semana del Tiempo Común
Lecturas:
Eclesiástico 17,
24-26. 29 / Salmo 31,1-2. 5-7 ¡Qué los justos se alegren en el Señor!
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 10, 17-27
Jesús se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le
preguntó: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?»
Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces
los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás
falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre.»
El
hombre le respondió: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud.»
Jesús lo miró con amor y le dijo: «Sólo te falta una cosa: ve, vende lo
que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven
y sígueme.»
Él,
al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos
bienes.
Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡qué difícil
será para los ricos entrar en el Reino de Dios!»
Los
discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo:
«Hijos míos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un
camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios.»
Los
discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: «Entonces,
¿quién podrá salvarse?»
Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: «Para los hombres es
imposible, pero no para Dios, porque para Él todo es posible.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Alguna
vez alguien reflexionaba que hasta las sillas podían “cumplir” los mandamientos:
bastaba no hacer lo malo; pero lo complejo es cuando se nos pide realizar algo
concreto, como consecuencia lógica de esos mismos preceptos.
En
el caso del rico de este relato, probablemente los bienes materiales serían un
obstáculo, a los sabios ojos de Jesús, para que pudiese desplegar el amor por
los demás que, como nos recordaba una lectura del Domingo reciente, ha sido
derramado en nosotros por el Espíritu Santo.
En
lo que toca a nosotros, puede no ser dinero, sino orgullo, o egoísmo, o
cobardía… cada uno sabe bien de qué debe deshacerse para aspirar a vivir más
coherentemente el llamado: «vuelve al
Altísimo, apártate de la injusticia» (1L) para ser feliz a la
manera de Cristo: libre y plenamente, de manera que brote de nosotros la
alabanza: «me colmas con la alegría de la
salvación» (Sal).
Una
vez más debemos pedirte, Señor: aumenta nuestra fe. Para que logremos
convencernos que para ti todo es posible, incluso derribar aquello que parece
tan invencible y estorba nuestra entrega más generosa a tu amor. Ayúdanos,
Señor.
Habitados por el
Dios-Comunidad para llenar el mundo de su Paz, Amor y Alegría,
Miguel.
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