miércoles, 6 de febrero de 2013

Si nos cuesta demasiado ser como esos profetas, al menos no seamos su obstáculo



6 de febrero de 2013
Miércoles de la Cuarta Semana Durante el Año

Lecturas:
Hebreos 12, 4-7. 11-15 / Salmo 102, 1-2. 13-14. 17-18 El amor del Señor permanece para siempre

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos    6, 1-6
    Jesús salió de allí y se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: «¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?» Y Jesús era para ellos un motivo de escándalo.
    Por eso les dijo: «Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa.» Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y él se asombraba de su falta de fe.
    Jesús recorría las poblaciones de los alrededores, enseñando a la gente.
Palabra del Señor.

MEDITACION
Siendo fieles a las inspiraciones del Espíritu acerca de estar «atentos para que nadie sea privado de la gracia de Dios» (1L), ha habido y sigue habiendo miles que dan la vida, trabajando por y enseñando a sus hermanos, es decir, actuando después de preguntarse “¿qué haría Cristo en mi lugar?”, como hacía el Padre Hurtado.
Tal como ocurría con Jesús también, el ir contra la corriente materialista y egoísta que domina nuestra cultura, hace sentir incómodos y molestos a quienes tienen posiciones de privilegio, basadas en ese mismo tipo de relaciones y, paradojalmente, reciben duros cuestionamientos por hacer el bien (cf Jn 10,32).
Sin embargo, también siguiendo sus huellas, podrán asombrarse de esa mala disposición, pero no dejarán de recorrer «los alrededores, enseñando a la gente» que «el amor del Señor permanece para siempre» (Sal).
Eso es tarea de todos y todas quienes se hacen llamar cristianos, como solemos recordarlo en este lugar. Pero, si nos cuesta demasiado ser como esos profetas del amor de Dios, al menos no seamos obstáculo para su labor. Y tratemos de apoyarla. Y, por cierto, no dejemos de orar por su misión.

Por los imprescindibles, que hacen de su vida un servicio para todos, gracias, Señor. Para que su ejemplo se haga carne en nosotros, ayúdanos, Señor.

Acogiendo a quienes nos transmiten su mensaje de Paz, Amor y Alegría,
Miguel.

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