21 de junio de 2013
Viernes de la Undécima Semana Durante el Año
Lecturas:
lI Corintios 11, 18.
21-30 / Salmo 33, 2-7 El Señor
me libra de todos mis temores
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 6, 19-23
Jesús dijo a sus discípulos:
No
acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los consumen, y
los ladrones perforan las paredes y los roban. Acumulen, en cambio, tesoros en
el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que los consuma, ni ladrones que
perforen y roben. Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón.
La
lámpara del cuerpo es el ojo. Si el ojo está sano, todo el cuerpo estará
iluminado. Pero si el ojo está enfermo, todo el cuerpo estará en tinieblas. Si
la luz que hay en ti se oscurece, ¡cuánta oscuridad habrá!
Palabra del Señor.
MEDITACION
Tanto
consumismo y materialismo que impregna nuestro ambiente hace muy difícil el
sano hábito de ahorrar.
Los
mismos motivos obstaculizan que tengamos la concepción de acumular bienes “para
el cielo”.
Pero
ojo: es necesario tener presente que "el cielo", en lenguaje de Mateo, es lo
relacionado con Dios mismo, a quien por devoto respeto no menciona por su
nombre; por lo tanto, esos bienes no tienen
que ver con aquellos que «la polilla y la herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes y los roban», sino con características que Él valora, como la solidaridad de «los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos» (Mt 5,3), la que, por cierto, es económica, sobre todo con aquellos que viven en la dificultad material, pero lo es también a la manera de Pablo, quien se compadecía del dolor de sus hermanos de comunidad: «¿Quién es débil, sin que yo me sienta débil? ¿Quién está a punto de caer, sin que yo me sienta como sobre ascuas?» (1L).
que ver con aquellos que «la polilla y la herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes y los roban», sino con características que Él valora, como la solidaridad de «los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos» (Mt 5,3), la que, por cierto, es económica, sobre todo con aquellos que viven en la dificultad material, pero lo es también a la manera de Pablo, quien se compadecía del dolor de sus hermanos de comunidad: «¿Quién es débil, sin que yo me sienta débil? ¿Quién está a punto de caer, sin que yo me sienta como sobre ascuas?» (1L).
El
Padre del cielo quiere que haya más fraternidad entre sus hijos, ese es el
tesoro más valioso que se puede acumular, «que
lo oigan los humildes y se alegren» (Sal).
Sana
nuestra mirada, Señor, para que salgamos de esa enfermedad de las tinieblas que
es el apego fanático a los bienes materiales, de tal manera que podamos ver que
la prioridad –tu prioridad- es dar y darse. Así sea.
Con la Paz, el Amor
y la Alegría de sabernos amados y perdonados por Dios,
Miguel.
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