jueves, 27 de junio de 2013

El amor no se obliga

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
30 de junio de 2013
Décimo Tercer Domingo Durante el Año

Lecturas:
I Reyes 19, 16. 19-21 / Salmo 15, 1-2. 5. 7-11 Señor, Tú eres la parte de mi herencia / Gálatas 5, 1. 13-18

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas    9, 51-62
    Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de Él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén.
    Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: «Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?» Pero Él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo.
    Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: «¡Te seguiré adonde vayas!»
Jesús le respondió: «Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza».
    Y dijo a otro: «Sígueme». Él respondió: «Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre». Pero Jesús le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios».
    Otro le dijo: «Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos». Jesús le respondió: «El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios».
Palabra del Señor.

MEDITACION
Ante similar requerimiento: pedirle a quien lo llama a seguirlo, que lo esperen para ir a atender sus deberes familiares primero, a uno se le responde «Sí, puedes ir. ¿Qué hice yo para impedírtelo?» (1L); a otro, en el evangelio, se le hace un reproche.  Nos recuerda Pablo «Ustedes, hermanos, han sido llamados para vivir en libertad» (2L), es decir, somos llamados, sí, pero libres para acudir o no y también debemos acudir liberados de las amarras familiares y materiales, a imagen del Maestro, quien «no tiene dónde reclinar la cabeza» (Ev), para, como Él también, no tener impedimentos para servir y, así, llegar a la plenitud, que es «conocer el camino de la vida, saciándome de gozo en tu presencia, de felicidad eterna a tu derecha» (Sal).
¿Qué hacemos cuando nos parece que se rechaza al Señor? ¿Cómo reaccionamos?
Muchas veces nos sucede como a Santiago y Juan, quienes, creyendo firmemente que tienen la única verdad religiosa: el Mesías esperado (el cristianismo, ser católicos, en nuestro caso), no admiten que otros piensen de otra manera, ni, menos, respetan el proceso personal o grupal de ellos.
Samaría estaba situada en el camino entre Galilea y Judea, donde se encontraba Jerusalén, por lo que era paso obligado para quienes, provenientes de las provincias del Norte –donde estaba Nazaret, por ejemplo-, quisieran o necesitaran acudir a la capital política y religiosa de su país.
Por razones histórico-religiosas las relaciones entre judíos y samaritanos eran tensas, así que los peregrinos que se dirigían a la capital eran habitualmente hostigados; por otro lado, las palabras de Santiago y Juan recuerdan un texto de II Reyes cap 1, donde el profeta Elías pide y obtiene que fuego del cielo extermine a los samaritanos. Sin embargo, el maestro espera algo mejor de sus discípulos. Por eso «Él se dio vuelta y los reprendió. Y [sin rencores] se fueron a otro pueblo».
Es necesario comprender que seguir a Jesús es una invitación y un don de Dios, que, en primer lugar –y por distintos motivos- no les llega a todos; y, en segundo término, obtiene adecuada respuesta sólo cuando uno se enamora de su causa: el Reino. Para esto, actúa la libertad con la que fuimos creados, según las palabras que recordábamos del Apóstol, en la segunda lectura.
Recordemos que Dios nos amó tanto que envió a su Hijo a salvarnos, o santificarnos, o liberarnos (cf Jn 3,16). El amor espera como respuesta amor; y el amor no se obliga.
En cuanto a ti, si has recibido la gracia de la fe y si te sientes enamorado del Reino, su justicia, su plenitud, su gozo, intenta que tu vida sea reflejo de la de quien lo hizo carne primero y es nuestro modelo: el mismo Jesús.
Esto es, intenta ser, en primer lugar, como él, libre de espíritu para que puedas encontrar en las
distintas situaciones que te toque enfrentar, cuál sería la respuesta de Dios, sin dar demasiada importancia a las reglas o recetas que cualquier institución –por buena que sea su intención- intente imponer.
Y, como segunda opción privilegiada de seguimiento, esforzarse por llevar a cabo su «mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado» (Jn 13,34).
Así se responde con amor a quien es el Amor. Así se vive en clave cristiana la existencia. Así se acude al llamado que hace el Señor siempre y a todos.

 Fortalece en nosotros, Señor, la disposición que tenemos de seguirte libre y generosamente. Así sea.

Buscando responder con Paz, Amor y Alegría al llamado permanente de Jesús,

Miguel.

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