5 de junio de 2013
Miércoles de la Novena Semana del Tiempo
Común
Lecturas:
Tobías 3, 1-11.
16-17 / Salmo 24, 2-9 ¡A ti,
Señor, elevo mi alma!
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 12, 18-27
Se
acercaron a Jesús unos saduceos, que son los que niegan la resurrección, y le
propusieron este caso: «Maestro, Moisés nos ha ordenado lo siguiente: "Si
alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle
descendencia, se case con la viuda."
Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener
hijos. El segundo se casó con la viuda y también murió sin tener hijos; lo
mismo ocurrió con el tercero; y así ninguno de los siete dejó descendencia.
Después de todos ellos, murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién
será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?»
Jesús les dijo: «¿No será que ustedes están equivocados por no
comprender las Escrituras ni el poder de Dios? Cuando resuciten los muertos, ni
los hombres ni las mujeres se casarán, sino que serán como ángeles en el cielo.
Y con respecto a la resurrección de los muertos, ¿no han leído en el Libro de
Moisés, en el pasaje de la zarza, lo que Dios le dijo: Yo soy el Dios de
Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? El no es un Dios de muertos, sino
de vivientes. Ustedes están en un grave error.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Si
se tiene en cuenta que los saduceos eran el grupo más rico y poderoso de su
época, además de
estar formado por personas de mucha cultura y conocimientos
religiosos, es impactante que un provinciano sin títulos formales, como era
Jesús, les dijera: «¿No
será que ustedes están equivocados por no comprender las Escrituras ni el poder
de Dios?»
Eso
para nosotros, que «no hemos cumplido tus
mandamientos ni hemos caminado en la verdad delante de ti» (1L), podría ser
considerado insensatez; pero, para él es más bien ser fiel a la verdad que hace
libres (Jn 8,32).
A
ver si, confrontados al valor y claridad del Señor frente a quien sea, nos
miramos con honestidad y luego nos esforzamos por convertirnos de nuestra
comodidad, apatía y, en algunos casos, cobardía.
Señor,
el que «guía a los humildes para que
obren rectamente y enseña su camino a los pobres» (Sal), perdona nuestro
poco apego a la verdad cuando pueda costarnos algún sacrificio; fortalece
nuestro espíritu para actuar coherentemente con la fe que te tenemos; y gracias
por la paciencia, el ejemplo y el amor con que nos guías.
Alimentados del
Pan Vivo que da Paz, Amor y Alegría, para que lo compartamos con muchos más,
Miguel.
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