PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
9 de junio de 2013
Décimo Domingo Durante el Año
Lecturas:
l Reyes 17,
17-24 / Salmo 29, 2. 4-6. 11-13 Yo
te glorifico, Señor, porque Tú me libraste / Galatas 1, 11-19
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 7, 11-17
Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de sus discípulos
y de una gran multitud. Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad,
llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar
la acompañaba. Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: «No llores». Después
se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo:
«Joven, yo te lo ordeno, levántate».
El
muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre.
Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: «Un
gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo».
El
rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la Judea y en toda
la región vecina.
Palabra del Señor.
MEDITACION
El gran profeta Elías
debe suplicar: «¡Señor, Dios mío, que
vuelva la vida a este niño!» (1L). Dirá Pablo «Dios, que me eligió desde el seno de mi
madre y me llamó por medio de su gracia, se complació en revelarme a su Hijo»
(2L): Jesús. Eso
explica que ante la misma situación sólo él pueda decir con autoridad: «Joven, yo te lo ordeno, levántate» (Ev). Puede
ser por intermedio de otra persona o por una intervención del mismo Señor, pero
el Dios de la vida siempre buscará sanar, salvar y alegrar. Por eso, junto con
ambas viudas, cada uno de nosotros puede exclamar: «Tú convertiste mi lamento en júbilo: ¡Señor, Dios mío, te daré gracias
eternamente!» (Sal).
Podemos
imaginar a Jesús con sus discípulos por el camino, yendo al vecino poblado de
Naím, en cumplimiento de la misión de ampliar el anuncio de la buena noticia
del Reino. En esa situación, se cruzan con el entierro del hijo único de una
viuda.
Nos
cuesta imaginar en nuestros tiempos el drama que encierra este caso. Las
mujeres eran propiedad primero del padre
y luego de su marido, por lo que no tenían posesiones ni riquezas propias para
su sustento. Se las valoraba principalmente en su condición de procreadoras
(por eso vemos también en la Biblia el dolor de las infértiles). Las viudas, por
todo lo anterior, eran muy vulnerables, pero el caso de esta mujer es peor,
porque su hijo varón era la única opción que tenía para lograr seguridad
material.
El
llanto de esta mujer conlleva, entonces, no sólo el natural dolor por la pérdida
de su hijo, sino también el temor a un probable destino de vulnerabilidad,
exclusión y desigualdad, producto del
machismo y la discriminación social de su sociedad.
Jesús,
que es «Imagen del Dios invisible» (Col 1,15), al conmoverse por su
suerte, nos dice que nuestro Dios es solidario con nuestro dolor. Por eso, con
los ojos de él, la mira; con su corazón, acoge su sufrimiento; con sus labios,
le pide que no llore; con su compasión, se acerca al ataúd; por medio de su
poder, ordena al difunto levantarse; y, luego, a través de la delicada
preocupación de Jesús, se lo devuelve a su madre. De esa manera, una vez más,
vemos al Dios de la Vida, quien quiere que disfrutemos una vida en abundancia (cf.
Jn 10,10)
restituir la dignidad de una persona.
Para
la Biblia, los milagros son signos de la presencia amorosa de Dios. Para su
pueblo son las maravillas o hechos que demuestran que Él va caminando a su
lado, haciendo concreto su Reino de justicia y misericordia.
Algunas
cifras actuales: el último informe al respecto, dice que en Chile la diferencia
salarial entre hombres y mujeres es de 15,8% en promedio en contra de estas
últimas. En cuanto al tipo de empleos, para personas con enseñanza básica
completa, ellas en un 21,6% lo hacen en el servicio doméstico, contra 0,4% de
ellos; mientras que un 58,4% de ellos están empleados en la empresa privada,
contra un 34,6% de ellas. En una encuesta de uso del tiempo de hace unos años,
ellas ocupaban 67,4% del suyo en tareas del hogar, contra 32,6% de ellos; y el
78,8% ellas en el cuidado de personas en el hogar; 21,2%, ellos. Por otro lado,
en el estrato más bajo de la sociedad 49,2% son mujeres; 47,2% hombres; y, en
cambio en el de más altos ingresos, 2,9% vs 6,5%...
En
fin, no será tan dramático como en el tiempo de Jesús, pero hoy sigue siendo
injusta la vida para la mujer. ¿Qué debe hacer en esta situación un hijo de
Dios Padre Bueno y un hermano seguidor de Jesús compasivo y servidor de quienes
padecen?
«Dios ha visitado a
su Pueblo»
en la persona de Jesús, por cierto. Pero lo sigue y seguirá visitando en la
medida en que cada uno de nosotros, a nuestra vez, pongamos nuestros ojos,
nuestras manos, nuestros labios y toda nuestra disposición para mitigar los
dolores de nuestro tiempo, haciendo efectivo el gran milagro de la solidaridad
y la compasión.
Aquí
están nuestras manos, nuestros labios y nuestro corazón, Señor: hazlos producir
misericordia, solidaridad y afecto en tu nombre. Así sea.
Invitados a ser
instrumentos de la Paz, Amor y Alegría del Dios compasivo y servidor,
Miguel.
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