jueves, 6 de junio de 2013

Haciendo efectivo el gran milagro de la solidaridad y la compasión

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
9 de junio de 2013
Décimo Domingo Durante el Año

Lecturas:
l Reyes 17, 17-24 / Salmo 29, 2. 4-6. 11-13 Yo te glorifico, Señor, porque Tú me libraste / Galatas 1, 11-19

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas    7, 11-17
    Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba. Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: «No llores». Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo: «Joven, yo te lo ordeno, levántate».
    El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre.
    Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: «Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo».
    El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la Judea y en toda la región vecina.
Palabra del Señor.

MEDITACION
El gran profeta Elías debe suplicar: «¡Señor, Dios mío, que vuelva la vida a este niño!» (1L). Dirá Pablo «Dios, que me eligió desde el seno de mi madre y me llamó por medio de su gracia, se complació en revelarme a su Hijo» (2L): Jesús.  Eso explica que ante la misma situación sólo él pueda decir con autoridad: «Joven, yo te lo ordeno, levántate» (Ev). Puede ser por intermedio de otra persona o por una intervención del mismo Señor, pero el Dios de la vida siempre buscará sanar, salvar y alegrar. Por eso, junto con ambas viudas, cada uno de nosotros puede exclamar: «Tú convertiste mi lamento en júbilo: ¡Señor, Dios mío, te daré gracias eternamente!» (Sal).
Podemos imaginar a Jesús con sus discípulos por el camino, yendo al vecino poblado de Naím, en cumplimiento de la misión de ampliar el anuncio de la buena noticia del Reino. En esa situación, se cruzan con el entierro del hijo único de una viuda.
Nos cuesta imaginar en nuestros tiempos el drama que encierra este caso. Las mujeres  eran propiedad primero del padre y luego de su marido, por lo que no tenían posesiones ni riquezas propias para su sustento. Se las valoraba principalmente en su condición de procreadoras (por eso vemos también en la Biblia el dolor de las infértiles). Las viudas, por todo lo anterior, eran muy vulnerables, pero el caso de esta mujer es peor, porque su hijo varón era la única opción que tenía para lograr seguridad material.
El llanto de esta mujer conlleva, entonces, no sólo el natural dolor por la pérdida de su hijo, sino también el temor a un probable destino de vulnerabilidad, exclusión y desigualdad,  producto del machismo y la discriminación social de su sociedad.
Jesús, que es «Imagen del Dios invisible» (Col 1,15), al conmoverse por su suerte, nos dice que nuestro Dios es solidario con nuestro dolor. Por eso, con los ojos de él, la mira; con su corazón, acoge su sufrimiento; con sus labios, le pide que no llore; con su compasión, se acerca al ataúd; por medio de su poder, ordena al difunto levantarse; y, luego, a través de la delicada preocupación de Jesús, se lo devuelve a su madre. De esa manera, una vez más, vemos al Dios de la Vida, quien quiere que disfrutemos una vida en abundancia (cf. Jn 10,10) restituir la dignidad de una persona.
Para la Biblia, los milagros son signos de la presencia amorosa de Dios. Para su pueblo son las maravillas o hechos que demuestran que Él va caminando a su lado, haciendo concreto su Reino de justicia y misericordia.
Algunas cifras actuales: el último informe al respecto, dice que en Chile la diferencia salarial entre hombres y mujeres es de 15,8% en promedio en contra de estas últimas. En cuanto al tipo de empleos, para personas con enseñanza básica completa, ellas en un 21,6% lo hacen en el servicio doméstico, contra 0,4% de ellos; mientras que un 58,4% de ellos están empleados en la empresa privada, contra un 34,6% de ellas. En una encuesta de uso del tiempo de hace unos años, ellas ocupaban 67,4% del suyo en tareas del hogar, contra 32,6% de ellos; y el 78,8% ellas en el cuidado de personas en el hogar; 21,2%, ellos. Por otro lado, en el estrato más bajo de la sociedad 49,2% son mujeres; 47,2% hombres; y, en cambio en el de más altos ingresos, 2,9% vs 6,5%...
En fin, no será tan dramático como en el tiempo de Jesús, pero hoy sigue siendo injusta la vida para la mujer. ¿Qué debe hacer en esta situación un hijo de Dios Padre Bueno y un hermano seguidor de Jesús compasivo y servidor de quienes padecen?
«Dios ha visitado a su Pueblo» en la persona de Jesús, por cierto. Pero lo sigue y seguirá visitando en la medida en que cada uno de nosotros, a nuestra vez, pongamos nuestros ojos, nuestras manos, nuestros labios y toda nuestra disposición para mitigar los dolores de nuestro tiempo, haciendo efectivo el gran milagro de la solidaridad y la compasión.

Aquí están nuestras manos, nuestros labios y nuestro corazón, Señor: hazlos producir misericordia, solidaridad y afecto en tu nombre. Así sea.

Invitados a ser instrumentos de la Paz, Amor y Alegría del Dios compasivo y servidor,
Miguel.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Quiénes son los nuestros?

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo 29 de Septiembre de 2024                          ...