8 de junio de 2013
Sábado de la Octava Semana del Tiempo Común
Lecturas:
Tobías 12, 1.
5-15. 20 / Salmo Tb 13, 2. 6-8 ¡Bendito sea Dios, que vive eternamente!
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 12, 38-44
Jesús enseñaba a la multitud:
«Cuídense de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas
vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las
sinagogas y los banquetes; que devoran
los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Éstos serán juzgados
con más severidad».
Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del templo y miraba cómo la
gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda
de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre.
Entonces él llamó a sus discípulos y les dijo: «Les aseguro que esta
pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de
lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo
lo que tenía para vivir».
Palabra del Señor.
MEDITACION
¡Qué
fácil es dar de lo que sobra! (y sin embargo, no siempre se da).
¡Qué
hermosa es la generosidad de los carenciados, quienes, porque conocen muy bien
lo que es estar en la necesidad, sienten el impulso de compartir aún de lo que
les falta con aquellos (siempre hay) que tienen menos! Esa es la solidaridad,
“tesoro de los pobres”, como la llamó el Papa recientemente.
La
Iglesia latinoamericana, con los ojos en la realidad, los pies en el barro y el
corazón en la tradición
bíblica y la actuación de Jesús, asumió una opción
preferencial por los pobres en la asamblea de obispos en Puebla (1979),
explicitando: “Los pobres merecen una atención preferencial, cualquiera que sea
la situación moral o personal en que se encuentren. Hechos a imagen y semejanza
de Dios para ser sus hijos, esta imagen está ensombrecida y aun escarnecida.
Por eso Dios toma su defensa y los ama” (N° 1142).
¿Qué
nos sucede cuando nos enfrentamos, a la luz del evangelio, al tema de la
pobreza y, sobre todo, al padecimiento de las personas pobres?
Purifica
nuestra mirada, Señor, de tal manera que podamos ver a nuestros hermanos pobres
con tus ojos y servirlos con nuestra vida, para que «bendigan al Señor de la justicia y glorifiquen al Rey de los siglos»
(Sal) y «para que todos
bendigan y alaben su Nombre» (1L). Así sea.
Alimentados del
Pan Vivo que da Paz, Amor y Alegría, para que lo compartamos con muchos más,
Miguel.
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