12 de junio de 2013
Miércoles de la Décima Semana Durante el Año
Lecturas:
lI Corintios 3, 4-11
/ Salmo 98, 5-9 ¡Santo eres, Señor, Dios nuestro!
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 5, 17-19
Jesús dijo a sus discípulos:
No
piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir,
sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma
de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra.
El
que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a
hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio,
el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.
Palabra del Señor.
MEDITACION
Parece
que había una confusión al respecto que hacía necesario que Jesús tuviese que
aclarar que respeta los Mandamientos de Dios, como todo buen judío. Porque Él no
vino a abolir la ley original, esa que servía de guía y orientación a su pueblo
para encontrar el camino del amor solidario (cf Sal 118, 105), aquel del que él
mismo es su encarnación (cf. Jn 8,12).
Con
fuerza y claridad, sí, está en contra de la deformación de ésta,
responsabilidad de las
autoridades religiosas que la habían convertido en una
carga insoportable para la gente (cf . Mt 23,4), especialmente los
más débiles de la sociedad, logrando que los preceptos liberadores del Señor se
transformasen en normas esclavizantes.
Por
eso, «Él nos ha capacitado para que
seamos los ministros de una Nueva Alianza, que no reside en la letra, sino en
el Espíritu» (1L), ya que se demostró que la letra puede
corromperse, en cambio, quienes «observaban
sus mandamientos y los preceptos que les había dado» (Sal), son los que creen
en el Espíritu de la ley: que Dios es amor, por lo que podemos estar seguros de
que cualquier cosa que provenga de Él sólo puede ser amor. Es decir, para dar
cumplimiento, de una manera semejante a la suya, hay que vivir con alegría
hasta lo más pequeño de la Ley del Amor.
Señor,
una vez más te pedimos que nos aumentes la fe y también, más aún, el amor, que
es consecuencia de esa fe. Así sea.
Invitados a ser
instrumentos de la Paz, Amor y Alegría del Dios compasivo y servidor,
Miguel.
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