PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
7 de julio de 2013
Décimo Cuarto Domingo Durante el Año
Lecturas:
Isaías 66,
10-14 / Salmo 65, 1-3. 4-7. 16. 20 ¡Aclame
al Señor toda la tierra! / Gálatas 6, 14-18
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
10, 1-12. 17-20
El
Señor designó a otros setenta y dos, además de los Doce, y los envió de dos en
dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde Él debía ir.
Y les dijo: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen
al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.
¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero,
ni provisiones, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.
Al
entrar en una casa, digan primero: "¡Que descienda la paz sobre esta
casa!" Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre
él; de lo contrario, volverá a ustedes.
Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya,
porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las
ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; curen a sus
enfermos y digan a la gente: "El Reino de Dios está cerca de
ustedes".
Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las
plazas y digan: "¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a
nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de
Dios está cerca".
Les
aseguro que en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa
ciudad».
Los
setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: «Señor, hasta los demonios
se nos someten en tu Nombre».
Él
les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Les he dado poder
para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del
enemigo; y nada podrá dañarlos. No se alegren, sin embargo, de que los
espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos
en el cielo».
Palabra del Señor.
MEDITACION
Cristianismo y Misión
están íntimamente ligados. Es necesario el anuncio de «las obras del Señor, las cosas admirables que hizo por los hombres»
(Sal), y eso lo debemos hacer los testigos de que, con la
acción de Jesús, se cumplió en nosotros la promesa: «Como un hombre es
consolado por su madre, así Yo los consolaré a ustedes» (1L). La respuesta a
esta gracia que se espera de los seguidores de Jesús, para quienes se ha pedido
«que la gracia de nuestro Señor Jesucristo permanezca con ustedes» (2L), es
que, a su vez, «curen a sus enfermos y digan a la gente: "El Reino de Dios
está cerca de ustedes"». Así hacemos el aporte que nos corresponde para
que venga el Reino de la bondad y la felicidad para todos nuestros hermanos
hombres y mujeres, hijos del Padre Dios.
Que
Jesús enviase «a otros setenta y dos
(número de las naciones en el Antiguo Testamento), además de los Doce» es un signo elocuente de que la misión -anunciar
el Reino, que es el proyecto de Dios para el mundo, que se cumple en el
ministerio misericordioso de Jesús y debe extenderse por todo el mundo por
medio de la evangelización que sus seguidores realicen con el poder del
Espíritu Santo- no es labor sólo de consagrados, sino de todos, porque la tarea
es abundante y siempre escasean las manos.
Para
poder acometer esta tarea que excede nuestras capacidades y habilidades
puramente humanas, contamos, como hemos recordado en una oportunidad reciente,
con «la extraordinaria grandeza del poder con que él obra en nosotros, los
creyentes, por la eficacia de su fuerza [teniendo presente que] Este es el
mismo poder que Dios manifestó en Cristo, cuando lo resucitó de entre los
muertos» (Ef 1,19-20). Ni más ni menos.
Quienes
se dejan guiar en la concreción de su llamado: compartiendo sencilla y
cotidianamente («coman lo que les sirvan»);
aliviando dolores físicos y espirituales («curen
a sus enfermos»); transmitiendo la serenidad interior de saberse en manos
del Señor («digan primero: "¡Que
descienda la paz sobre esta casa!"»); y, una vez que sus gestos ya lo
dijeron muy elocuentemente, recién entonces predicar («digan a la gente: "El Reino de Dios está cerca de ustedes"»);
ésos, los bienaventurados «que escuchan la Palabra de Dios y la practican» (Lc
11,28),
conocerán la alegría de ser inscritos en el Libro de la Vida (cf
Ex. 32, 32-34; Is. 4,3; Sal. 69, 29; Dan. 12, 1), es decir en el corazón mismo del
Dios que es Amor y de quien proviene todo lo bueno.
Que,
sintiendo tu fuerza a nuestro lado, Señor, enfrentemos con valentía a los lobos
y derramemos tu paz activa y creadora alrededor nuestro. Así sea.
Enviados a
transmitir el proyecto de Paz, Amor y Alegría que tiene Dios para la humanidad,
Miguel.
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