jueves, 4 de julio de 2013

Quienes se dejan guiar en el anuncio del Reino quedan inscritos en el corazón de Dios

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
7 de julio de 2013
Décimo Cuarto Domingo Durante el Año

Lecturas:
Isaías 66, 10-14 / Salmo 65, 1-3. 4-7. 16. 20 ¡Aclame al Señor toda la tierra! / Gálatas 6, 14-18

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas   10, 1-12. 17-20
    El Señor designó a otros setenta y dos, además de los Doce, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde Él debía ir. Y les dijo: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.
    ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni provisiones, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.
    Al entrar en una casa, digan primero: "¡Que descienda la paz sobre esta casa!" Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.
    Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; curen a sus enfermos y digan a la gente: "El Reino de Dios está cerca de ustedes".
    Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan: "¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca".
    Les aseguro que en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad».
    Los setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre».
    Él les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos. No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo».
Palabra del Señor.

MEDITACION
Cristianismo y Misión están íntimamente ligados. Es necesario el anuncio de «las obras del Señor, las cosas admirables que hizo por los hombres» (Sal), y eso lo debemos hacer los testigos de que, con la acción de Jesús, se cumplió en nosotros la promesa: «Como un hombre es consolado por su madre, así Yo los consolaré a ustedes» (1L). La respuesta a esta gracia que se espera de los seguidores de Jesús, para quienes se ha pedido «que la gracia de nuestro Señor Jesucristo permanezca con ustedes» (2L), es que, a su vez, «curen a sus enfermos y digan a la gente: "El Reino de Dios está cerca de ustedes"». Así hacemos el aporte que nos corresponde para que venga el Reino de la bondad y la felicidad para todos nuestros hermanos hombres y mujeres, hijos del Padre Dios.
Que Jesús enviase «a otros setenta y dos (número de las naciones en el Antiguo Testamento), además de los Doce» es un signo elocuente de que la misión -anunciar el Reino, que es el proyecto de Dios para el mundo, que se cumple en el ministerio misericordioso de Jesús y debe extenderse por todo el mundo por medio de la evangelización que sus seguidores realicen con el poder del Espíritu Santo- no es labor sólo de consagrados, sino de todos, porque la tarea es abundante y siempre escasean las manos.
Para poder acometer esta tarea que excede nuestras capacidades y habilidades puramente humanas, contamos, como hemos recordado en una oportunidad reciente, con «la extraordinaria grandeza del poder con que él obra en nosotros, los creyentes, por la eficacia de su fuerza [teniendo presente que] Este es el mismo poder que Dios manifestó en Cristo, cuando lo resucitó de entre los muertos» (Ef 1,19-20). Ni más ni menos.
Quienes se dejan guiar en la concreción de su llamado: compartiendo sencilla y cotidianamente («coman lo que les sirvan»); aliviando dolores físicos y espirituales («curen a sus enfermos»); transmitiendo la serenidad interior de saberse en manos del Señor («digan primero: "¡Que descienda la paz sobre esta casa!"»); y, una vez que sus gestos ya lo dijeron muy elocuentemente, recién entonces predicar («digan a la gente: "El Reino de Dios está cerca de ustedes"»); ésos, los bienaventurados «que escuchan la Palabra de Dios y la practican» (Lc 11,28), conocerán la alegría de ser inscritos en el Libro de la Vida (cf Ex. 32, 32-34; Is. 4,3; Sal. 69, 29; Dan. 12, 1), es decir en el corazón mismo del Dios que es Amor y de quien proviene todo lo bueno.

Que, sintiendo tu fuerza a nuestro lado, Señor, enfrentemos con valentía a los lobos y derramemos tu paz activa y creadora alrededor nuestro. Así sea.

Enviados a transmitir el proyecto de Paz, Amor y Alegría que tiene Dios para la humanidad,
Miguel.


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