14 de febrero de 2015
Sábado de la Quinta Semana del Tiempo
Común
Lecturas:
Génesis 3, 9-24
/ Salmo 89, 2-6.
12-13 ¡Tú has sido nuestro refugio,
Señor!
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 8, 1-10
En esos días, volvió a reunirse una gran multitud, y como no tenían qué
comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Me da pena esta multitud,
porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. Si los mando en
ayunas a sus casas, van a desfallecer en el camino, y algunos han venido de
lejos.»
Los discípulos le preguntaron: «¿Cómo se podría conseguir pan en este
lugar desierto para darles de comer?»
Él les dijo: «¿Cuántos panes tienen ustedes?»
Ellos respondieron: «Siete.»
Entonces él ordenó a la multitud
que se sentara en el suelo, después tomó los siete panes, dio gracias, los
partió y los fue entregando a sus discípulos para que los distribuyeran. Ellos
los repartieron entre la multitud. Tenían, además, unos cuantos pescados
pequeños, y después de pronunciar la bendición sobre ellos, mandó que también
los repartieran.
Comieron hasta saciarse y todavía se recogieron siete canastas con lo
que había sobrado.
Eran unas cuatro mil personas. Luego Jesús los despidió. En seguida
subió a la barca con sus discípulos y fue a la región de Dalmanuta.
Palabra del Señor.
MEDITACION
Las
cosas cambian.
El
redactor del Génesis cuenta que un Dios enojado pronuncia la sentencia «Ganarás el pan con el sudor de tu frente»
(1L), posteriormente un Jesús compasivo se
lo otorga gratuitamente a una multitud…
Más
allá del carácter meramente pedagógico y no histórico del primer texto y de las
características simbólicas del segundo, remarquemos la importancia del pan.
Es
que alimentarse es vital. Por lo tanto, para el Señor es sagrado.
Hay
que trabajar para ganarlo y hay que ocuparse de que a nadie le falte.
O
no se está en sintonía con el Dios de la Vida.
Que
no nos sea indiferente el hambre física ni ninguna necesidad de nuestros hermanos,
de la misma manera que no lo fue para ti, Señor, ya que hiciste lo posible para
saciarlas. Así sea.
Con el corazón
lleno de la Paz, el Amor y la Alegría de ver cómo el Reino de Dios se realiza
en el servicio de unos por otros, a la manera de Jesús,
Miguel.
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