«Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo,
junto con sus ovejas y sus bueyes;
desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus
mesas
y dijo a los vendedores de palomas:
"Saquen esto de aquí
y no hagan de la casa de mi Padre una casa de
comercio".»
(Jn 2,15-16)
Yo pienso en el escándalo que podemos causar a
la gente con nuestra actitud, con nuestros hábitos no sacerdotales en el
Templo: el escándalo del comercio, el escándalo de la mundanidad… Cuántas veces
vemos que entrando en una iglesia, aún hoy, está la "lista de los precios”
para el bautismo, la bendición, las intenciones para la Misa. Y el pueblo se
escandaliza.
Una vez, recién ordenado sacerdote, yo estaba
un grupo de universitarios, y una pareja de novios quería casarse. Habían ido a
una parroquia: pero, querían hacerlo con la Misa. Y allí, el secretario
parroquial dijo: ‘No, no: no se puede’ – ‘Pero, ¿por qué no se puede con la
Misa, si el Concilio recomienda hacerlo siempre con la Misa?’ – ‘No, no se
puede, porque más de 20 minutos no se puede’ – ‘Pero, ¿por qué?’ – ‘Porque hay
otros turnos’ – ‘Pero, ¡nosotros queremos la Misa!’ – ‘Entonces ¡paguen dos
turnos!’. Y para casarse con la Misa tuvieron que pagar dos turnos. Esto es
pecado de escándalo. Nosotros sabemos lo que dice Jesús a aquellos que son
causa de escándalo: ‘Mejor ser tirados al mar.
Cuando los que están en el Templo –
independientemente de que sean sacerdotes, laicos, secretarios que se ocupan de
administrar la pastoral en el Templo – se vuelven especuladores, el pueblo se
escandaliza. Y nosotros somos responsables de esto. También los laicos, ¡eh!
Todos. Porque si yo veo que en mi parroquia se hace esto, debo tener el coraje
de decírselo en la cara al párroco. Y la gente sufre por ese escándalo. Es
curioso: el pueblo de Dios sabe perdonar a sus sacerdotes, cuando tienen una
debilidad, resbalan sobre un pecado… sabe perdonar. Pero hay dos cosas que el
pueblo de Dios no puede perdonar: a un sacerdote apegado al dinero y a un
sacerdote que maltrata a la gente. ¡No es capaz de perdonar! Y el escándalo,
cuando el Templo, la Casa de Dios, se vuelve una casa de negocios, como aquel
matrimonio: se alquilaba la iglesia.
Papa
Francisco

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