9 de marzo de 2015
Lunes de la Tercera Semana de Cuaresma
Lecturas:
II Reyes 5, 1-15
/ Salmo 41, 2-3; 42,
3-4 ¡Mi alma tiene sed del Dios viviente!
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 4, 24-30
Cuando Jesús llegó a Nazaret, dijo a la multitud en la sinagoga:
«Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Yo les
aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante
tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el
país. Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de
Sarepta, en el país de Sidón.
También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta
Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio.»
Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se
enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar
escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de
despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.
Palabra del Señor.
MEDITACION
El Dios de Jesús, al contrario de
aquel en el que creían los que guiaban a su pueblo, no podía ser tan egoísta
para pertenecer restringidamente a una nación.
Para argumentar esto, en el lugar de
oración, la sinagoga, él utiliza las Sagradas Escrituras, con los ejemplos de
Elías (1 Rey 17,7-16)
y de Eliseo (1L),
grandes profetas de Dios, quienes son enviados también, y en estos casos, por
sobre el pueblo elegido, a ayudar a extranjeros.
Como «ningún
profeta es bien recibido en su tierra», el
anunciar una verdad tan evidente, le atrae la furia de quienes prefieren
mantenerse en el error de su tradición, en lugar de acoger la Palabra
liberadora y correctora del Señor.
Que no nos suceda que el apego a lo
que creamos o nos han dicho que son verdades inamovibles, nos impida escuchar
tu mensaje siempre libre y novedoso, para nuestro tiempo y nuestro lugar,
Señor. Así sea.
Buscando
proteger y hacer crecer las condiciones de dignidad de los hijos del Dios de la
Paz, el Amor y la Alegría,
Miguel.

No hay comentarios:
Publicar un comentario