11 de marzo de 2015
Miércoles de la Tercera Semana de
Cuaresma
Lecturas:
Deuteronomio
4, 1.
5-9 / Salmo 147, 12-13. 15-16.
19-20 ¡Glorifica al Señor, Jerusalén!
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 5, 17-19
Jesús dijo a sus discípulos:
«No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido
a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni
una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo
se realice.
El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los
otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En
cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los
Cielos.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Jesús no viene a cambiar la Biblia,
sino a darle su sentido, o a ayudarnos a encontrárselo desde la óptica de Dios,
sacándole las cáscaras de las interpretaciones humanas interesadas o
ignorantes.
Es decir «a dar cumplimiento» a la voluntad de su Padre.
Sabemos que «Después de haber hablado
antiguamente a nuestros padres por medio de los Profetas, en muchas ocasiones y
de diversas maneras, ahora, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de
su Hijo» (Hb 1,1-2).
Más aún, que, como veíamos recientemente, en el episodio de la Transfiguración,
desde el cielo se nos dijo: «Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo» (Mc
9,7). Y, como si fuera poco, que su vida la
dedicó a hacer concretas las Escrituras, con sus palabras y su acción.
Por todo ello, ante las normales dudas
que puedan surgirnos acerca de cuál es el mensaje del Padre del Cielo para
nosotros en nuestro presente, hay que recurrir preferentemente al único
Maestro.
Que busquemos encontrarnos con tu
palabra, Señor, despejando los oídos del corazón de todo aquello que, con o sin
intención, puedan bloqueárnosla. Así sea.
Buscando
proteger y hacer crecer las condiciones de dignidad de los hijos del Dios de la
Paz, el Amor y la Alegría,
Miguel.


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