jueves, 12 de marzo de 2015

La Vida eterna desde hoy



PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
15 de marzo de 2015
4° DOMINGO DE CUARESMA

Lecturas:
Crónicas 36, 14-16. 19-23 / Salmo 136, 1-6 ¡Que no me olvide de ti, ciudad de Dios! / Efesios 2, 4-10

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan   3, 14-21
Dijo Jesús:
De la misma manera que Moisés
levantó en alto la serpiente en el desierto,
también es necesario
que el Hijo del hombre sea levantado en alto,
para que todos los que creen en Él
tengan Vida eterna.
Sí, Dios amó tanto al mundo,
que entregó a su Hijo único
para que todo el que cree en Él no muera,
sino que tenga Vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo
para juzgar al mundo,
sino para que el mundo se salve por Él.
El que cree en Él, no es condenado;
el que no cree, ya está condenado,
porque no ha creído
en el nombre del Hijo único de Dios.
En esto consiste el juicio:
la luz vino al mundo,
y los hombres prefirieron
las tinieblas a la luz,
porque sus obras eran malas.
Todo el que obra mal
odia la luz y no se acerca a ella,
por temor de que sus obras sean descubiertas.
En cambio, el que obra conforme a la verdad
se acerca a la luz,
para que se ponga de manifiesto
que sus obras han sido hechas en Dios.»
Palabra del Señor.

MEDITACION
Nos recuerda la Biblia que, a través de la historia, «El Señor, el Dios de sus padres, les llamó la atención constantemente por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo» (1L), de tal manera que pudiésemos corregir la maldad que nos afectaba. Ocurre que «Nosotros somos creación suya: fuimos creados en Cristo Jesús, a fin de realizar aquellas buenas obras, que Dios preparó de antemano para que las practicáramos» (2L). Por eso, «Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los Profetas, en muchas ocasiones y de diversas maneras, ahora, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo» (Hb 1,1-2) y su enseñanza fue la entrega total por nosotros, para que después hiciésemos lo mismo unos por otros, «Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él» (Ev).
Hay un episodio en las Escrituras, que es al que Jesús hace referencia en este texto, en que Dios manda a Moisés confeccionar una serpiente de bronce y levantarla para que todos los que la viesen quedasen sanos (Nm 21,4-9).
Entonces, el Maestro, en el contexto de una conversación con un fariseo, se aplica a sí mismo la imagen, haciéndola paralela a la cruz, donde deberá ser elevado para sanar-salvar-liberar a todos sus hermanos humanos.
De aquí proviene uno de los versículos más repetidos por los hermanos evangélicos, cuando procesionan por las calles proclamando la Palabra: ese que resalta la prueba del amor de Dios por el mundo en la entrega de su Hijo para que tengamos Vida eterna. Así, con didáctica exactitud, resumen lo más importante de la Biblia y el mensaje cristiano.
Lo que me preocupa es qué se entiende por “tener Vida eterna”.
Por siglos, debido a la ignorancia o la mala fe (literalmente), se predicó que la “vida eterna” era sólo aplicable a lo que había después de la muerte.
Pero si Jesús vino a habitar entre nosotros fue para darnos vida en abundancia (Jn 10,10) o feliz. En presente.
Y porque, al contrario de otra mala prédica que circula por ahí, «Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él», su misión fue ayudarnos a buscar la vida eterna en esta vida, la que llegará a su plenitud en la otra. De ninguna manera esperándola resignados ni cómodamente de brazos cruzados, porque aquella “se juega” desde lo que hacemos (o no hacemos) ahora.
Por eso, en su accionar cotidiano lo vemos aliviando las dificultades del momento de cada persona, a la vez de enseñar a sanar, proteger y servir a los demás cuando lo necesitan y motivando a orar por algo tan concreto como el pan necesario para cada día.
Podemos decir, entonces, que «la luz vino al mundo» para iluminarnos en este caminar que le hace bien a la humanidad y a toda la Creación en su día a día, pero que, tuvo como respuesta que «los hombres prefirieron las tinieblas a la luz» y hemos seguido prefiriendo las tinieblas del egoísmo individualista, lo que nos hace indiferentes a las necesidades y dolores de nuestros hermanos.

Esa es la razón por la que nuestro mundo tiene tantas zonas oscuras, con tanta gente sufriendo. Pero, para aliviar esto, es que están los «hijos de la luz» (Jn 12,36; 1 Tes 5,5), que son los amigos de Aquel que llegó hasta ser «levantado en alto», debido a su fidelidad a la Misión encomendada por el Padre Dios, quienes, si quieren ser fieles a esa amistad, buscarán iluminar de manera de dejar en evidencia las malas obras y revertirlas efectuando las que sean acordes con su mensaje que da Vida eterna hoy y siempre.
La pregunta para nosotros hoy sería, entonces: ¿estamos en camino de Vida eterna, haciendo que nuestros hermanos tengan un mejor presente o, en cambio, no estamos permitiendo que la luz de Cristo se proyecte en nosotros y desde nosotros?

Que colaboremos contigo, Señor, en que muchos más comiencen a tener Vida eterna, hoy, que es cuando la necesitan. Así sea.

Con el corazón lleno de Paz, Amor y Alegría y con la mirada puesta en buscar la Vida eterna para todos desde ya,
Miguel

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