PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
15 de marzo de 2015
4° DOMINGO DE CUARESMA
Lecturas:
Crónicas 36, 14-16. 19-23
/ Salmo 136, 1-6 ¡Que no me olvide de ti, ciudad de Dios!
/ Efesios 2, 4-10
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 3, 14-21
Dijo Jesús:
De la misma manera que Moisés
levantó en alto la serpiente en el
desierto,
también es necesario
que el Hijo del hombre sea levantado
en alto,
para que todos los que creen en Él
tengan Vida eterna.
Sí, Dios amó tanto al mundo,
que entregó a su Hijo único
para que todo el que cree en Él no
muera,
sino que tenga Vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo
para juzgar al mundo,
sino para que el mundo se salve por
Él.
El que cree en Él, no es condenado;
el que no cree, ya está condenado,
porque no ha creído
en el nombre del Hijo único de Dios.
En esto consiste el juicio:
la luz vino al mundo,
y los hombres prefirieron
las tinieblas a la luz,
porque sus obras eran malas.
Todo el que obra mal
odia la luz y no se acerca a ella,
por temor de que sus obras sean
descubiertas.
En cambio, el que obra conforme a la
verdad
se acerca a la luz,
para que se ponga de manifiesto
que sus obras han sido hechas en
Dios.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Nos
recuerda la Biblia que, a través de la historia, «El Señor, el Dios de sus padres, les llamó la atención constantemente
por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo» (1L), de tal manera que
pudiésemos corregir la maldad que nos afectaba. Ocurre que «Nosotros somos creación suya: fuimos creados en Cristo Jesús, a fin de
realizar aquellas buenas obras, que Dios preparó de antemano para que las
practicáramos» (2L). Por eso, «Después de haber hablado antiguamente a
nuestros padres por medio de los Profetas, en muchas ocasiones y de diversas
maneras, ahora, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo» (Hb 1,1-2) y su enseñanza fue
la entrega total por nosotros, para que después hiciésemos lo mismo unos por
otros, «Porque Dios no envió a su Hijo
para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él» (Ev).
Hay un episodio en las Escrituras, que
es al que Jesús hace referencia en este texto, en que Dios manda a Moisés
confeccionar una serpiente de bronce y levantarla para que todos los que la
viesen quedasen sanos (Nm 21,4-9).
Entonces, el Maestro, en el contexto
de una conversación con un fariseo, se aplica a sí mismo la imagen, haciéndola
paralela a la cruz, donde deberá ser elevado para sanar-salvar-liberar a todos
sus hermanos humanos.
De aquí proviene uno de los versículos
más repetidos por los hermanos evangélicos, cuando procesionan por las calles
proclamando la Palabra: ese que resalta la prueba del amor de Dios por el mundo
en la entrega de su Hijo para que tengamos Vida eterna. Así, con didáctica
exactitud, resumen lo más importante de la Biblia y el mensaje cristiano.
Lo que me preocupa es qué se entiende
por “tener Vida eterna”.
Por siglos, debido a la ignorancia o
la mala fe (literalmente), se predicó que la “vida eterna” era sólo aplicable a
lo que había después de la muerte.
Pero si Jesús vino a habitar entre
nosotros fue para darnos vida en abundancia (Jn 10,10) o feliz. En presente.
Y porque, al contrario de otra mala
prédica que circula por ahí, «Dios no
envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él»,
su misión fue ayudarnos a buscar la vida eterna en esta vida, la que llegará a
su plenitud en la otra. De ninguna manera esperándola resignados ni cómodamente
de brazos cruzados, porque aquella “se juega” desde lo que hacemos (o no
hacemos) ahora.
Por eso, en su accionar cotidiano lo
vemos aliviando las dificultades del momento de cada persona, a la vez de
enseñar a sanar, proteger y servir a los demás cuando lo necesitan y motivando
a orar por algo tan concreto como el pan necesario para cada día.
Podemos decir, entonces, que «la luz vino al mundo» para iluminarnos
en este caminar que le hace bien a la humanidad y a toda la Creación en su día
a día, pero que, tuvo como respuesta que «los
hombres prefirieron las tinieblas a la luz» y hemos seguido prefiriendo las
tinieblas del egoísmo individualista, lo que nos hace indiferentes a las
necesidades y dolores de nuestros hermanos.
Esa es la razón por la que nuestro
mundo tiene tantas zonas oscuras, con tanta gente sufriendo. Pero, para aliviar
esto, es que están los «hijos de la luz» (Jn 12,36; 1
Tes 5,5), que son los amigos de Aquel que llegó hasta
ser «levantado en alto», debido a su
fidelidad a la Misión encomendada por el Padre Dios, quienes, si quieren ser
fieles a esa amistad, buscarán iluminar de manera de dejar en evidencia las
malas obras y revertirlas efectuando las que sean acordes con su mensaje que da
Vida eterna hoy y siempre.
La pregunta para nosotros hoy sería,
entonces: ¿estamos en camino de Vida eterna, haciendo que nuestros hermanos
tengan un mejor presente o, en cambio, no estamos permitiendo que la luz de
Cristo se proyecte en nosotros y desde nosotros?
Que colaboremos contigo, Señor, en que
muchos más comiencen a tener Vida eterna, hoy, que es cuando la necesitan. Así
sea.
Con el corazón
lleno de Paz, Amor y Alegría y con la mirada puesta en buscar la Vida eterna
para todos desde ya,
Miguel


No hay comentarios:
Publicar un comentario