14 de marzo de 2015
Sábado de la Tercera Semana de
Cuaresma
Lecturas:
Oseas 6, 1-6
/ Salmo 50, 3-4.
18-21 El Señor quiere amor y no
sacrificios
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 18, 9-14
Refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los
demás, dijo también esta parábola:
«Dos hombres subieron al Templo para orar; uno era fariseo y el otro,
publicano. El fariseo, de pie, oraba así: "Dios mío, te doy gracias porque
no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni
tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte
de todas mis entradas."
En cambio el publicano, manteniéndose
a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se
golpeaba el pecho, diciendo: "¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un
pecador!"
Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el
primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será
ensalzado.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
La sabiduría de Jesús, quien «sabía lo
que hay en el interior del hombre» (Jn 2,25),
no le permite, como nos sucede a nosotros, dejarse engañar con las apariencias.
En su tiempo y en todos los tiempos,
los “fariseos” se paran ante Dios casi como iguales, desplegando su listado de
actividades religiosas y, por ello, despreciando a quienes no tienen un
“currículum” semejante.
Pero quien de verdad logra impresionar
a Dios, según deducimos de lo que nos indica su Hijo, es quien no se atreve «siquiera a levantar los ojos al cielo»,
reconociendo: «¡Dios mío, ten piedad de
mí, que soy un pecador!».
Porque sólo el segundo tiene la verdad
en el corazón.
Que tengamos siempre presente que «No
hay ningún justo, ni siquiera uno» (Rom 3,10),
de manera de actuar con humildad ante ti y con misericordia con nuestros
hermanos, Señor. Así sea.
Buscando
proteger y hacer crecer las condiciones de dignidad de los hijos del Dios de la
Paz, el Amor y la Alegría,
Miguel.

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