«Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos
solos a un monte elevado.
Allí se transfiguró en presencia de ellos.
Sus vestiduras se
volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría
blanquearlas»
(Mc 1,12-13)
Entonces veré el sol con ojos nuevos
y la noche y su aldea reunida;
la garza blanca y sus ocultos huevos,
la piel del río y su secreta vida.
Veré el alma gemela de cada hombre
en la entera verdad de su querencia;
y cada cosa en su primero nombre
y cada nombre en su lograda esencia.
Confluyendo en la paz de Tu mirada,
veré, por fin, la cierta encrucijada
de todos los caminos de la Historia
el
reverso de fiesta de la muerte.
Y saciaré mis ojos en Tu gloria,
para ya siempre más ver, verme y verte.
Pedro
Casaldáliga
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