5 de Enero de 2016
Martes después de Epifanía
Lecturas:
I Juan 4, 7-10
/ Salmo 71, 1-4. 7-8 ¡Pueblos de la tierra alaben al Señor!
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 6, 34-44
Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella,
porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.
Como se había hecho tarde, sus discípulos se acercaron y le dijeron:
"Este es un lugar desierto, y ya es muy tarde.
Despide a la gente, para que vaya a las poblaciones cercanas a comprar
algo para comer".
Él respondió: "Denles de comer ustedes mismos". Ellos le
dijeron: "Habría que comprar pan por valor de doscientos denarios para dar
de comer a todos".
Jesús preguntó: "¿Cuántos panes tienen ustedes? Vayan a ver".
Después de averiguarlo, dijeron: "Cinco panes y dos pescados".
Él les ordenó que hicieran sentar a todos en grupos, sobre la hierba
verde, y la gente se sentó en grupos de cien y de cincuenta.
Entonces él tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los
ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los fue entregando a
sus discípulos para que los distribuyeran. También repartió los dos pescados
entre la gente.
Todos comieron hasta saciarse, y se recogieron doce canastas llenas de
sobras de pan y de restos de pescado.
Los que comieron eran cinco mil hombres.
Palabra del Señor.
MEDITACION
Ser cristianos –hay que repetirlo muchas veces, dado que la experiencia
indica que no está suficientemente claro- es ser otros Cristos en el tiempo y
lugar que cada quien se encuentre.
Claro que, como es de Perogrullo, nadie está obligado a lo imposible.
Entonces, no se trata de hacer exactamente lo mismo, sino dejarse guiar por el
mismo espíritu que lo movía a él.
El “¿qué haría Cristo en mi lugar?” que proponía el Padre Hurtado es,
por ejemplo, compadecerse de las multitudes sin pastor y ver cuáles son las
necesidades de ellos.
En este relato él multiplicó panes; en tus situaciones quizás habrá que
multiplicar sonrisas, o abrazos, o cuidados, o solidaridad…
En fin, se trata de, ante tantas carencias (hambres) humanas, no
desentenderse y seguir su mandato: «Denles de comer ustedes mismos», porque amamos a nuestros hermanos y «el que ama ha nacido de Dios y conoce a
Dios» (1L).
Que agucemos la mirada para captar las necesidades de nuestros hermanos
y que ablandemos el corazón para buscar saciarlas, según tu ejemplo, Señor. Así
sea.
Siguiendo las señales que el Señor nos da
para construir la Paz, el Amor y la Alegría en nuestro mundo,
Miguel
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