miércoles, 5 de mayo de 2021

Como él nos ha amado

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

9 de Mayo de 2021

Domingo de la Sexta Semana de Pascua

 

Lecturas de la Misa:

Hechos 10, 25-26. 34-36. 44-48 / Salmo 97, 1-4 El Señor reveló su victoria a las naciones / I Juan 4, 7-10

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     15, 9-17


Jesús dijo a sus discípulos:
«Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto.
Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre.
No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así, todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se los concederá.
Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros.»

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Las Escrituras destacan como hecho relevante en la historia que «El Señor reveló su justicia a los ojos de las naciones» (Sal) y luego, a propósito, de eso, que «todo el que lo teme y practica la justicia es agradable a Él» (1L). Pero el Señor Jesús le da un sentido más profundo a esto: «Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. […] Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado» (Ev), como un signo de que somos hijos de su Padre, ya que sólo «el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios» (2L).

Porque si no tengo amor, como el suyo, nada soy.

Todos creemos saber qué es el amor y qué significa amar. Tan complejo no debiese ser. De hecho, en esto tenemos la “guía” de los medios de comunicación masivos, plagados de canciones, producciones audiovisuales y muchísimas obras que tienen como tópico dicho concepto.

Pero si fuese realmente así, bastaría decir “amor” y todo lo anterior sobraría. Sin embargo, sabemos que no es tan simple el asunto.

Para ejemplificar hagamos conciencia de que nuestras manos son nuestra primera y primordial herramienta: gracias a ellas nos alimentamos, nos sustentamos laboralmente y cumplen tantas otras labores que es casi imposible vivir sin ellas.

De forma semejante, el amor es un conjunto de sentimientos y emociones que configuran, también, nuestra primera y primordial herramienta en el imprescindible intercambio relacional permanente con los demás. Y esto va más allá -mucho más allá- del amor romántico, ya que implica el completo respeto por las opciones y opiniones de los demás, sumado a un sincero deseo y búsqueda de aportar para que ellos tengan una existencia plena.

Sin embargo, nuestra innata comodidad y su compañera la indiferencia, nos traban el correcto y normal uso de esta más que necesaria “herramienta”, porque lo opuesto al amor no es el odio, sino lo que ocurre cuando hay ausencia de amor: surge y vence el egoísmo.

Pero estas cosas no son tan claras en las obras culturales de las que hablábamos al comienzo y tampoco en nuestro entendimiento, lo que nos provoca mucha confusión.

Por eso existen muchos que se dedican a difundir mensajes y reflexiones que buscan dar luces sobre esto que, incluso con nuestras dificultades, sabemos que es tan importante. Pero nosotros tenemos un único Maestro: quien nos dijo «Permanezcan en mi amor» y nos guió y nos sigue guiando en el camino del amor.

Lamentablemente, pese a esto, podemos constatar, a la vez, que, pese a la certeza de la trascendencia que tiene para nuestras vidas el amor, tristemente, es muy difícil encontrar personas que se sientan amadas. Y ni hablar de la dificultad para identificar a quienes sean reconocidos por los demás como gente que ama.

Esto llega a ser doloroso si asumimos que los cristianos debiésemos ser parte de ambos grupos.

Tengamos presente que ya el Dios del Antiguo Testamento, al que los judíos, y también Jesús, como buen judío, leían en las sinagogas, les había mandado: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Lev 19,18).

Y les fue aclarando posteriormente a esas mentes y corazones duros (iguales a los nuestros) la amplitud que tenía este mandato: «¡Cesen de hacer el mal, aprendan a hacer el bien! ¡Busquen el derecho, socorran al oprimido, hagan justicia al huérfano, defiendan a la viuda!» (Is 1,17).

(Ojo con los cristianos que no se meten con nadie y, por ello, cierran los ojos a las injusticias).

«Cuando un extranjero resida contigo en tu tierra, no lo molestarás. Él será para ustedes como uno de sus compatriotas y lo amarás como a ti mismo, porque ustedes fueron extranjeros en Egipto. Yo soy el Señor, su Dios» (Lev 19,34). (Ojo con los cristianos que maltratan o hablan mal de los migrantes).

«Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber» (Prov 25,21).

(Ojo con los cristianos que se dejan conducir por el rencor).

Nuestro Maestro, por su parte, hizo de esa palabra recibida un constante cumplir, siendo ejemplo de ese amor activo y eficaz hacia los demás que prescribía el Señor -respuesta al amor con el que Él le amó,


como a toda la humanidad-, como podemos constatar en muchos pasajes de los evangelios. Y era, por esto, un hombre pleno, un hombre feliz.

Es claro que nosotros tenemos grabadas en las conciencias que los mandatos, mandamientos u obligaciones normalmente son cargas pesadas indeseables, pero esto que hoy nos ordena el Maestro: «Ámense los unos a los otros, como yo los he amado» (tal como hemos sido amados por él) es liberador, es fuente de paz, de esperanza y de más sanas relaciones humanas.

De alegría, en suma, para vivir en sintonía con su gozosa forma de vivir y que, por ello, «ese gozo sea perfecto».

Entonces, no gastemos demasiada energía en comprender teóricamente qué es, sino pongamos manos (o amores) a la obra.

 

Es tan fácil hablar de amor y de amar, pero tú conoces bien nuestra naturaleza, Señor, por ello sabes que nos es muy difícil amar y, más aún, de una manera semejante a la tuya. Ayúdanos a crecer en el servicio, el perdón, la empatía, la solidaridad y todas aquellas expresiones del amor efectivo y eficaz. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, saber hacer realidad cada día Su Mandamiento principal, el que da vida a todos,

Miguel

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