miércoles, 18 de septiembre de 2024

Servir para ser cristianos

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

22 de Septiembre de 2024                                       

Domingo de la Vigésimo Quinta Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Sabiduría 2, 12. 17-20 / Salmo 53, 3-6. 8 El Señor es mi apoyo verdadero / Santiago 3, 16—4, 3

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos     9, 30-37


    Jesús atravesaba la Galilea junto con sus discípulos y no quería que nadie lo supiera, porque enseñaba y les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará». Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas.

    Llegaron a Cafarnaún y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: «¿De qué hablaban en el camino?» Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande.

    Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: «El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos».

    Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: «El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

¿Por qué «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres [y] lo matarán»? (Ev). Porque dicen los privilegiados: «se opone a nuestra manera de obrar; […] y nos reprocha las faltas contra la enseñanza recibida» (1L), una enseñanza antimaterialista, solidaria y fraterna. A ellos y a todos quienes tienen la misma actitud se les puede reprochar: «ustedes ambicionan, y si no consiguen lo que desean, matan» (2L). Pero Jesús no se amilana y sigue sirviendo a la vida, enfrentando la situación, con la confianza en que «Dios es mi ayuda, el Señor es mi verdadero sostén» (Sal).

O no sirve llamarse así.

Hay un programa en la TV abierta actual que tiene un título muy decidor respecto al tema que propone el evangelio de este día. No sabemos de qué se trata, pero no tiene importancia para esta meditación; nos centraremos sólo en el nombre.

Se trata de uno llamado “¿Ganar o servir?”. Es decir que, en la típica antinomia de ganar o perder, reemplazan como sinónimo despreciable de este último concepto lo que para los seguidores de Jesús debiese ser un honor: el servicio.

Pero, si en un país con una larga tradición cristiana como el nuestro hace sentido y no provoca ningún escándalo poner en ese desmedrado lugar aquella actitud tan preciada para Cristo, es porque no ha permeado tanto como debiera entre quienes nos decimos sus amigos (más paradójicamente aún: el programa lo transmite el canal que antes se conocía como “católico”…).

Es que cuando pensamos en lo más difícil de ser cristiano, se nos ocurren cuestiones como: poner la otra mejilla cuando nos golpean (Lc 6,29); o amar a los enemigos y rogar por nuestros perseguidores (Mt 5,44); o perdonar 70 veces 7, es decir, siempre (Mt 18,21-22).

Pero el auténtico desafío nuestro, ese que hacemos lo posible por evitar, según lo que demuestran nuestro accionar, es «El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos».

Si nos fijamos, estas palabras se dan en esta ocasión: Jesús «junto con sus discípulos… una vez que estuvieron en la casa», es decir, se está dirigiendo a los más íntimos, como queriendo reforzar la importancia de esta actitud a quienes continuarían su tarea.

Y fue tan profundo el impacto en ellos que lo encontramos en otros dos evangelios (Mt 20,26-28; Lc 22,26-27) y se desarrolla en plenitud, como enseñanza y como gesto, en el último, en el episodio del lavado de los pies del Maestro a sus discípulos (Juan 13).

Para reforzar esta enseñanza, hace un gesto no tan comprensible para nosotros, pero sí para ellos: «tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo…». Ocurre que los infantes en Israel no eran "importantes" ni mucho menos "primeros". Con esa significativa acción, Jesús invierte las jerarquías.

De esta manera se entiende que, para el Maestro, Dios es el que cuida de los más pequeños, Dios es el servidor por antonomasia. Jesús sigue el mismo camino. Y se espera que quien se diga cristiano se muestre con la misma actitud.

¿Qué sucede, en cambio?

Todas la Iglesias se consideran la primera, la única con la verdad, la intermediaria exclusiva entre la humanidad y Dios. Si alguna (porque no pueden todas) lo es, da lo mismo, porque su vocación es servir, no ser la más importante.

Pero también nosotros, los que decimos seguir a Jesús, nos consideramos más que otros, pensando que, por ser cristianos, y supuestamente conocer el Evangelio, estamos por sobre otros. Sin embargo, según nuestro Maestro, solamente seremos importantes si somos los primeros en servir.


Entendamos que esta enseñanza viene del mundo de la lógica de Dios, no la de los hombres (Mc 8,33). Es la lógica del Padre, que no prioriza el poder sino el amor. Por lo anterior, podríamos decir que, si hubiese que elegir una actitud que caracterice a los cristianos, paradójicamente, una con la que menos se nos identificaría por parte de los demás sería el servicio.

Son cientos de miles de personas que, al menos en nuestro país, se congregan cada semana en los templos de las distintas denominaciones cristianas. Si esas mismas personas, siguiendo las instrucciones de su Señor, tuviesen una dedicación semejante para servir a los demás, otro sería el rostro del cristianismo, otro sería nuestro país: estaríamos aportando de manera importante a que venga a nosotros Su Reino de Amor.

 

Tú, que estás entre nosotros como el que sirve, Señor; tú, que invitas y desafías a quienes queremos ser tus seguidores a ser servidores de los demás y de la Vida, mantén tu mano bendecidora sobre nosotros y también a nuestro alcance para apoyarnos cuando nos es tan difícil hacerlo. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, buscar a quienes servir, de las múltiples maneras posibles, las innumerables necesidades de las personas, como forma de ser coherentes con la fe en Jesús,

Miguel.

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