miércoles, 25 de septiembre de 2024

¿Quiénes son los nuestros?

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

29 de Septiembre de 2024                                       

Domingo de la Vigésimo Sexta Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Números 11, 16-17 .24-29 / Salmo 18, 8. 10. 12-14 Los preceptos del Señor alegran el corazón / Santiago 5, 1-6

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos     9, 38-43. 45. 47-48


    Juan dijo a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros».
    Pero Jesús les dijo: «No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí. Y el que no está contra nosotros, está con nosotros.
    Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo.
    Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar.
    Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos al infierno, al fuego inextinguible. Y si tu pie es para ti ocasión de pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con tus dos pies al infierno.
    Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos al infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Durante la historia han existido permanentemente quienes «han condenado y han matado al Justo, sin que él les opusiera resistencia» (2L) y se aprovechan de eso. En esas ocasiones ha hecho falta que ojalá «todos fueran profetas en el pueblo del Señor, porque él les infunde su espíritu» (1L), para que hiciesen ver la injusticia cometida, aunque les pareciera que no tenían suficiente relevancia, sin embargo, confiando en que «el testimonio del Señor es verdadero, da sabiduría al simple» (Sal), de tal manera que cualquier creyente pueda ser capaz de hacer y decir justicia de parte de Dios. Pero, tristemente, pocos seguidores de Jesús han estado a la altura, debido a lo cual han logrado «escandalizar a los pequeños que tienen fe» (Ev) y a muchos otros que no la tienen y, a causa de esta inconsecuencia, entre otras, tampoco la tendrán.

Una definición que hay que corregir permanentemente.

Parece muy necesario, a la luz del evangelio de este día, revisar a quiénes consideramos "los nuestros". Normalmente, en ambientes cristianos pensamos que son los que participan de los mismos ritos y costumbres de nuestra iglesia. Pero... como bien sabemos, muchos de aquellos que pueden haber estado sentados al lado nuestro en esas ocasiones, saliendo de ahí no tienen actitudes fraternas (Mc 12,31), ni siquiera con los de la misma congregación, menos con otros; o no son solidarios con quien padece necesidad (Mt 25,34ss). Entonces, ¿nos sentimos realmente cercanos a ellos?

Por otra parte, como sabemos -o deberíamos saber- existen muchos que, creyendo poco o nada en el Señor, sí se destacan en esas actitudes que él valora mucho. Debido a eso, si queremos ser coherentes, es a aquellos a quienes debiésemos considerar más apropiadamente "los nuestros".

Jesús permanentemente enseñaba que del Reino no se excluye a nadie (Mc 12,34), que todo el que busca el bienestar humano, está a favor del proyecto de Dios que él predicaba, consciente de que el Espíritu del bien no se circunscribe a ningún grupo humano, sino que «sopla donde quiere» (Jn 3,8). Él anunció (y sigue anunciando, si ponemos atención) un Dios que es amor (1 Jn 4,8), que no excluye a nadie, ni siquiera a los pecadores, «porque todos son obra de sus manos» (Job 34,19). Solo se autoexcluye de su corazón inmensamente compasivo el egoísta que rechaza al hermano, debido a que el Padre, consecuente con su amor, no obliga a nadie.

El problema de los cristianos de hoy es el mismo de los discípulos en este texto: la miopía que nos impide ver que "los nuestros" no son los que pertenecen a la misma organización, sino los que aportan a que el Reino y la justicia de Dios (Mt 6,33) se haga presente en nuestra tierra, sin importar en qué dicen creer o en qué no.

Por otro lado, el que la causa de Jesús no coincida con la del grupo de sus más cercanos, es un toque de atención para los que han querido seguirle desde entonces. Hasta ellos, tan cercanos a él que estaban, podían equivocarse gravemente. Por eso, es necesario reiterar que todo el que está a favor del ser humano (Mc 2,27) es de los de Jesús; todo el que trabaja por la justicia, por la paz, por la libertad, es decir, por la dignidad humana, hace lo que debiese ser propio de los cristianos (Mt 7,12). Nada de lo que hace a los hombres más humanos debiese ser ajeno a un seguidor de Jesús. Lamentablemente, por diversas causas, que tienen relación con temores y con intereses creados por los más privilegiados de quienes se dicen cristianos, se trata de alejar lo que ayude a mejorar la condición de las personas de lo relacionado con la fe.

Decía el obispo durante la dictadura brasileña (1964-1985), Helder Camara, quien se encuentra en el camino a ser considerado santo: “Si le doy de comer a los pobres, me dicen que soy un santo. Pero si pregunto por qué los pobres pasan hambre y están tan mal, me dicen que soy un comunista”.


Esto sigue sucediendo. El poder dominante, que, mediante su dinero, influye fuertemente en todas las instituciones -también las religiosas-, defendiendo sus privilegios, impulsa a considerar sólo de “los nuestros” a quienes lleguen hasta ayudar a los necesitados, pero si estos dan un paso más y cuestionan las estructuras que crean esa iniquidad (las que tienen nombres y apellidos personales, de muchos que son parte de iglesias cristianas y son parte de ese poder), mueven sus influencias para hacer que pasen a ser considerado de “los otros”, los adversarios, a los que es necesario impedir su accionar.

Ante estas y otras situaciones semejantes, siempre hay que retornar al Señor: no importa lo que diga quien quiera que sea, por encumbrado que se encuentre su lugar en la Iglesia, si dice o hace algo que se oponga a las enseñanzas de Jesús (como puede ocurrir; no olvidemos que les sucedía hasta a los apóstoles), hay que preferir ser “de los de él”, según sus enseñanzas, no según interpretaciones de otros.

 

Sabes bien, Señor, que nuestra fidelidad a tus enseñanzas siempre chocará con la tentación de ajustarlas a nuestra comodidad o nuestros intereses. Pero también sabes, y en eso confías, que somos capaces de vencer el error y convertirnos. Te pedimos auxilio en esta tarea permanente. Así sea.

 

Intentando, con mucha Paz, Amor y Alegría, permanecer entre los que “son del Señor”, amando y sirviendo como él y uniéndonos a quienes viven de la misma manera,

Miguel.

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