miércoles, 2 de octubre de 2024

Los “propietarios” del Reino

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

6 de Octubre de 2024                                               

Domingo de la Vigésimo Séptima Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Génesis 2, 4. 7. 18-24 / Salmo 127, 1-6 Que el Señor nos bendiga todos los días de nuestra vida / Hebreos 2, 9-11

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos     10, 2-16


    Se acercaron algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: «¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?»
    Él les respondió: «¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?»
    Ellos dijeron: «Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella».
    Entonces Jesús les respondió: «Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio de la creación, "Dios los hizo varón y mujer". "Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos no serán sino una sola carne". De manera que ya no son dos, "sino una sola carne". Que el hombre no separe lo que Dios ha unido».
    Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto.
    Él les dijo: «El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella; y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio».
    Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron. Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: «Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él».
    Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos.

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Dice nuestro Maestro que «el Reino de Dios (o la alegría eterna) pertenece a los que son como ellos (los niños)» (Ev). Es decir, que empequeñeciéndote «serás feliz y todo te irá bien» (Sal). Una recomendación primordial ante esto es: «No conviene que el hombre esté solo» (1L), por lo que, igual que los niños, hay que aprender a depender de otros y a hacer las cosas en conjunto con ellos; todos, como hermanos que somos, entre nosotros y nosotros del Señor, porque «el que santifica y los que son santificados, tienen todos un mismo origen» (2L).

Ni más, ni menos…

Una canción aún recordada, pese a tener más de cuatro décadas, llamada “Yo quería ser mayor” (Roque Narvaja, 1981), rescataba un sentimiento que nos embarga a casi todos en nuestra niñez y adolescencia: crecer pronto, abandonar una edad que se siente muy restringida. Sin embargo, avanzando en la letra, la persona, ya mayor, se lamenta porque ha descubierto que la convivencia con los adultos y sus prácticas le ha provocado la pérdida de lo mejor que tenía en su infancia.

Revisemos algunas características que son propias de los niños: tienen una sonrisa permanente, son naturalmente felices y positivos; olvidan el pasado y no se preocupan por el futuro, viven intensamente el presente; no desconfían de las personas, hacen amigos sin importar apariencia, religión o clase social; no temen preguntar lo que sea a quien sea, que es la única forma de aprender.

Contrario a lo anterior, cuando decimos frases como “los niños son crueles” u otras semejantes, es importante que nos demos cuenta de que esas actitudes criticadas normalmente son efecto reflejo de lo que ven y oyen de los adultos que los rodean. “A cambio de mis sueños me han dejado / un sitio para el vicio y el pecado”, canta Narvaja.

Pues bien, hoy nos encontramos con que el Reino, lo más valioso que hay en la visión de Jesús, «pertenece a los que son como…» los niños, nada menos… Teniendo presente que, como decíamos en una meditación anterior, los infantes eran los últimos en la sociedad de su tiempo.

Con lo anterior, podemos concluir que los “dueños del Reino” son quienes, como los niños, buscan más motivos para sonreír que para amargarse; quienes tienen los pies firmemente asentados en el hoy, que es el tiempo en que se sirve y se ama; quienes tienen una actitud fraternal, solidaria, se hacen amigos de los demás; quienes se hacen preguntas para comprender y aprender mejor lo que van a creer.

Personas con esas cualidades no van a necesitar aclaraciones a cosas tan evidentes como «¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?», por lo que no necesitarían la advertencia: «Que el hombre no separe lo que Dios ha unido».

Muy notable, además, es darse cuenta de que las únicas otras dos categorías a las que Jesús enseña y destaca como “poseedores del Reino” son los pobres (Lc 6,20) y los perseguidos por practicar la justicia (Mt 5,10).

Resumamos: “el Reino” es muy importante para nuestro Maestro, tanto que es tal vez el concepto al que más se refiere en los Evangelios (aparece unas 50 veces) y hoy vemos que se lo adjudica de manera preferencial a algunos por sobre otros. ¿A quiénes? A los que tienen actitudes que los hacen ser como los niños, con las bellas características que ya mencionamos, las que, en su versión adulta, se conecta también a los que no tienen nada más que su fe (Mc 10,29-30) y los que tienen hambre y sed de justicia (Mt 5,6).


Nos toca, si no queremos merecer que se critique «la dureza del corazón de ustedes», primero, ajustar nuestra forma de actuar a las mencionadas que son propias de los “propietarios” del Reino, para, ni más ni menos, poder entrar en él; y, en segundo término, sumarnos y fortalecer nuestro aprecio, acogida y cuidado por los niños, los pobres (los pequeños, en general) y por los que luchan por los derechos de aquellos, es decir, por la justicia.

 

Nos invitas, Señor, a entrar en el Reino con la confianza, alegría y perseverancia de los niños. Ayúdanos a despojarnos, cada vez más y cada vez mejor, del hombre viejo, del adulto grave, en todo lo que nos aleja de ese importante desafío que nos pones para nuestra alegría y la de quienes nos rodean. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, saber ser como niños, con lo mejor y más fresco que tiene esa hermosa edad, que acerca tanto a los brazos del Padre amoroso,

Miguel.

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