miércoles, 11 de septiembre de 2024

No oponerse a la voluntad de Dios

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

15 de Septiembre de 2024                                       

Domingo de la Vigésimo Cuarta Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Isaías 50, 5-9 / Salmo 114, 1-6. 8-9 Caminaré en la presencia del Señor / Santiago 2, 14-18

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos     8, 27-35


    Jesús salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el camino les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy Yo?»

    Ellos le respondieron: «Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas».

    «Y ustedes, ¿quién dicen que soy Yo?»

    Pedro respondió: «Tú eres el Mesías». Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de Él. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días; y les hablaba de esto con toda claridad.

    Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo. Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos, lo reprendió, diciendo: «¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres».

    Entonces Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

La liturgia de este Domingo nos trae una de las preguntas más estremecedoras para los creyentes, porque cuestiona nuestra coherencia: «¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe, si no tiene obras?» (2L). Para corregir eso, Jesús propone la fórmula del Reino: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga» (Ev). Pero, ojo, que quienes le siguen no quedan solos, ya que «el Señor viene en mi ayuda» (1L), para lograr perder la falsa vida sin verdadera alegría «Él libró mi vida de la muerte» (Sal), otorgando la verdadera Vida: ésa que produce obras o frutos de plenitud, también llamada Buena Noticia para todos.

Escoger los pensamientos de Dios por sobre los de los hombres.

En el evangelio de este día nos encontramos con la que debe ser la más fuerte reprimenda que salió de los labios de Jesús y fue dirigida, ni más ni menos que al buen Pedro: «¡Apártate de mí, Satanás! Porque tú no juzgas según Dios, sino según los hombres».

Para entender esta reacción de nuestro Maestro es necesario tener presente que para él la voluntad de Dios, por sobre todas las cosas, era primordial.

Recordemos, por ejemplo, que, cuando enseñó a sus discípulos a orar, en el comienzo de las peticiones, propuso el solicitar que se haga Su Voluntad (Mt 6,10), que es otra forma de decir «que venga tu Reino» (Lc 11,2).

Consecuentemente, al final de sus días él mismo oró: «que no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lc 22,42), porque, como había dicho: «he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la del que me envió» (Jn 6,38).

Más aún, es requisito para el ingreso al corazón de la Vida plena: «No son los que me dicen: “Señor, Señor”, los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo» (Mt 7, 21).

Y, volviendo a la oración, esto nos da la certeza de que orientándonos así nuestra plegaria será más efectiva: «Tenemos plena confianza de que Dios nos escucha si le pedimos algo conforme a su voluntad» (1 Jn 5,14).

Pues bien, Simón, guiado por el cariño a su amigo, pretende contradecir el camino que él, inspirado por el Señor, señala como necesario: que, como consecuencia de su entrega generosa por y para los demás, los privilegiados de siempre se sentirían afectados, por lo que «debía sufrir mucho y ser rechazado […] que debía ser condenado a muerte». Debido a su oposición a aquello que su Maestro entiende como la voluntad de Dios, se llevó esa tremenda reconvención.

Veamos otros momentos en que se nos habla del enojo de Jesús:

Cierta vez quería hacer una buena acción en el Día Sagrado, que es algo que quienes creemos en Jesús y sus enseñanzas, entendemos como voluntad clara del Dios misericordioso, les pregunta a quienes se oponen: «“¿Está permitido en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?”. Pero ellos callaron. Entonces, dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y apenado por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: “Extiende tu mano». Él la extendió y su mano quedó curada”» (Mc 3,4-5).

Está también la recordada ocasión en que expulsó a los vendedores del Templo, porque su actividad iba contra la voluntad expresa de Dios, por boca de un profeta: «Está escrito: “Mi casa será llamada casa de oración”, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones» (Mt 21,13).

Es entendible que alguien que ame profundamente al Altísimo se sienta molesto con aquellos que se


oponen a su voluntad, aunque sea con buenas intenciones, como las de Pedro. Pero mucho más cuando se da cuenta de que aquello lo realizan quienes dicen amar al Señor, como ocurre con las autoridades religiosas, a quienes llega a llamar hipócritas. Más aún, por esa actitud los caracteriza así: «parecen sepulcros blanqueados: hermosos por fuera, pero por dentro llenos de huesos de muertos y de podredumbre» (Mt 23,27), debido a que la voluntad de Dios era que guiasen a su pueblo en «lo esencial de la Ley; la justicia, la misericordia y la fidelidad» (Mt 23,23), pero ellos, por comodidad, egoísmo y para proteger los privilegios que se han autoconcedido, no se allanan a su querer.

En fin, si nos preguntara hoy a nosotros «Y ustedes, ¿quién dicen que soy Yo?», podríamos responder: entre otras cosas, eres quien busca hacer siempre que la voluntad de Dios prevalezca, porque «la Buena Noticia» que nos traes es que Él es el mejor Padre posible (Mt 7,11), ya que es el amor (1 Jn 4,8) y es generosa y eternamente misericordioso (Sal 103,8). Por todo ello, sabemos que tiene para nosotros «planes de prosperidad y no de desgracia, para asegurarles un porvenir y una esperanza» (Jer 29,11). Y esa es su voluntad siempre.

 

Para que sea posible «que el Dios de la paz […] los capacite para cumplir su voluntad, practicando toda clase de bien» (Hb 13,20-21), te pedimos, Señor, «enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios. Que tu espíritu bondadoso me conduzca» (Sal 143,10). Y, de esa manera, poder aportar a que venga a nosotros tu Reino de amor. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, descubrir, comprender bien y, luego, poder hacer nuestra la voluntad del Señor,

Miguel.

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