miércoles, 12 de enero de 2022

Siempre es hora de servir

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

16 de Enero de 2022                                                

Domingo de la Segunda Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Isaías 62, 1-5 / Salmo 95, 1-3. 7-10 Anuncien las maravillas del Señor por todos los pueblos / I Corintios 12, 4-11

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     2, 1-11


    Se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús también fue invitado con sus discípulos. Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: «No tienen vino». Jesús le respondió: «Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía». Pero su madre dijo a los sirvientes: «Hagan todo lo que él les diga».
    Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una. Jesús dijo a los sirvientes: «Llenen de agua estas tinajas». Y las llenaron hasta el borde. «Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete». Así lo hicieron.
    El encargado probó el agua cambiada en vino y como ignoraba su origen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo y le dijo: «Siempre se sirve primero el buen vino y cuando todos han bebido bien, se trae el de inferior calidad. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento».
    Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en Él.

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Cuando los creyentes acogen una invitación como esta: «Hagan todo lo que él les diga» (Ev) y también: «Anuncien su gloria entre las naciones, y sus maravillas entre los pueblos» (Sal), para poder realizarlo, más que de palabra, con acciones concretas, cada quien debe recordar que tiene capacidades y habilidades que sirven a los demás, ya que «en cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común» (2L), de tal manera que es posible hacer nuestro aporte a que «irrumpa su justicia como una luz radiante y su salvación, como una antorcha encendida» (1L), es decir, que venga a nosotros su Reino.

En todo lugar, sin excusas, ni retrasos.

Dice la sabiduría popular: “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”. Sin embargo, es tan contraria a esto nuestra cultura que hasta existe una palabra para definir aquello: procrastinar (diferir, aplazar).

Conozcamos o no el término, claramente es parte de nuestra idiosincrasia, al punto que existe este este otro aserto: “como buen chileno, dejó todo para última hora”.

Recordemos, las actitudes al respecto de nuestro Maestro.

Por ejemplo, ante la dificultad de mucha gente que necesitaba comer y las “soluciones” que le daban sus discípulos «Despide a la gente, para que vaya a los campos y pueblos cercanos a comprar algo para comer”. Él respondió: “Denles de comer ustedes mismos”» (Mc 6,37-38).

Es decir: “hay una necesidad; no busquen excusas, busquen soluciones, ahora”.

Y así mismo hizo con cada dolor y cada carencia que se le presentaba.

Reacción inmediata: «Al entrar en Cafarnaún, se le acercó un centurión, rogándole: “Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente”. Jesús le dijo: “Yo mismo iré a curarlo”» (Mt 8, 5-7).

Sin dejarse maniatar: «La multitud comenzó a buscarlo y, cuando lo encontraron, querían retenerlo para que no se alejara de ellos. Pero él les dijo: “También a las otras ciudades debo anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, porque para eso he sido enviado”» (Lc 4, 42-43).

Para él el servicio a quien lo necesita urge, no se puede aplazar. O, como diría Pablo que debiésemos sentirnos: «el amor de Cristo nos apremia» (2 Cor 5,14).

Del evangelio para este día podríamos deducir que esa actitud de nuestro Maestro la aprendió de su madre; ella parece haberle enseñado a “adelantar la hora”, cuando era necesario.

Recordemos que el evangelista Lucas nos señala que «María partió y fue sin demora» (Lc 1,39) a ayudar a su prima Isabel, una vez que se entera de que, en su ancianidad, iba a tener un bebé.

Entonces, vemos que, cuando ella le plantea a Jesús el problema de los esposos y de la organización de una de las celebraciones más alegres que tenemos los humanos, una boda, la cual corría el riesgo de fracasar, su respuesta es dilatoria: «Mi hora no ha llegado todavía».

Pero ella, que sabía en los valores que había criado a su hijo, hace caso omiso a su comentario y ordena preparar todo para que él pueda intervenir.

Con esto aprendemos, al menos, dos cosas importantes: una, que siempre será la hora de ayudar; y dos, notar que las últimas palabras de la Madre que recogen los evangelios son una orden amistosa: para lograr que nosotros podamos cumplir lo anterior «Hagan todo lo que él les diga».

 

Somos simples mortales, poca cosa para tanto que es necesario hacer. Pero de ti, Señor, hemos aprendido -o sería bueno que aprendiésemos- que no estamos solos en esta misión, ya que contamos contigo, que estás presente en todos nuestros hermanos (Mt 18,20), con quienes hacemos unión/comunidad para tener la fuerza necesaria. Ayúdanos a no olvidarlo. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, descubrir el gozo de servir que vivió Jesús y al que nos invitó a sumarnos, porque así se vive la vida en abundancia de humanidad,

Miguel.

 

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