PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo
6 de Marzo de 2022
Domingo de la Primera Semana de Cuaresma
Lecturas de la Misa:
Deuteronomio 26, 1-2. 4-10 / Salmo 90, 1-2. 10-15 En el peligro, Señor, estás conmigo / Romanos 10, 5-13
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 4, 1-13
Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto, donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días. No comió nada durante esos días, y al cabo de ellos tuvo hambre. El demonio le dijo entonces: «Si tú eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan». Pero Jesús le respondió: «Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de pan.»
Luego el demonio lo llevó a un lugar más alto, le mostró en un instante todos los reinos de la tierra y le dijo: «Te daré todo este poder y el esplendor de estos reinos, porque me han sido entregados, y yo los doy a quien quiero. Si tú te postras delante de mí, todo eso te pertenecerá.» Pero Jesús le respondió: «Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto.»
Después el demonio lo condujo a Jerusalén, lo puso en la parte más alta del Templo y le dijo: «Si tú eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: El dará órdenes a sus ángeles para que ellos te cuiden.
Y también: Ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra.»
Pero Jesús le respondió: «Está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios.»
Una vez agotadas todas las formas de tentación, el demonio se alejó de él, hasta el momento oportuno.
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
De parte del Señor, quien inspiró a otras personas de fe para transmitírnoslo, sabemos que, como «está escrito» (Ev) para cada uno de nosotros, «la palabra está cerca de ti, en tu boca y en tu corazón» (2L), de tal manera que se ha hecho parte de nuestra vida y, por ello, le creemos. Por medio de ella, conocimos su amor: «estaré con él en el peligro» (Sal). Por eso, cada vez que estuvimos en dificultad, con mucha confianza «pedimos auxilio al Señor, y Él escuchó nuestra voz» (1L). Grande es nuestro Dios.
Tener un ojo en las Escrituras y otro en la vida.
Rusia ha caído en la tentación de atacar e invadir a su vecino, Ucrania. (Dios quiera que esta tragedia se resuelva pronto). Pero no es que a Putin se le apareció el demonio e instantáneamente mandó a sus tropas. Nada parecido. Las tentaciones son procesos largos, con muchas reflexiones, apetitos e imprevistos que se van procesando hasta, si ocurre, la “caída”. Pero, en el intertanto, puede haber innumerables victorias: cada vez que se dijo “no” a ellas.
Esa es nuestra esperanza, si lo vemos desde la óptica de la fe.
En este mismo texto, de hecho, se nos cuenta que este diálogo es la culminación de «cuarenta días» de tentaciones y que, posterior a este encuentro «el demonio se alejó de él, hasta el momento oportuno». Es decir, que habría más.
Toda la vida de Jesús (como ocurre con la nuestra) estaría llena de estas, desde la duda del gran hombre de Dios, que fue Juan Bautista, sobre su misión, cuando dos de sus discípulos se presentan ante él, diciéndole que él «envía a preguntarte: ¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?» (Lc 7,20) o la que le plantea su propia familia, quienes querían «llevárselo, porque decían: “Es un exaltado” (loco, fuera de sus cabales)» (Mc 3,21), pasando por el cuestionamiento de su misión por parte del fiel Pedro, a quien llega a identificar con el adversario: «¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres» (Mc 8,33), hasta arribar al momento definitivo de su Pasión: «que baje ahora de la cruz y creeremos en él» (Mt 27,42).
Este relato muy alegórico parece querer alertar contra algunas de las peores tentaciones en las que pueden caer las comunidades de seguidores de Jesús en el camino de construcción del Reino, las cuales se presentarán inevitablemente, ya que están formadas por personas complejas, como cualquier otra organización humana.
Tentaciones de poder, de utilizar en provecho propio la Palabra, de servir a los poderes del mundo...
La primera, muy básica, es la de intentar satisfacer, sin importar cómo, primero las necesidades materiales: «Si tú eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan». Pero él contestó, tal como se puede leer en las Escrituras: «El hombre no vive solamente de pan», «sino de todo lo que sale de la boca del Señor» (Dt 8,3). Por eso, él llegaría a decir: «Mi comida es hacer la voluntad de aquel que me envió y llevar a cabo su obra» (Jn 4,34).
Esa voluntad lo llevaría a que, muy contrariamente a satisfacer sus necesidades personales, en una ocasión, viendo que la muchedumbre le había seguido hasta un «un lugar desierto» y tenían hambre, les dió tanto pan que «comieron hasta saciarse» (Mt 13,14-20).
Después viene la tentación del poder: ante la visión de «todos los reinos de la tierra», le ofrece: «Si tú te postras delante de mí, todo eso te pertenecerá». Pero la voluntad de Aquel que era el importante en su vida estaba lejos de eso, por lo que responde: «Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto».
El poder no era lo suyo, ya que, como expresó con claridad: «no vino para ser servido, sino para servir» (Mt 20,28), comprendiendo posteriormente su comunidad que si lo tuvo fue para bien de los demás: «Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo, llenándolo de poder. Él pasó haciendo el bien y curando a todos los que habían caído en poder del demonio, porque Dios estaba con él» (Hch 10,38).
Posteriormente, está la idea de probar al mismo Dios, llegando a utilizar las mismas Escrituras que eran tan queridas para Jesús: «Si tú eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: El dará órdenes a sus ángeles para que ellos te cuiden», como dice el Salmo 91,11. Pero Jesús sabe discernir y no ve utilidad en este signo egoísta que le proponen, debido a lo cual contesta, también de la mano de la Palabra de Dios: «Está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios».
Como ocurrirá siempre, se niega a obrar prodigios inútiles. «Esta generación malvada y adúltera reclama un signo, pero no se le dará otro signo que el de Jonás» (Mt 16,4). Al revés, y como contraste, él sí produce signos para fortalecer la fe de quienes serían los continuadores de su obra tras su partida «caminando sobre el mar» y luego permitiendo que quien encabezaba la comunidad, Pedro, también lo hiciese, sin embargo, su temor fue mayor, llevándose la reprimenda «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?» (Mt 13,25-31), lo que, de paso, demuestra que no sirven los signos si no se cree firmemente.
Los esfuerzos y milagros de Jesús siempre son para los otros. La principal tentación que tendría y ha tenido la Iglesia ha sido engrandecerse ella misma, con “razonables” excusas, a veces utilizando la propia Biblia, en vez de ponerse a los pies de los demás, como su Guía: «Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo» (Jn 13,14-15). Esa ha sido y será su peor tentación, mediante la cual el demonio ha hecho estragos a lo largo de la historia en las vidas y conciencias de muchos, tristemente.
Pero no olvidemos que la Iglesia no son sólo los curas y las monjas, sino todos quienes se adhieren a ella, por lo que quienes nos digamos cristianos tenemos la misma responsabilidad de estar prevenidos y no caer en estas tentaciones.
Para ello, como hemos vislumbrado y profundizado, las Escrituras son una gran herramienta o arma contra ellas. Pero también pueden usarse en contra nuestra, por lo que es importante meditarlas en comunidad y en oración.
Tu Palabra está llena de advertencias, invitaciones e inspiración para guiar nuestros pasos, Señor, que es tan triste que permanentemente nos desviemos. Permítenos seguir intentándolo, ya que tu nunca desistes de iluminar nuestros pasos. Gracias, Señor.
Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, las formas de hacer efectiva nuestra parte para lograr aquello que hemos orado tanto: “no nos dejes caer en tentación”,
Miguel.
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