miércoles, 13 de abril de 2022

Creer con la fe de Jesús

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

17 de Abril de 2022                                                  

Domingo de Pascua de Resurrección

 

Lecturas de la Misa:

Hechos 10, 34.37-43 / Salmo 117, 1-2. 16-17. 22-23 Este es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en él / Colosenses 3, 1-4

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     20, 1-9


    El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
    Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

No podía ser de otra manera: «él debía resucitar de entre los muertos» (Ev), porque cumplió fielmente su misión: «pasó haciendo el bien y curando a todos los que habían caído en poder del demonio, porque Dios estaba con él» (1L), como una forma de enseñarnos lo que había aprendido de su Padre: que «es eterno su amor» (Sal). Corresponde, después de esto, que quienes creen en el Resucitado «busquen los bienes del cielo» (2L), de la manera más semejante posible a como lo hizo Jesús, compartiéndolos en la tierra, amando, acogiendo y sirviendo donde hizo falta.

Creerle a su forma de creer.

Termina la Semana Santa. Y también la Cuaresma. Ha llegado el periodo en que se celebra el acontecimiento más importante del cristianismo; el que le da sentido a esta forma de creer: «si Cristo no resucitó, es vana nuestra predicación y vana también la fe de ustedes» (1 Cor 15,14).

Pero ¿cómo hemos llegado hasta aquí? ¿cuáles fueron nuestros pasos en este tiempo litúrgico que finaliza?

¿Acaso preocupados de consumir pescados y mariscos ciertos días? (¿alguien realmente sabe qué días y por qué “no se debe” comer carne?)

¿O participamos lo más que pudimos en las distintas actividades conmemorativas de estas fechas? (¿convencidos o por tradición?)

Nos parece que la actitud, no sólo de estos días, sino de siempre, es “creer con la fe de Jesús”, tal como nos proponen los hermanos del Servicio Bíblico Latinoamericano, de quienes reproducimos a continuación este texto tomado de www.servicioskoinonia.org.

“Los discípulos, que redescubrieron en Jesús el rostro de Dios (como Dios de Jesús), comprendieron que Jesús era el Hijo, el Señor, la Verdad, el Camino, la Vida, el Alfa, la Omega. La muerte no tenía ningún poder sobre él. Estaba vivo. Había resucitado. Y no podían sino confesarlo y "seguirlo", "persiguiendo su Causa", obedeciendo a Dios antes que a los hombres, aunque costase la muerte.

Creer en la resurrección no era pues para ellos una afirmación de un hecho físico-histórico que sucedió o no, ni una verdad teórica abstracta (la vida postmortal), sino la afirmación contundente de la validez suprema de la Causa de Jesús, a la altura misma de Dios (a la derecha del Padre), por la que es necesario vivir y luchar hasta dar la vida.

Creer en la resurrección de Jesús es creer que su palabra, su proyecto y su Causa (¡el Reino!) expresan el valor fundamental de nuestra vida.

Y si nuestra fe reproduce realmente la fe de Jesús (su visión de la vida, su opción ante la historia, su actitud ante los pobres y ante los poderes...) será tan conflictiva como lo fue en la predicación de los apóstoles o en la vida misma de Jesús.

En cambio, si la resurrección de Jesús la reducimos a un símbolo universal de vida postmortal, o a la simple afirmación de la vida sobre la muerte, o a un hecho físico-histórico que ocurrió hace veinte siglos... entonces esa resurrección queda vaciada del contenido que tuvo en Jesús y ya no dice nada a nadie, ni irrita a los poderes de este mundo, o incluso desmoviliza en el camino por la Causa de Jesús.

Lo importante no es creer en Jesús, sino creer como Jesús. No es tener fe en Jesús, sino tener la fe de


Jesús: su actitud ante la historia, su opción por los pobres, su propuesta, su lucha decidida, su Causa...

Creer lúcidamente en Jesús en esta América Latina, o en este Occidente llamado "cristiano", donde la noticia de su resurrección ya no irrita a tantos que invocan su nombre para justificar incluso las actitudes contrarias a las que tuvo él, implica volver a descubrir al Jesús histórico y el sentido de la fe en la resurrección.

Creyendo con esa fe de Jesús, las "cosas de arriba" y las de la tierra no son ya dos direcciones opuestas, ni siquiera distintas. Las "cosas de arriba" son la Tierra Nueva que está injertada ya aquí abajo. Hay que hacerla nacer en el doloroso parto de la Historia, sabiendo que nunca será fruto adecuado de nuestra planificación sino don gratuito de Aquel que viene. Buscar "las cosas de arriba" no es esperar pasivamente que suene la hora escatológica (que ya sonó en la resurrección de Jesús) sino hacer realidad en nuestro mundo el Reinado del Resucitado y su Causa: Reino de Vida, de Justicia, de Amor y de Paz”.

 

Necesitamos darle contenido Jesuítico a nuestro cristianismo, lo que significa más cercanía a tu forma de creer, Señor, y menos repetir acciones o abstenciones de las que poco entendemos y, probablemente, más de alguna se opone a tus enseñanzas. Ayúdanos a enderezar nuestros caminos. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, darle un sentido de fidelidad más auténtica, lo que implica que sea más auténticamente cristiano, en el tiempo de Pascua y siempre,

Miguel.

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