miércoles, 6 de abril de 2022

¿Otra Semana Santa más?

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

10 de Abril de 2022                                                  

Domingo de Ramos en la Pasión del Señor

 

Lecturas de la Misa:

Isaías 50, 4-7 / Salmo 21, 8-9. 17-20. 23-24 Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? / Filipenses 2, 6-11 / Lucas 22, 7. 14-23, 56

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     19, 28-40

(El primero de los dos de la celebración de este día, de la bendición de los ramos)


    Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén. Cuando se acercó a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: «Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo; y si alguien les pregunta: "¿Por qué lo desatan?", respondan: "El Señor lo necesita."»
    Los enviados partieron y encontraron todo como él les había dicho. Cuando desataron el asno, sus dueños les dijeron: «¿Por qué lo desatan?»
    Y ellos respondieron: «El Señor lo necesita.»
    Luego llevaron el asno adonde estaba Jesús y, poniendo sobre él sus mantos, lo hicieron montar. Mientras él avanzaba, la gente extendía sus mantos sobre el camino.
    Cuando Jesús se acercaba a la pendiente del monte de los Olivos, todos los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios en alta voz, por todos los milagros que habían visto. Y decían:
    «¡Bendito sea el Rey que viene
    en nombre del Señor!
    ¡Paz en el cielo
    y gloria en las alturas!»
    Algunos fariseos que se encontraban entre la multitud le dijeron:
    «Maestro, reprende a tus discípulos.»
    Pero él respondió:
    «Les aseguro que si ellos callan, gritarán las piedras.»

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Jesús, «el Rey que viene en nombre del Señor» (Ev 1), consciente de que, para eso, «el mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento» (1L), dedicó de esa manera su vida a cumplir la Palabra: «Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos» (Sal), hasta el punto de sufrir la persecución de los poderosos de su tiempo, de manera tal que, pese a «que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios […] Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz» (2L), de una manera tan impresionante que desde entonces, cualquiera podría reaccionar como el centurión, quien «alabó a Dios, exclamando: “Realmente este hombre era un justo”» (Ev 2). Y, si quien lo siente así es un creyente, hará los cambios en su vida que estos hechos le inspiren.

Que tenga sentido concreto recordarlo.

Con la conmemoración de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, en la fiesta del Domingo de Ramos, comienza la Semana Mayor del cristianismo. Puede ser un buen momento para reflexionar en lo que creemos respecto a la Pasión y Muerte de Jesús.

En nuestro inconsciente flotan algunas ideas recibidas.

Una: mediante el pecado original el ser humano ofendió a Dios, y con ello se rompieron las relaciones entre Él y la humanidad. Para reparar esto, Jesús, el inocente, muere en reemplazo de los culpables, satisfaciendo con su sufrimiento y su sangre la dignidad ofendida de Dios y recuperando de esa manera las relaciones entre Él y la humanidad.

Otra: por el pecado de Adán la humanidad había quedado “prisionera del demonio”, entonces Dios entregó a su Hijo a la muerte, para que ese alto precio fuese el rescate pagado al Diablo para liberar a la humanidad.

Grandes pensadores cristianos del pasado elaboraron estas teorías que acompañaron a los creyentes durante muchos siglos. Fue lo que lograron construir con los conocimientos de que disponían en su tiempo.

Pero hoy estamos en una época muy distinta.

Sólo utilizando la lógica de la fe analicemos someramente estas explicaciones.

Para comenzar, como afirmaría cualquier estudioso y casi todos los pastores que profesan el cristianismo, Adán y Eva no existieron. Por lo tanto, no hubo esa tan atroz transgresión que provocase las dramáticas consecuencias reseñadas.

En segundo lugar, dichas teorías empequeñecen al Dios Todopoderoso en el que decimos creer.

El ser humano es ínfimo frente a Dios: «mi existencia es como nada ante ti» (Sal 39,6), pero si las acciones de esta pequeña criatura pueden ofenderlo, Él no sería tan omnipotente.

Pero, además, ese ser sádico que necesita la sangre y el dolor de alguien para reparar su orgullo no se parece nada al Padre misericordioso que nos enseñó Jesús.

Por otro lado, nos resistimos a creer que existe una entidad paralela y semejante a Él, pero de características negativas, llamada el Diablo, a quien Dios esté obligado a pagarle un rescate.

Lo último, pero no menos importante, acerca de estas teorías es que, planteadas así, no tienen consecuencias en nuestra vida: quienes pecaron fueron otros, quien nos salvó fue otro… ¿y nosotros?, nos lavamos las manos como Pilato, ya que estamos en eso.

¿Por qué debió padecer y morir Jesús, entonces?

No fue por motivos religiosos, porque a los blasfemos y rebeldes de la fe los judíos los lapidaban o ajusticiaban, sin necesidad de autorización de las autoridades romanas, como sucedió.

Jesús dijo: «”El Padre y yo somos una sola cosa”. Los judíos tomaron piedras para apedrearlo» (Jn 10,30-31); «Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo» (Lc 4,28-29)

Él sufrió el castigo de los subversivos.

Recordemos la acusación que le hacen frente a Pilato los dirigentes judíos: «Hemos encontrado a este hombre incitando a nuestro pueblo a la rebelión, impidiéndole pagar los impuestos al Emperador y pretendiendo ser el rey Mesías» (Lc 23,2).

Pero, además, todo el episodio de la expulsión de los vendedores del Templo, autorizada por las autoridades de su pueblo, a quienes se atreve a cuestionar con este acto: «”¿Acaso no está escrito: Mi Casa será llamada Casa de oración para todas las naciones? Pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones”. Cuando se enteraron los sumos sacerdotes y los escribas, buscaban la forma de matarlo» (Mc 11,17-18)

Otra muestra de su resistencia a la autoridad política ocurre cuando le mencionan al gobernante de su región: «le dijeron: “Aléjate de aquí, porque Herodes quiere matarte”. Él les respondió: “Vayan a decir a ese zorro…”» (Lc 11,31-32)

Finalmente, fijémonos en la motivación de la gente al recibirlo en Jerusalén, según nos recuerda el evangelio de este día: «¡Bendito sea el Rey que viene en nombre del Señor!». ¡Aclamado como Rey, en un país ocupado por una potencia extranjera! Eso es subversivo.

En fin, fue asesinado porque, claramente no era como los cristianos de nuestro tiempo, quienes, en su inmensa mayoría, no nos metemos en problemas y entendemos la religión como algo puramente espiritual.


Él dijo: «No vine a traer la paz, sino la espada» (Mt 10,34), y murió por alborotador.

Nosotros venimos de una forma de hacer Iglesia casi exclusivamente litúrgica, sin mayor compromiso con la vida de la gente, como el que tuvo Jesús: «Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios» (Mt 9,13). Por ello, parecemos entender que con procesiones y cantos tristes celebramos correctamente la Semana Santa que honra a quien dio su vida generosamente porque trabajó e invitó a trabajar por «el Reino y su justicia» (Mt 6,33).

Si no hacemos algo semejante, es decir, si callamos ante las fuerzas del mal que pretenden imponerse en nuestro mundo, tendrán que ser las piedras las que terminen gritando (o volando, producto de tanta frustración producida por las permanentes injusticias).

 

Se viene una nueva ocasión de conmemorar tu Pasión, Muerte y Resurrección, Señor. Pero, tristemente, la hemos rutinizado, como bien sabes. Envía tu Espíritu renovador para que podamos ir haciendo los cambios que le den más sentido a estas celebraciones anuales. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, no acostumbrarnos y terminar celebrando la Semana Santa como otro acontecimiento más durante el año, uno en que se reiteran prácticas, pero no nos produce verdaderos cambios en nuestra vida,

Miguel.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Aunque el cielo y la tierra se terminen

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo 17 de Noviembre de 2024                           ...