miércoles, 27 de abril de 2022

¿Volver atrás o intentar vivir según la fe?

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

1 de Mayo de 2022                                                   

Domingo de la Tercera Semana de Pascua

 

Lecturas de la Misa:

Hechos 5, 27-32. 40-41 / Salmo 29, 2. 4-6. 11-13 Yo te glorifico, Señor, porque Tú me libraste / Apocalipsis 5, 11-14

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     21, 1-19


       Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades.
Sucedió así: estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos.
       Simón Pedro les dijo: «Voy a pescar.» Ellos le respondieron: «Vamos también nosotros.»
       Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada.
       Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él. Jesús les dijo: «Muchachos, ¿tienen algo para comer?»
       Ellos respondieron: «No.»
       Él les dijo: «Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán.» Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla. El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: «¡Es el Señor!»
       Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla.
       Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: «Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar.»
       Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo: «Vengan a comer.»
       Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres?», porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado.
       Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos.

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Con la alegría y la fe renovadas por la resurrección del Señor nos unimos al coro que aclama: «Al que está sentado sobre el trono y al Cordero, alabanza, honor, gloria y poder, por los siglos de los siglos» (2L). Cada uno/a puede decir, ahora, también: «Tú convertiste mi lamento en júbilo» (Sal). Esa alegría, agradecimiento y adoración debe expresarse en amor a Jesús sirviendo a los hermanos (Ev) y en «obedecer a Dios antes que a los hombres» (1L), siguiendo el ejemplo de nuestro modelo y Señor.

Obedecer hacia donde se debe arrojar redes.

En el evangelio de Juan siempre encontraremos mucho simbolismo.

Veamos algunos en este texto que se nos presenta hoy.

Los discípulos demasiado rápidamente han dejado de lado el estilo que les enseñó su Maestro, de entrega generosa a acoger a los sufrientes y buscar sanar sus dolores.

En cambio, han retrocedido a una etapa anterior a sus vivencias con él. Por eso vuelven a pescar: la misma ocupación desde donde los sacó para su proyecto del Reino. Volvieron a lo que les salía más fácil, a lo conocido, lo que les presentaba menos problemas.

La incongruencia es mayor si notamos que recientemente se habían encontrado con el Resucitado, quien los había enviado nuevamente, con la fuerza de su Espíritu. Incluso estaba presente Tomás, el mismo que lo declaró: «Señor mío y Dios mío» (Jn 20, 19-28)

Pero el relato nos hace recordar que los caminos de la fe no son unidireccionales hacia arriba. Normalmente, son con avances o retrocesos, o zigzagueantes, o en espiral. Y esa es la normalidad que debemos aceptar, sin perder, precisamente, la fe.

Siguiendo con el relato, no les fue bien al intentar aquello en lo que eran expertos, porque sus espíritus estaban a oscuras. Fue al aclarar, al amanecer, que pudieron “ver, pero sin reconocer” a Jesús y ahí, dejando de lado su saber, creyeron-confiaron en una instrucción absurda (porque la buena pesca se consigue antes de la madrugada) de alguien que no conocía el oficio: si quieren encontrar para comer «tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán».

El resultado es sorprendente: creer da frutos y uno de los cuales es crecer en la fe hasta el punto de que quien se ha dejado envolver en su amor, puede reconocer: «¡Es el Señor!»

Otra reacción es la de ir a su encuentro, ciñéndose la túnica, de la misma manera que su Maestro cuando les enseñó lo sagrado que es servir, cuando se ciñó la toalla a la cintura (Jn 13,4), y se lanzó a superar el inhóspito mar, hasta llegar al Señor.

Posteriormente, pueden comprobar que el Resucitado es el mismo que habían conocido cuando Jesús era su compañero de vida: en vez de recibirlos con reproches, los acoge con calor, alimento y sonrisas.

Esta experiencia ilumina sus vidas, desde entonces y para siempre, haciéndoles comprender que no muere quien se ha dedicado a dar mucho amor: «sabían que era el Señor».

Después de lo que vivieron no les fue posible callarlo, por lo que se lanzaron a anunciar la Resurrección hasta el punto de que en una ocasión «Los hicieron comparecer ante el Sanedrín, y el Sumo Sacerdote les dijo: “Nosotros les habíamos prohibido expresamente predicar en ese Nombre, y ustedes han llenado Jerusalén con su doctrina”.

En ese entonces, los humildes pescadores no se dejaron amedrentar por las autoridades y «Pedro, junto con los Apóstoles, respondió: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”»


A continuación, agregó la convicción a la que habían llegado «El Dios de nuestros padres ha resucitado a Jesús, al que ustedes hicieron morir suspendiéndolo del patíbulo. A él, Dios lo exaltó con su poder, haciéndolo Jefe y Salvador, a fin de conceder a Israel la conversión y el perdón de los pecados»

Y culmina declarando, ya sin temor, y con la audacia de los que aman la verdad: «Nosotros somos testigos de estas cosas, nosotros y el Espíritu Santo que Dios ha enviado a los que le obedecen» (Hch 5,27-32).

Nosotros también volvemos a “pescar” en vez de vivir según lo que decimos creer; y también recibimos la invitación acogedora del Señor, ¿saldremos a anunciar la Resurrección o nos quedaremos en la oscuridad del mar?

 

Sigue encontrándonos en los lugares en los que nos refugiamos por malsana comodidad, Señor, intentando evitar los hermosos riesgos de amar y servir de la manera como nos has enseñado, esa que, las pocas veces que nos atrevemos, nos llena de plenitud. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, encontrar la forma de vivir coherentemente la fe en que el Señor de la Vida resucitó y resucita a los que creen,

Miguel.

 

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