miércoles, 12 de octubre de 2022

Necesitamos la comunicación permanente con Dios

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

16 de Octubre de 2022                                             

Domingo de la Vigésimo Novena Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Éxodo 17, 8-13 / Salmo 120, 1-8 Nuestra ayuda está en el nombre del Señor / II Timoteo 3, 14—4, 2

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     18, 1-8


    Jesús enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse:
    «En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: "Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario".
    Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: "Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme"».
    Y el Señor dijo: «Oigan lo que dijo este juez injusto. Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche, aunque los haga esperar? Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia.
    Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?»

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

La batalla ganada por Josué (1L) y el relato de la viuda maltratada por el adversario y por quien debía protegerla (Ev), son signos que se nos dan para que aprendamos a confiar en que «el Señor te protegerá de todo mal y cuidará tu vida» (Sal); son ejemplos para el cristiano y la cristiana, que es quien «insiste con ocasión o sin ella, arguye, reprende, exhorta, con paciencia incansable» (2L) con constancia y sin desanimarse hasta lograr la justicia del Reino.

Con fe y sin desánimo.

Había un cristiano que llegaba a cada actividad de culto de su Iglesia en su templo bastante antes de que comenzara y dedicaba esos minutos a orar. Sin embargo, tristemente para él, cada vez era interrumpido, no una, sino muchas veces por personas de su comunidad que afectuosamente querían saludarlo.

Eso lo llevó a comprender que, por cierto, sus hermanos eran muy cariñosos. Pero también que, lamentablemente, más allá de las palabras y con esa aparentemente inocente actitud, demostraban que no comprendían el sentido y la necesidad de orar.

Jesús, Maestro de vida para todo quien se diga cristiano, dedicaba mucho tiempo a esta actividad. Sólo eso debiese hacernos valorarla como muy importante.

«Acudían grandes multitudes para escucharlo y hacerse curar de sus enfermedades. Pero él se retiraba a lugares desiertos para orar» (Lc 5,16).

«Jesús obligó a sus discípulos a que subieran a la barca y lo precedieran en la otra orilla, hacia Betsaida, mientras él despedía a la multitud. Una vez que los despidió, se retiró a la montaña para orar» (Mc 6,45-46).

Lo entenderíamos si tuviésemos tan claro que orar es comunicarse con Dios. Ni más ni menos.

Por eso, él necesitaba hacerlo antes de tomar decisiones importantes: «Jesús se retiró a una montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles» (Lc 6,12-13).

También para enfrentar las dificultades, en los instantes previos a su captura y ejecución: «Cuando llegaron, les dijo: “Oren, para no caer en la tentación”. Después se alejó de ellos, más o menos a la distancia de un tiro de piedra, y puesto de rodillas, oraba…» (Lc 22,40-41).

Y fue lo último que hizo en vida: «Jesús, con un grito, exclamó: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Y diciendo esto, expiró» (Lc 23,46).

Los judíos, como toda religión, tenían fórmulas de oración que repetían varias veces al día, pero en las oraciones con sus propias palabras encontramos inspiración para elaborar las nuestras:

Oraba alabando con alegría: «Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido”» (Lc 10,21).

Confiando, en momentos de angustia: «Padre mío, si es posible, que pase lejos de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Mt 26,39).

Poniendo en sus sabias y misericordiosas manos incluso a quienes le estaban dañando: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34).

Por último, lo más importante: cabe destacar que, como vemos en estos ejemplos, Jesús llama a Dios en casi todas sus oraciones “Padre”, para recordarnos quién es al que se dirige y al que hay que dirigirse, cuando se quiera orar: «uno de sus discípulos le dijo: “Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos”. Él les dijo entonces: “Cuando oren, digan: Padre…”» (Lc 11,2).

Este día se nos recuerda que, según sus enseñanzas, nos conviene «orar siempre sin desanimarse».

Para eso, utiliza el formato de las parábolas, que le era tan querido y con el que se hacía entender por la gente sencilla.

Nuestro problema es que, como vivimos en otro tiempo y otra cultura, puede pasársenos el sentido que tenía originalmente.


Digamos brevemente que, al contrario de la teoría de nuestra tradición occidental, en ese entonces, el que podía pagar tenía la justicia de su lado. Y que las viudas estaban entre las más pobres de los pobres, por lo que les era muy difícil y hasta imposible conseguir algo a su favor de parte de los magistrados.

Pero el juez de esta historia, sólo para que dejen de “fastidiarlo” le otorgará justicia a la mujer.

La conclusión es que el Padre misericordioso, con mayor razón, se deja tocar el corazón por los pequeños que lo necesitan y le ruegan con una fe que escasea mucho en nuestra tierra.

Los creyentes de hoy, ¿mostramos tener certeza o confianza o esperanza, primero, en que Dios nos oye; luego, en que, por ello, tiene utilidad orar; y, como consecuencia de lo anterior, buscamos mantener la comunicación constante con el Padre Dios?

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, saber mantener la comunicación con la Persona más importante del Universo y de nuestro propio mundo: el Padre Dios,

Miguel.

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