miércoles, 6 de noviembre de 2024

Un gran ejemplo de generosidad

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

10 de Noviembre de 2024                                        

Domingo de la Trigésimo Segunda Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

I Reyes 17, 8-16 / Salmo 145, 6-10 ¡Alaba al Señor, alma mía! / Hebreos 9, 24-28

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos     12, 38-44


    Jesús enseñaba a la multitud:
    «Cuídense de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Estos serán juzgados con más severidad».
    Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre.
    Entonces Él llamó a sus discípulos y les dijo: «Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Las viudas, en tiempos antiguos, carentes de hombre proveedor, eran normalmente pobres (1L), por eso, Jesús valora tanto el aporte de una de ellas, comparado con el voluminoso de los ricos, que «daban en abundancia» (Ev). Pero, como «el Señor abre los ojos de los ciegos» (Sal), nos los abre a nosotros también para saber descubrir la auténtica generosidad, «para salvar a los que lo esperan» (2L) de la ignorancia y del egoísmo que tanto mal hacen a la humanidad.

Y una revisión que es necesario hacer.

Recientemente Jesús había alabado a un escriba, esos señores expertos en las Escrituras, en general bastante críticos de este nazareno sin mayores estudios, por su comprensión acerca de lo más importante de la fe, haciéndole el gran elogio de considerarlo "cercano al Reino" (Mc 12,34). En cambio, este día nos encontramos con una visión más crítica de estos personajes: «les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Estos serán juzgados con más severidad». Fea la vanagloria, pero, peor aún, entre las conductas criticables que señala está el que despojaban de sus bienes a las viudas, teniendo presente que aquellas estaban entre las personas más pobres de su tiempo, debido a que las mujeres dependían casi exclusivamente en lo material de los hombres, por lo que el no tener uno las dejaba muy desamparadas. Entonces, el aprovecharse de ellas era una acción que merecía fuerte repudio, según el concepto de nuestro Maestro. Más aún si esto lo realizaba una persona que conocía muy bien las Escrituras, como era la situación de los escribas.

Algunos ejemplos:

«No harás daño a la viuda ni al huérfano. Si les haces daño y ellos me piden auxilio, yo escucharé su clamor. Entonces arderá mi ira, y yo los mataré a ustedes con la espada» (Ex 22,21-23).

«Dios en su santa Morada es padre de los huérfanos y defensor de las viudas» (Sal 68,6).

«¡Aprendan a hacer el bien! ¡Busquen el derecho, socorran al oprimido, hagan justicia al huérfano, defiendan a la viuda!» (Is 1,17).

Y muchas más claras exhortaciones de los profetas de Dios al respecto...

El evangelista pone, a continuación de las palabras de Jesús, como contraste de aquella vileza, el ejemplo de aquella viuda observada y destacada por el Maestro, valorando el que «de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir». Actitud considerada heroica a sus ojos, pues, desde la perspectiva de la Buena Noticia, su aporte sobresalía por sobre el de los ricos que «daban en abundancia», pero de lo que no necesitaban.

Probablemente, Marcos buscaba remecer las conciencias de los cristianos de su época, a quienes les dirigía este evangelio, por motivos que él y ellos, pero no nosotros, conocían muy bien. Pero, si somos honestos con nosotros mismos y nuestra fe, también deberíamos sentirnos remecidos al recordar nuestras actitudes ciegas hacia el aporte que hacen en nuestras comunidades las personas más humildes, esforzándose más que otros, desde su pobreza material y de otros recursos.

En la misma línea, nuestras comunidades y la Iglesia en general, debiese estar revisándose siempre sobre el exagerado buen trato y hasta la vista gorda que se suele hacer con sus grandes aportantes (para no perder el dinero que proveen) versus el trato de subordinados y la mirada más crítica que nos brotan más fácilmente con nuestros hermanos más pobres.

Otro escritor sagrado advierte a su comunidad: «Supongamos que cuando están reunidos, entra un


hombre con un anillo de oro y vestido elegantemente, y al mismo tiempo, entra otro pobremente vestido. Si ustedes se fijan en el que está muy bien vestido y le dicen: “Siéntate aquí, en el lugar de honor”, y al pobre le dicen: “Quédate allí, de pie”, o bien: “Siéntate a mis pies”, ¿no están haciendo acaso distinciones entre ustedes y actuando como jueces malintencionados?» (Stg 2,2-4).

Puede que lo nuestro no sea tan grosero como esto, pero describe un estilo que no cuesta mucho que nos contagie, ya que es un tipo de relaciones que son de uso corriente en nuestra sociedad.

Recordemos que la preeminencia jerárquica del Reino, de nuestro Maestro, es la contraria: «invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos. ¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!» (Lc 14,13-14).

 

Señor, contemplando el ejemplo de la viuda pobre del Evangelio, te pedimos que nos concedas la valentía de atrevernos a dar mirando primero la necesidad de los demás, en vez de, como nos sale más fácil, priorizar la cuenta de lo que tenemos o nos puede llegar a faltar después. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, saber ser generosos con nuestro tiempo y nuestros recursos para dar a quienes lo necesitan,

Miguel.

 

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